Pablo Casado

Detrás de los gestos

“Cuando Pablo Casado machacó, literalmente, a Santiago Abascal, el líder del PP abrió una senda interesante que le puede llevar a recuperar el liderazgo político en nuestro país”

El presidente del PP, Pablo Casado, tras su intervención durante la segunda sesión del pleno en el que se debate la moción de censura
El presidente del PP, Pablo Casado, tras su intervención durante la segunda sesión del pleno en el que se debate la moción de censuraEUROPA PRESS/E. Parra. POOLEuropa Press

Después de la “salida” de Cayetana Álvarez de Toledo de la primera línea parlamentaria, Pablo Casado pasó unas semanas tratando de encontrar la temperatura correcta a su partido. Entre darle más o menos fuego, para que ni se le pasase pero que tampoco se le quedara crudo. A veces cuesta trabajo dejar las cosas en su punto. Cuando el jueves pasado machacó, literalmente, a Santiago Abascal, el líder del PP abrió una senda interesante que le puede llevar a recuperar el liderazgo político en nuestro país. No se trataba sólo de darle en la cabeza a VOX por la inutilidad de su moción de censura, sino también de colocar el debate político en el espectro de lo que es verdaderamente práctico para los ciudadanos, es decir, convertir el ejercicio político en un mecanismo para transformar la realidad o utilizarlo para la propaganda. Esto, tan simple como tomarse un vaso de agua, lo entendieron desde el primer momento en Andalucía cuando PP y Cs se dieron la mano para poner en marcha eso que ahora se llama “El Gobierno del cambio” tras 38 años de poder socialista y toneladas de sumarios por casos de corrupción en los juzgados. Detrás de la marcialidad en las formas, los mentones al cielo y la apropiación de valores y símbolos que son de todos los españoles, si luego no hay programa y alternativa a la gestión toda esa parafernalia se queda en eso, en un decorado de opereta sin guión que lo sustente. Lo acabamos de ver. Cuando Alejandro Hernández amenaza con bloquear la aprobación de los presupuestos andaluces vuelve a anteponer la escena a la realidad, porque la responsabilidad de dar luz verde o roja a las cuentas presentadas por Juan Bravo incide directamente en la realidad de esos a los que dice defender Hernández. Si los gestos no se respaldan con un programa de reformas y con una alternativa real, no es complicado llegar al batacazo de Abascal en su moción de censura. Vamos, alcanzar la nada. Andalucía ya necesitaba a finales de 2018 un programa extenso de reformas, desde la llegada del Covid-19 mucho más y si VOX no termina de entender que en la política se está para acercar posturas y no para amenazar, lo terminará comprendiendo tarde o temprano en las urnas. Ejemplos hay.