Donald Trump

La mañana que conocí a Mrs. Robinson

“Al ver el vídeo en el que Mel Brooks apoya a Joe Biden con su habitual socarronería, y aprovecha para darle una «'guantá' sin manos» a Trump, me acordé de la fantástica y cachonda entrevista que me concedió”

Dustin Hoffman y la pierna de Anne Bancroft, imagen icónica de los 60
Dustin Hoffman y la pierna de Anne Bancroft, imagen icónica de los 60La RazónArchivo

«¡Qué Asco de Vida!» era la película que en 1991 vino a promocionar Mel Brooks por España. El filme, uno de los últimos que firmó como director y guionista (por el momento, y ya ha llovido, ha venido solo dos ocasiones más), narra la historia de un excéntrico millonario que apuesta toda su fortuna a ser capaz de vivir en la calle durante un tiempo. Soy fan de Mel Brooks desde que veía su nombre en los créditos de la serie de Maxwell Smart, una cachondada de espías que aquí se veía y oía doblada en neutro (sudamericano), así que yo no me podía conformar con asistir a una rueda de prensa «tombolera». Aprovechando mi amistad con el distruidor cinematográfico Manuel Salvador, una gran persona a la que estaré agradecido por el cuartelillo que siempre me dio, logré meterme en la minúscula lista de entrevistas personales con el gran cómico norteamericano. La cita se fijó para el mediodía de una calurosa jornada de agosto en el Gran Hotel Melia Don Pepé de Marbella. Y allí estaba yo, con mi habitual y debida antelación para comprobar que mi equipo funcionaba correctamente… que horror de mis horrores, aquella vez no grababa un carajo. Con el sudor frío haciendo acampada en mi espalda, pude llamar desde un teléfono fijo a la emisora (los móviles eran aún como un pesado y caro ladrillo del tamaño de una caja de zapatos). De la tranquilidad inicial pasé al modo «sísmico», pues la compañera que debía entregarme el flamante micrófono de repuesto no llegaba. Por momentos me sentía como un padre primerizo esperando en el paritorio y encima allí no aparecía nadie. Cuando creía que ante mi imputualidad Mel Brooks ya andaba a otros menesteres, dos figuras femeninas se acercaban por el pasillo. Yo miraba al techo, al suelo y al rejoj en un ritmo sin sentido, cuando de repente escucho una voz suave y penetrante en un perfecto inglés: «Creo que tú debes ser el jovencito al que mi marido está esperando, junto a una chica con un bonito micrófono de color verde (el de Onda Cero, cómo no), en la mano»… Me puse como un tomate, y mis orejas más rojas aún, cuando miro y compruebo que es la mismísima Anne Bancroft. ¡La irrepetible Señora Robinson de «El Graduado» se dirigía a mi! Llevaba un vestido de verano en tonos claros ligeramente ceñido, su belleza seguía siendo impresionante, gracias a su famosa sonrisa y esa inteligente mirada. Tardé unos segundos en reaccionar y únicamente fui capaz de tartamudear un «Gracias, señora Robinson, perdón, señora Bancroft», a lo que siguió una risa pausada… «Anda –volvió a dirigirme la palabra– ve al bar de la piscina que mi marido te espera, y no olvides mi sueldo por hacer de tu ayudante de producción»… Aún me sigo pellizcando. Esta semana al ver el vídeo en el que Mel Brooks apoya a Joe Biden con su habitual socarronería, y aprovecha para darle una «'guantá' sin manos» a Trump, me acordé de la fantástica y cachonda entrevista que Mel Brooks me concedió, pero sobre todo de haberme sentido por un momento como Dustin Hoffman ante la irrepetible Señora Robinson.