Letras atlánticas
Haruki Murakami
“Ignoro los requisitos de la Academia sueca para otorgar el premio literario pero conozco su folklore y sus ritos como las apuestas, los avatares geográficos y las famosas ausencias”
Reconozco que no tenía la menor idea de quién es Abdulrazak Gurnah, así que cuando anunciaron su Premio Nobel de Literatura 2021, lo gugleé. En la RAE todavía no existe el verbo guglear, pero lo usamos todo el tiempo entonces lo escribo oralmente. Guglear está en el observatorio de palabras, así con e, como el verbo crear.
Te decía que tuve que guglear al ganador del Nobel de Literatura Abdulrazak Gurnah porque no lo conocía y no he leído nada suyo. Ahora sé que es un escritor tanzano que vive en Reino Unido hace más de cincuenta años, autor de diez novelas en inglés y tres traducidas al español dos en los noventa y una a principios del dos mil. Veinte años atrás. Todos los días se aprende algo. La cuestión es que a mí no me invita a leer a Gurnah el hecho de ganar el Nobel. Yo elijo mis lecturas porque me gusta quien escribe, su estilo, su palabra, su intención y debo tener un gusto poco premiado porque mis autores preferidos no merecen el premio, y mis autoras menos todavía ya que hay poquísimas escritoras en la historia del Nobel.
Ignoro los requisitos de la Academia sueca para otorgar el premio literario pero conozco su folklore y sus ritos como las apuestas, los avatares geográficos y las famosas ausencias.
Murakami es uno de mis autores preferidos, adoro su prosa poética, minutísima y genial. Disfruto sus cuentos como poemas anchos y vívidos, enlazados con símbolos y emociones tan personales que abarcan el universo. Cada vez que llega «el momento nobel» siento que Murakami padece o disfruta lo que la Academia sueca destinó a Borges, el no de cada año, antes a Borges, actualmente a Murakami.
La Academia hace su marketing, elige a los mejores de la época y los usa para agitar opiniones, hacer ruido en la prensa, generar movidas en redes, facturar y captar compradores de premios que quizás no leen el libro, pero lo compran. Listo. Misión cumplida.
Murakami es maravilloso y te recomiendo que leas su nuevo libro «Primera persona del singular», ocho cuentos espléndidos.
El primero «Áspera pierda, fría almohada» es un tributo a la poesía japonesa, hilado con tanka, esos breves poemas que contienen mensajes secretos de amor y la poderosa energía del instante. Es un himno a la escritura, a los cajones donde guardamos papelitos y cuadernos con anotaciones íntimas y secretas de la primera persona del singular. En el cuento, el cuaderno está cosido con hilo de cometa. En la portada hay pájaros blancos con colas color cometa. Hay una mujer que lleva un bolso con un vinilo estampado, una música viajera. Hay un paisaje verde en el fondo y la luz del sol sobre ella. Hay Haruki, que significa primavera y luz, iluminación.
En ese cuento presiento la fusión de Murasaki Shikibu y Tawara Machi, dos poetas japonesas inmensas que atraviesan el tiempo con sus tanka.
En el cuento «Flor y nata» Murakami nos regala puro zen y los pequeños misterios del koan, una adivinanza oral, una pregunta que parece un juego y es tan íntima y profunda como el Yo, la primera persona del singular.
No pretendo contarte el libro entero, solo invitarte a leerlo, a recorrer las máscaras de ángel que usan los demonios y las caras de diablo que ponen algunos ángeles como coraza.
Al final del libro aparece la propia vergüenza y, como todo libro maravilloso, nos deja una pregunta íntima, una sensación de identidad con lo leído.
Cada época literaria tiene sus autores únicos, imposibles de imitar, irrepetibles, como Borges en el XX, Murakami en lo que va del XXI, poetas de fondo que escriben más allá de las academias y los veredictos, escriben por amor a las palabras, con honor poético, con dos armas en las manos, la memoria y los sueños, que son pájaros, que son peces, que son semillas, que son amarillo fuego.
Si hacemos la lista de los ganadores del premio y los que no, vemos dos bibliotecas, una personal y otra que en general no hemos leído y quizás no leeremos.
En la biblioteca de mi primera persona del singular hay apenas una docena de nombres del Nobel, Wislawa, Juan Ramón, Neruda, Quasimodo en una linda docena de premiados que comparten estantes con cientos de nombres sin el premio como mi querido Borges, Murakami, Machado, Gloria, Federico, Eluard y una lista interminable de personas que me regalan emociones infinitas en cada relectura.
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