Patrimonio

De sede masónica a casa de las letras andaluzas

Las paredes que actualmente albergan al Centro Andaluz de las Letras, en Málaga, guardan tras de sí una larga historia de más de un siglo

Fachada del Centro Andaluz de las Letras (CAL)
Fachada del Centro Andaluz de las Letras (CAL)EP

Las paredes que actualmente albergan al Centro Andaluz de las Letras (CAL), en Málaga, guardan tras de sí una larga historia de más de un siglo en la que han sido sede de un círculo masónico o de la Sección Femenina de la Falange, que expedía aquí los certificados de idoneidad para el matrimonio.

Recordar la singladura de este inmueble permite además rescatar la figura de quien lo erigió en 1907, Victoriano Benítez Rosales, como resalta en una entrevista con EFE el periodista y escritor Pablo Bujalance, autor del libro "Álamos, 24. Historia de un edificio", editado por el CAL con motivo de su 25 aniversario.

Bujalance se remonta incluso hasta antes de que existiera el edificio, puesto que este se ubica en el trazado de la muralla medieval de la ciudad construida en el siglo XI y aprovecha algunos de sus elementos.

"Cuando en el siglo XIX se autoriza a construir en esa acera de la calle Álamos, allí estaba el doble foso de la antigua muralla, que había pervivido hasta el siglo XVIII, y ese foso se utilizó para el alcantarillado".

Tan es así que, durante la rehabilitación del inmueble como sede del CAL, apareció ese antiguo foso, lo que obligó a nivelar el vestíbulo y a elevar el estrado del actual salón de actos para preservarlo.

De vuelta a la figura de Victoriano Benítez Rosales, fue un gran personaje y un médico pionero nacido en 1857 en el seno "de una familia presumiblemente acomodada, tanto como para enviarle a estudiar Medicina a la Sorbona de París en aquella época".

"Tenía unas ideas muy revolucionarias en las especialidades de pulmón y de corazón, sobre todo en el tratamiento de la tuberculosis, e incluso escribió con mucho empeño al rey Alfonso XIII para indicarle las medidas que había que tomar a nivel social para parar esa enfermedad", resalta Bujalance.

Benítez Rosales estudió Medicina por influencia familiar, pero sentía pasión por la arquitectura, lo que le llevó a diseñar los planos de este edificio, aunque se desconoce qué arquitecto revisó el proyecto.

Se decía que pudo ser el afamado Fernando Guerrero Strachan quien diseñó la fachada, pero el autor del libro no lo ha podido confirmar ni siquiera en los archivos del Colegio de Arquitectos.

Pese a sus tratamientos pioneros, parece que a Benítez Rosales "el negocio no le fue muy bien, hizo una inversión enorme que no rentabilizó" y se vio obligado a desprenderse del edificio que había acogido su clínica, que pasó a tener uso principalmente residencial, aunque en esos años también acogió las reuniones de un círculo masónico.

"Después de la represión que había sufrido en momentos anteriores, en los primeros años del siglo XX y hasta la Guerra Civil la masonería disfrutó de cierta tolerancia, en Málaga durante la República se llegaron a publicar dos periódicos masónicos y había una actividad importante".

De ello dio fe el periodista Juan Rejano en sus crónicas sobre la vida social y el ambiente de la Málaga de la época, en las que dio "seña exacta" de la existencia de un círculo masónico en este lugar.

El siguiente episodio histórico del que fue testigo este edificio son los disturbios de mayo de 1931, recién proclamada la República, cuando fue asaltado el cercano convento de la Encarnación para quemar sus imágenes religiosas, lo que obligó a huir a las monjas que residían allí.

Tras la Guerra Civil, el inmueble fue durante un largo periodo sede de la Sección Femenina de la Falange, algo "que ya está en la memoria de mucha gente, sobre todo mujeres", apunta Bujalance.

Dentro de la maquinaria propagandística del franquismo, en sus dependencias se adiestraba en el folclore tradicional y miles de mujeres fueron formadas también con cursos sobre religión, espíritu nacional, economía doméstica, cocina, corte y confección, higiene o medicina elemental.

Estos conocimientos eran necesarios para obtener en este edificio el certificado de idoneidad para el matrimonio, que fue de obligatoria adquisición durante casi todo el régimen franquista.

Una vez desaparecida la dictadura y la Sección Femenina, continuó en el inmueble la actividad de coros y danzas, pero ya como academia privada.

Incluso en los primeros años de uso como sede del CAL, que ocupaba entonces solo la planta superior, donde tenía su despacho el poeta cordobés Pablo García Baena, primer director de la institución, llegaban desde la planta baja los sonidos de las castañuelas y taconeos de esa academia.

Tras unos largos trámites burocráticos de diez años, el CAL consiguió la propiedad completa del edificio, lo que permitió emprender su rehabilitación integral, en la que fue preservada la fachada y se vació totalmente su interior para dotarlo de espacios como un salón de actos, oficinas, almacenes, despachos, archivos y bibliotecas.

Como apunta Bujalance en el libro, "el edificio que mandó construir el médico Victoriano Benítez Rosales para su clínica procura, bajo la titularidad del CAL, una sanación distinta en cuanto a diagnósticos y procedimientos, pero no menos urgente y necesaria". EFE