Historia

El largo camino hacia la santidad de Mañara

Tras un profundo proceso de conversión, se dedicó a cuidar de los enfermos y desvalidos en la Sevilla del siglo XVII

Estatua de Miguel Mañara, obra de Antonio Susillo
Estatua de Miguel Mañara, obra de Antonio SusilloKiko HurtadoLa Razón

«Aquí yacen los huesos y cenizas del peor hombre que ha habido en el mundo». Es el epitafio que figura en la tumba de Miguel Mañara, declarado venerable en 1985 y cuya causa de beatificación continúa dilatándose en el tiempo a pesar de tener reconocidas sus «virtudes en grado heroico». Mañara nació en Sevilla el 3 de marzo de 1627 en el seno de una familia de mercaderes de origen corso. Su padre, Tomás Mañara, se casó con Jerónima Anfriano Vicentelo e hizo fortuna en el mundo del comercio con las Indias, consiguiendo una posición de prestigio para su familia.

Mañara vivió en una Sevilla plagada de contrastes. Una ciudad que en el siglo XVII hervía con los negocios vinculados a las Indias, poderosa y rica. Es por ello que albergó destacadas obras del barroco, un movimiento artístico inseparable de la Contrarreforma y que dejará en Sevilla un patrimonio difícil de igualar en Europa. Pero también estuvo marcada por la pobreza, la epidemia de peste y la sequía, con consecuencias letales para la población.

En 1661, a raíz de la muerte de su esposa, Mañara sufrió una profunda crisis personal que le llevó a cuestionarse su forma de vida. En breve tiempo empezó un proceso de conversión y penitencia. Comprendió lo efímero de lo terrenal y decidió abrazar la vida religiosa retirándose como ermitaño a la sierra de Ronda. Tras varios meses transcurridos en soledad, templado por la práctica de ascetismo, volvió a Sevilla como hombre profundamente renovado, dispuesto a llevar a cabo una labor grata a Dios y a satisfacer las exigencias de su conciencia. Consciente de las penurias y dificultades de los más humildes, refundó la hermandad de la Santa Caridad, creando primero un hospicio y luego un hospital que hoy en día sigue dando cobijo a ancianos sin familia. Junto a ello, impulsó la construcción de la iglesia de San Jorge, un portentoso templo barroco en el que colaboraron grandes amigos suyos como Valdés Leal, Murillo, Bernardo Simón de Pineda o Pedro Roldán. Nada más y nada menos que los artistas más destacados del barroco sevillano.

Fachada de la iglesia de San Jorge
Fachada de la iglesia de San JorgeKiko HurtadoLa Razón

Según José Ignacio del Rey, consiliario para la beatificación de Mañara, el primer hospicio llegó a atender a 3.000 personas al año y en el hospital eran admitidos los enfermos a los que se le negaba el ingreso en otros que existían en la ciudad, como el de la Sangre o de las Cinco Llagas. Hoy en día el espíritu de Mañara sigue impregnando la labor diaria de la hermandad de la Caridad, de la que fue hermano mayor: dar entierro a los hermanos y acogidos y el cuidado de los ancianos, unos 85 en una residencia con silenciosos patios y estancias históricas. «Para ser acogido hay que cumplir un triple requisito: pobreza, soledad y ancianidad», apunta Del Rey.

¿Le ha dado Sevilla el sitio que merece Mañara? «Es considerado un sevillano ilustre, tiene un jardín con una estatua y también su figura aparece en la galería de sevillanos del Palacio de San Telmo. Fue caballero de la orden de Calatrava e hizo mucho por la ciudad. El reconocimiento histórico lo tiene, pero otra cosa es la cuestión devocional», asegura Del Rey, quien apunta que a su muerte «se produjeron escenas en Sevilla muy parecidas a las de la plaza de San Pedro cuando murió San Juan Pablo II. La gente sabía que se había muerto un santo».

Uno de los patios del hospital de la Santa Caridad
Uno de los patios del hospital de la Santa CaridadKiko HurtadoLa Razón

En 2027 se conmemora el cuarto centenario del nacimiento de Mañara y en 2029 el 350 aniversario de su muerte. La hermandad quiere celebrar por todo lo alto ese bienio, fomentando su devoción como «paladín y abogado de las causas de los pobres y desesperados». Mientras, la corporación está abonando la efeméride con una exposición sobre su vida y obra titulada «Mañara, el tesoro de la Santa Caridad». El pasado 9 de mayo, fecha en la que se recuerda su muerte, se ofició una misa solemne y los hermanos velaron sus restos. También hubo una jornada de puertas abiertas, con visitas a la iglesia, la cripta y el cabildo bajo.

La devoción a Mañara se fue enfriando con el paso del tiempo. El cardenal Spínola, hermano de la Santa Caridad, impulsó el proceso de beatificación, cuyo primer paso se materializó en 1985 con la declaración de venerable. Para ser considerado beato se necesita un milagro y, posteriormente, otro para ser definitivamente santo. Un largo proceso que lo lleva a cabo, en primera instancia, la Iglesia diocesana y que culmina en el Vaticano.

A la casa de la calle Temprado llegan muchos favores por su intercesión y alguna que otra curación inexplicable desde el punto de vista médico. La hermandad anima a encomendarse a Mañara para que sea elevado a los altares más pronto que tarde.