Cultura
El universo imposible de Piranesi llega al Museo Carmen Thyssen de Málaga
Espacios arquitectónicos inventados, galerías, pasadizos y escaleras a ninguna parte en la nueva muestra temporal
Espacios arquitectónicos inventados, galerías, pasadizos y escaleras que no conducen a ninguna parte o la recreación de edificios que nunca existieron conforman el particular universo de Giovanni Battista Piranesi (1720-1778), que protagoniza la nueva exposición temporal del Museo Carmen Thyssen de Málaga. Fue un arquitecto que construyó muy poco, pero que trasladó su creatividad a más de un millar de grabados al aguafuerte sobre planchas de cobre a lo largo de su carrera, como resaltó en la presentación la directora artística del Museo Carmen Thyssen y comisaria de la exposición, Lourdes Moreno.
Con una gran maestría y un dominio de la sombra o del claroscuro, pese a vivir en el siglo XVIII, su influencia se mantuvo muchos años después en la literatura o incluso el cine. Lo primero que llama la atención es el gran tamaño de los grabados, que tuvieron éxito comercial en vida del artista veneciano, quien los vendía frecuentemente a los grandes viajeros ingleses o centroeuropeos de la época, interesados en «la recuperación de edificios grandilocuentes», apunta Moreno.
Entre sus obras más conocidas están las que representan cárceles, con estancias imposibles en las que aparecen individuos torturados, todo en un ambiente «tenebroso que roza lo trágico», según la comisaria
Se trata de un autor «visionario» y de un adelantado a su tiempo, cuyas imágenes inspirarían después a Fritz Lang en su película «Metrópolis», al también cineasta Serguéi Eisenstein o, en la literatura, a Víctor Hugo, Balzac, Borges o Umberto Eco en «El nombre de la rosa».
Los catorce aguafuertes que se exponen en Málaga son una pequeña selección de los extensos fondos de este autor con los que cuenta el Museo de Bellas Artes de Valencia.
Su director, Pablo López, calificó a Piranesi como «un hijo puro de la Ilustración que vivió en el momento más racional de la cultura europea» y que sintió «una gran fascinación por la arqueología», un sentimiento extendido en la Europa de ese momento. Cuando representa unas ruinas arqueológicas, no lo hace con una perspectiva ortogonal clásica, sino oblicua, «como un escenógrafo», y utiliza otras visiones como el picado o el contrapicado, señaló López.
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