Entrevista

El arzobispo de Sevilla sobre el cartel de la Semana Santa: «Hay que fijar la mirada en el Señor y no gastar tiempo en polémicas»

José Ángel Saiz Meneses defiende la vida cofrade: «No somos unos fundamentalistas que creen mucho y luego no estudian ni leen»

José Ángel Saiz Meneses, arzobispo de Sevilla
José Ángel Saiz Meneses, arzobispo de SevillaBelén VargasLa Razón

Cada cuaresma en Sevilla va acompañada de una polémica. Este año el discutido cartel de la Semana Santa, obra de Salustiano, ha acaparado todas las miradas. El arzobispo, José Ángel Saiz Meneses, pasa página y reclama «fijar la mirada en el Señor».

Quedan 40 días para la Semana Santa. ¿Cree que el fenómeno cofrade a veces se sobredimensiona en Sevilla? Se exageran polémicas, hay preocupación por temas menores como recorridos y horarios y se desatienden aspectos espirituales.

La Semana Santa se compone de muchos elementos que debemos saber priorizar. En Sevilla particularmente tiene unas dimensiones inmensas. La piedad popular es un tesoro en la vida de la Iglesia que hemos de cuidar, acompañar y ayudar a potenciar. Ya no es algo reservado a la gente iletrada. Cuando los obispos de España estuvimos con el Santo Padre le comenté que recibo con frecuencia a juntas de gobierno de hermandades, donde hay catedráticos de universidad, empresarios, abogados, economistas, médicos, ingenieros, obreros, personas que están en el paro, inmigrantes... Es una realidad transversal, como la misma Iglesia. Es una forma de vivir la fe en la que prima la belleza y ayuda a muchas personas.

¿Le gusta el cartel de la Semana Santa?

La Semana Santa es la celebración del misterio pascual del Señor, la pasión muerte y resurrección. Comenzamos la cuaresma, que es un tiempo de preparación para vivir intensamente y recibir todos los frutos que el Señor nos quiera conceder en la Semana Santa. Ahora hemos de concentrarnos en lo que la Iglesia nos recomienda, que es conversión, prácticas cuaresmales como la oración, el ayuno y la limosna y fijar la mirada en Cristo. Ahí tenemos que concentrar toda nuestra atención y lo demás queda aparte.

¿Le parece desproporcionada la polémica que se ha generado en torno a esta obra?

Fijar la mirada en el Señor es lo que debemos hacer todos y no gastar tiempo ni energías en polémicas.

José Ángel Saiz Meneses, arzobispo de Sevilla
José Ángel Saiz Meneses, arzobispo de SevillaBelén VargasLa Razón

En diciembre se celebrará el II Congreso de Hermandades y Piedad Popular. ¿Cuál es su objetivo?

Aprovechando la ocasión de los 25 años del primer congreso, creímos que era oportuno celebrar un segundo encuentro para actualizar, profundizar, revisar, mejorar en todo lo que se pueda y motivar la vida de las hermandades. Hay tres pilares contemplados en las reglas de las hermandades: cultos, formación y caridad. Sobre eso versará el congreso. Otro elemento es la evangelización, que es transversal. Todo ello mostrando la vitalidad de la piedad popular. Viajo a Roma cada mes a uno de los dicasterios de los que soy miembro y me preguntan por las hermandades de Sevilla. Son 700 y la más numerosa tiene 19.000 hermanos. Es una multitud inmensa. Hemos de ayudar a que esta multitud de fieles viva su fe en profundidad. No somos unos fundamentalistas que creen mucho y luego no estudian ni leen.

También será una oportunidad para mostrar el vigor de esta realidad en Andalucía. ¿En el sur se llenan las iglesias gracias a las hermandades?

No solo por las hermandades, pero en buena parte sí. En Sevilla hay 264 parroquias con mucha vida, 125 comunidades religiosas de vida activa, 34 comunidades de vida contemplativa, realidades eclesiales como el camino neocatecumenal o el Opus Dei y después 700 hermandades que también están presentes en todos los lugares. Es una familia diocesana grande y muy completa. Las hermandades, por dimensión e historia, tienen mucha relevancia. En Sevilla la misma sociedad civil en buena parte está vertebrada por las hermandades.

¿Veremos al Papa en Sevilla con ocasión de este congreso?

Eso es muy difícil. Lo invitamos y ya le gustaría a él. Por un lado está la edad, tiene 87 años, los achaques. Por otro, ha apostado por las periferias. A los países grandes de antigua cristiandad, como Francia, Alemania, países del Este, España y Portugal, no ha viajado. Sí lo ha hecho a países pequeños donde los cristianos son minoría e incluso están perseguidos.

Los agricultores están llevando a cabo numerosas protestas. ¿Comparte sus reivindicaciones?

Las comparto sustancialmente. Tienen derecho a defender su dignidad y que su trabajo tenga un rendimiento. Debemos apoyar a nuestros hombres y mujeres del campo porque si no, hoy en día, al final, los nuestros son los que salen perdiendo y eso no puede ser.

En muchas ocasiones ha mostrado su preocupación por la sequía. ¿Cree que el cambio climático es una realidad?

Es un tema complejo y nuevo. Es cierto que el mandato de Dios en el libro del génesis –«creced, multiplicaos y dominad la tierra»– quiere decir que toda esta obra creada nos es entregada para cuidarla, trabajarla y perfeccionarla, no para destruirla. El abuso de la explotación de la tierra o de la técnica puede llevar a poner en peligro la existencia del planeta.

Vivimos un momento de mucha crispación política, con medidas del Gobierno que provocan rechazo social. ¿Qué papel juega la Iglesia en este contexto?

La Iglesia respeta la autonomía de las realidades temporales y no ofrece soluciones técnicas en el ámbito económico o político. Ofrece criterios para iluminar esas realidades, basados en el Evangelio, en las sagradas escrituras y en la doctrina social. Esos criterios van encaminados a la construcción de una sociedad basada en la paz, la justicia y la fraternidad.

La muerte de dos guardias civiles en Barbate ha conmovido a la sociedad española. La realidad de la droga sigue estando muy presente, sobre todo entre los jóvenes. ¿Le preocupa la falta de empleo entre los más jóvenes, que muchas veces les lleva a vincularse a estas prácticas?

Llamé al obispo de Cádiz para expresarle nuestra solidaridad, apoyo y oración por las familias y los fallecidos. Es una realidad terrible y en parte se retroalimenta por la falta de empleo. Vivimos un momento en que la ciencia avanza y eso supone que se pierden lugares de trabajo. Hay que combinar los avances con la redistribución del trabajo y la riqueza.