Andalucía
«Más de una década» para pagar la deuda de la crisis del coronavirus en Andalucía
Las petición de gasto de parte del Gobierno se enfrenta al «control» que defiende el consejero de Hacienda
La prudencia es la elegancia del marino. En medio de la marejada, las dos almas económicas de la Junta –Velasco y Bravo, Keynes y Hayek– difieren sobre cómo aplacar el temporal y sobre el concepto mismo de «prudencia». El puerto de salida: Andalucía parte de una situación crítica de pobreza ante la crisis de la Covid-19, con 3,7 millones de afectados, el 37,7% del total de la población, según la Red Andaluza de Lucha Contra la Pobreza y la Exclusión Social. A una tasa de paro estructural en torno al 20% se suman los ERTE –ahora, 85.035 trabajadores de 26.000 empresas–, ERE y cierres por la pandemia. Los servicios públicos, sanidad, dependencia y educación, van al límite. Ante este panorama, el consejero de Economía, Rogelio Velasco, de Cs, aboga por «ahora gastar, gastar, gastar sin parar». El consejero de Hacienda, el popular Juan Bravo, que es quien dirige el Presupuesto y cuadra los números, y que fue portero profesional de fútbol sala antes que político en ejercicio, trata de parar el efecto del tiro y bajar el balón al suelo. «La deuda habrá que pagarla», señaló en la Comisión de Hacienda en el Parlamento. «La AIReF dice que se tardará más de una década» en pagar la factura del coronavirus, cifró el consejero. Bravo pidió a Montero un calendario para el retorno a la senda de estabilidad.
Bravo puso de relieve los problemas para cuadrar las cuentas con los datos tardíos del Ministerio. «Hay que decir a los españoles que es el momento del esfuerzo. Hay que decir la realidad», señaló. «No hemos tenido 10 y gastado 9. Sí hemos tenido 10 y gastado 15», alertó echando la vista a la anterior crisis. «La deuda permite hacer pero no voy a decir que es bueno. Si hay que endeudarse, hay que pagarlo. Las entregas a cuenta, las tengo que devolver», recordó Bravo.
Los Presupuestos, en cualquier caso, están encarrilados con el apoyo de Vox... que apuesta por la contención. El compromiso es que el anteproyecto esté para final de mes, para empezar una tramitación cuyo puerto final será diciembre con el debate en el Parlamento. Las cuentas conllevan la dificultad de compatibilizar el pase –es un decir– de Roberto Carlos a Zidane en Glasgow y que la volea, a una altura inabarcable, entre por el ángulo. Lo normal, y Bravo lo sabe, cuando se recibe un esférico con esa potencia y a esa altura –que es lo que supone «tirar para adelante» con el gasto público como si no hubiera un mañana–, es que se vaya a la grada o fuera del estadio. Cuadrar el Presupuesto conlleva además el triple tirabuzón de encontrar el consenso de todos los grupos, encargo expreso del presidente Juanma Moreno. Esto es, que coincidan ya no sólo el alma keynesiana de Velasco con el control de Bravo, sino los proyectos de Vox y Adelante. El diputado verde Rodrigo Alonso se sorprendió en la Comisión ante el político morado Guzmán Ahumada: «Algo no estamos haciendo bien usted o yo para tener puntos en común». «Va a haber líneas rojas», añadió Vox ante la llamada al fin del «austericidio». «Ahora mismo ser responsable con el gasto es gastar», respondió Adelante. Por el PSOE, Ramírez de Arellano cuestionó si «mandarán al confinamiento» a Velasco. El titular de Economía avanzó que la Junta maneja una «horquilla» de estimaciones de caída del PIB de «entre el 10 y el 12%» y se espera «un rebote de entre el 5 y el 7%» en 2021. Velasco abandera a Keynes, quien llegó a la conclusión de que el Gobierno debe aliviar el paro aumentado la demanda agregada de bienes y servicios. Bravo es del corte de Hayek, quien consideró que la hiperinflación castigó la economía e hizo desaparecer los ahorros de millones de personas, avisando de que el gasto público a gran escala incita «no sólo una inflación incontrolable sino también a la tiranía política». Bruselas anticipó la suspensión de las reglas fiscales hace seis meses, instando a los países a aparcar el control del déficit y la deuda pública, pero con las mismas reservas del consejero de Hacienda, quien, ante la mar bravía, navega en este barco del «control» para «generar confianza».
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