"Letras atlánticas"

Poetas, poetisas y poetos

“Actualizar el diccionario ya no es como antes, ya no funciona la reunión de algunas personas que toman decisiones y punto”

Fotografía del Diccionario de la Real Academia
Fotografía del Diccionario de la Real AcademiaRAERAE

La última actualización del diccionario de la RAE y ASALE nos colma de nuevas palabras aceptadas por la Casa Madre de la Lengua y sus Hijas. Nos ponemos al día tecnológicamente en modo espanglish con fusiones como bitcoin, bot, ciberacoso, ciberdelincuencia, criptomoneda, geolocalizar, webinario y cortapega. También actualizamos la gastronomía interregional española con cachopo, papajote, sanjacobo o rebujito y aceptamos la quinua quechua y la crudité francesa. Incorporamos el lenguaje pandémico: cubrebocas, hisopado, covidiota y expresiones compuestas como «burbuja social» y «nueva normalidad» o especialidades como emergenciólogo y urgenciólogo.

Todo parece fluir amablemente, incluso para la sexualidad y el género, con algunas novedades: poliamor, transgénero, cisgénero o pansexualidad. Lo que parece más complicado es salir del genérico masculino; aparecen informes de muchos folios amparados en la gramática, que envejece como todo, y referencias a la redacción constitucional española, que refleja palabras y costumbres del siglo XX.

Hace veintidós años que estamos en el XXI, quizás por eso aparecen las bitcoins y los webinarios, pero se sostiene el genérico masculino por documentados motivos gramaticales y de redacción constitucional y porque, según la RAE, «el desdoblamiento gramatical del lenguaje inclusivo altera la economía del idioma». Estos desdoblamientos se aceptan en algunos casos, niños y niñas, y se recomienda el uso del genérico «personas»: personas españolas en vez de «los españoles».

Me interesa «la economía del idioma» que argumenta la RAE porque quizás podemos empezar por quitar del diccionario palabras innecesarias a ver si conseguimos actualizarnos y ahorrar al mismo tiempo.

Por ejemplo, la palabra poeta es generosa, inclusiva y sabia como la poesía, sin embargo, la Academia acepta la palabra «poetisa» como opción femenina de poeta, aunque no refiere a poeto como opción masculina porque, como todo es genérico masculino, no hace falta.

Una palabra hermana como atleta no registra la opción «atletisa», es decir, que las y los atletas son atletas, pero las mujeres poetas son «poetisas».

Yo soy poeta de toda la vida y cuando me llaman poetisa explico que soy poeta, sencillamente. Gloria Fuertes tiene un poema genial que dice: «Hago versos señores, hago versos, pero no me gusta que me llamen poetisa». Y para que nadie lo olvide, en su tumba se lee: poeta de guardia.

El poema de Gloria es de la época de la redacción constitucional y, con la misma gramática vigente todavía, no forma parte de la «movida en Twitter» que sorprende a la Academia con miles de tuits pidiendo que se actualice el lenguaje por algo mejor que el genérico masculino.

No sé qué opinan las atletas, pero imagino que les sonaría raro que las llamemos «atletisas». Es contradictorio trabajar por la inclusión y estropear las palabras inclusivas. Quizás la enorme cantidad que tiempo y palabras que se invierten en redactar informes larguísimos con base en el pasado, podrían reciclarse en horas vitales por las palabras necesarias del presente.

No suelo usar mayúsculas en mi escritura porque las guardo para ocasiones especiales como ésta, cuando necesito alzar la voz para que algo que pasa curiosamente desapercibido, suene y haga ruido.

Tomemos la palabra poeta como ejemplo inclusivo y ahorremos enlaces de poeta a poetisa de poetisa a poeta y un laberinto inútil. La vida cambia, lenta como los siglos, pero cambia, y ahora es más dinámica porque las redes nos comunican sin límites de tiempo y espacio, entonces las antiguas y crueles losas del XIX al XX no existen entre el XX y el XXI. Los muros ahora están en Facebook y los lee el mundo. Muros con autotraducción porque tampoco existen ya las barreras del idioma. Actualizar el diccionario ya no es como antes, ya no funciona la reunión de algunas personas que toman decisiones y punto; el diccionario online no reconoce las paredes de la sala de reunión y el lenguaje fluye orgánicamente, sin límites, muros, losas ni paredes.

También es necesario aprender a comunicar en las redes; no vale el lenguaje académico usual de conferencias, discursos y monólogos en general. Las redes se basan en el diálogo y el intercambio, no en palabras absolutas. Cuando @RAEinforma declara que «lo que comúnmente se ha dado en llamar ‘lenguaje inclusivo’ es un conjunto de estrategias que tienen por objeto evitar el uso genérico del masculino», la RAE debería intuir que comparar la inclusión en el lenguaje con un «conjunto de estrategias» es un error brutal de comunicación.

Recomiendo a académicos y académicas de la Lengua la lectura de Gloria Fuertes, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Jorge Luis Borges, Rosalía de Castro, Alfonsina Storni y una eterna lista de poetas para aliviar el peso de los siglos con ayuda de esa cosa liviana, alada y sagrada que es la poesía.