Sociedad
"Amar como único propósito”, el canto a una hija de 20 años fallecida por una deficiencia cardiaca no detectada
El psicólogo José María García García presenta su segunda obra de poemas de amor hacia su pareja, a la que conoció en las redes sociales, y prepara un nuevo libro titulado “La muerte no existe”
Esta nueva obra de poemas del psicólogo/psicoterapeuta con consulta en Sevilla y escritor está dedicado a su única hija que murió a causa de una miocardiopatía dilatada hace dos años. Durante un tiempo el autor no podía hablar sobre su hija, pero gracias a sus amigos, a su trabajo como psicólogo clínico y sobre todo a su pareja pudo volver a escribir poemas. La muerte de su hermana, con quién vivía cuando ella había terminado la carrera de medicina, y la pérdida de su madre cuando José García tenía tan sólo 11 años fue lo que le condujo a ayudar a los demás, tras superar “aquellos períodos de oscuridad y depresión” y fue lo que le convenció de que él quería ser psicólogo tras acudir a la consulta de un colega para superar estos duelos. Los poemas de amor de esta obra que tiene un doble propósito se inspiran en la pareja del autor, Ana Córdoba, a la que conoció en las redes sociales y recuerdan a su joven hija fallecida por un problema cardíaco.
Este segundo libro de poemas está dedicado también a la persona que conociste a través de las redes sociales, ¿no?
El amor que sentí hacia ella desde un principio se ha hecho cada vez más y más grande. En ese y en muchos otros sentidos doy gracias a internet y a las plataformas de citas porque de lo contrario no la habría conocido nunca. Este tipo de herramientas tecnológicas hacen crecer exponencialmente las posibilidades que tenemos de conocer a personas que comparten con nosotros gustos y aficiones. Obviamente, también entrañan peligros; pero por lo general son capaces de conectarnos los unos a los otros a pesar de la distancia. En mi opinión, el gran mal de nuestro tiempo es la soledad.
Aunque son poemas de amor a Ana Córdoba dedicas el libro a tu hija.
Mi hija murió a causa de una miocardiopatía dilatada hace dos años. La estaban viendo especialistas en cardiología y alergólogos y le habían hecho numerosas pruebas en las que debía haberse detectado la dolencia. La causa todavía está abierta en el juzgado.
¿Escribiste el libro de poemas antes? ¿Está ella en el libro?
Sólo la primera parte. Durante las primeras semanas no sólo no podía escribir, sino que ni tan siquiera era capaz de hablar sobre ella. No había nada que decir. De hecho, jamás desde entonces he escrito nada ni a mi hija ni sobre ella. Con el tiempo, en agradecimiento, aunque sobre todo por amor a Ana Córdoba, recuperé la poesía. En un momento dado me di cuenta de que en el amor que sentía por mi pareja había algo infinitamente más grande que me conectaba con todo y, también, con mi hija. Además de eso, trabajar con mis pacientes en psicoterapia y la ayuda de Ana y de algunos amigos es lo que fundamentalmente me ha sostenido.
¿Cómo pudiste trabajar con el sufrimiento de las personas que acompañas como psicólogo?
En mi opinión, la de un psicólogo humanista, además de la preparación técnica y la experiencia, lo que mayormente hace posible la ayuda a un ser humano es la escucha y el amor. Como decía Carl Rogers, la psicoterapia es un encuentro entre dos seres humanos. Cuando se da la apertura y la confianza entre dos seres humanos lo que sucede entonces va más allá de las palabras y los conceptos y el verdadero ser de la persona aflora. Somos infinitamente más de lo que nos han dicho que somos y fundamentalmente estamos hechos, además de polvo de estrellas, de amor.
