Opinión/ Méritos e infamias

El chiringuito andaluz

"Nuestros responsables políticos insisten en que todavía existe margen para que venga más gente a visitarnos, que aún no se ha colmatado el mercado"

El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, en Fitur
El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, en FiturEfeAgencia EFE

Dicen los expertos y las tablas del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) que una de cada cuatro casas en España se dedica a alojamiento turístico. El dato, así sin más, te puede dejar un poco frío, pero si miras el mapita de la península observas que no queda casi ni un resquicio libre de la plaga del “apartamento exclusivo a cinco minutos del centro”.

Pero nuestros responsables políticos insisten en que todavía existe margen para que venga más gente a visitarnos, que aún no se ha colmatado el mercado, que podemos tragar más, en definitiva. Deben tener razón, y sólo nos falta que en ciertas ciudades andaluzas los indígenas o habitantes originales trabajemos de extra, haciendo como que vamos a comprar el pan, recogiendo a los niños del colegio o saliendo de la peluquería para acabar en una red social formando parte del circo y sonrientes.

Piensen que las tres grandes industrias mundiales son, en este orden, el armamento, la publicidad y el turismo. Recuerden cómo nos frotábamos las manos en el sur de Europa cuando las revueltas árabes frenaban las reservas en Egipto o Túnez.

Pasar varias horas en Fitur confirma las peores expectativas y te permite entender cómo Andalucía se ha convertido en un gigantesco chiringuito. Da igual el mes del año, el destino, el clima o el dinero que se lleve en la cartera; todo se vende constantemente, sin fin. Se ha puesto de moda una palabra tan inquietante como inocente a primera vista, la dicen desde los dueños de los restaurantes hasta el último concejal de una villa perdida en la sierra: “desestacionalizar”, que significa abierto 24 horas, siempre, no hay fin, el show es constante, sin descanso.

El turismo funciona con la misma lógica perversa que las redes sociales, donde el algoritmo te redirecciona, condiciona tus intereses, te facilita el acceso a tus deseos y lo mejor de todo, no se acaba nunca. Siempre tienes un enlace al que acudir, siempre tienes una procesión que ver, las luces de la feria no se acaban jamás, el chiringuito andaluz nunca se cierra.