La espiritualidad parece estar presente en el libro de poemas y muchas veces cuando hablas de amor pareces estar hablando de algo universal…
Amar, cada vez más profundamente es la única posibilidad de sobrevivir a algo semejante, esa es mi opinión. Hay tanto sufrimiento en el mundo que no puedes dejar de verlo. Eso mismo te acerca a los otros, a su dolor. El corazón se expande o, de lo contrario, te devora, esa energía se pudre en tu interior. Creo que esto último fue lo que sufrí al perder a mi madre con once años. No pude elaborar adecuadamente el duelo y durante años viví en una depresión profunda en la que únicamente anhelaba morir. Cuando cumplí los diecinueve años fue mi hermana, recién terminada la carrera de medicina quien murió. Vivíamos juntos. El no poder haber elaborado adecuadamente esos duelos fue lo que me empujó a acudir a la consulta del psicólogo para yo mismo hacer de paciente. Sanar aquel período de oscuridad y depresión fue lo que me convenció de que yo también quería ser psicólogo. Terminé la licenciatura de Filosofía, eso sí, pero luego cursé psicología. Jamás había sentido esa vocación antes. Sin embargo, cuando me encontré frente a mis primeros pacientes descubrí que me había pasado toda la vida escuchando a las personas y metiéndolas en mi corazón, forma parte de mi naturaleza. Porque realmente la gente me importa. Haber estudiado Filosofía, ser un buscador de la verdad y practicante de la meditación es algo que también me ayudó por aquellos entonces y ahora también.
¿En qué sentido te ha ayudado la filosofía?
A comprender e integrar algunos de los sucesos que viví después de la muerte de mi hija, sobre todo al principio. En psicoterapia, y en la vida en general, la misión más importante que hemos de llevar a cabo es la de escucharnos. La verdad está dentro, no fuera. Las tradiciones espirituales nos lo repiten sin cesar. Pocas semanas después de su muerte, sumido en la desesperación y la desolación, la escuché hablándome desde lo profundo de mi corazón y conversé con ella. Había en sus palabras una serenidad y una sabiduría que ella no tenía con sus veinte años; pero de inmediato supe que era ella. Es difícil de explicar y supongo que más todavía de entender. Lo cierto es que, durante más de una semana, en los momentos de más dolor, volvía a escucharla. Al principio, las dudas me asaltaban constantemente. No, porque estuviera volviéndome loco, cosa que en realidad no me preocupaba lo más mínimo, sino por el hecho de estar inventándomelo. No quería una falsa seguridad.
¿Qué te decía?
Que todo estaba bien, que las cosas habían sucedido como tenían que suceder. Yo le decía que la quería y ella me respondía que también. Una y otra vez le formulaba preguntas y ella respondía. Como psicoterapeuta sé que la verdad está al alcance de cualquiera que se detenga a escuchar su corazón.
Suena muy extraño. ¿Pudo haber sido una construcción de tu cabeza?
No lo creo. De todos modos, he de decirte que ninguna de estas vivencias que he tenido son suficientes. No vivo en una constante epifanía de contacto con lo divino, el ser, o como queramos llamarlo. Sin embargo, esas experiencias, acordes con todos los estudios que he venido realizando a lo largo de toda mi vida, me confirman la realidad de que lo que somos está velado por el sueño y la confusión de la mente.
Has dicho experiencias, ¿tuviste más?
Después de aquella vivida en las primeras semanas en casa de mi pareja, regresé a mi casa. Vivir allí solo, con todos los recuerdos de veinte años compartidos con mi hija, literalmente me mataba. Trabajar en psicoterapia con mis pacientes era una experiencia luminosa y cuando viajaba a Málaga para ver a mi pareja también. Pero estar a solas en lo que se supone que era mi hogar era desolador. Hasta que la casualidad me hizo conectar con una persona que había conocido en Madrid quince años atrás. Esta sí que es una experiencia que imagino pocos podrían entender y mucho menos creer. Pero yo sí lo vi claro desde el primer momento. Cuando esta persona, sin conocer para nada mi hija, juntó las manos en un gesto que era absolutamente característico de ella y lo acompañó de una repetición de palabras que mi hija frecuentemente empleaba, supe que lo que me decía era cierto. A través de esa persona me hizo llegar que solo quería que la recordara en los momentos en los que en vida había sido feliz. Las imágenes de sufrimiento y dolor que me asaltaban hasta ese momento desaparecieron por completo. Lo entendí como una petición real. Era hija única, así que lo cierto es que solo tenía que pedirme algo para que yo, si podía, accediera a ello de inmediato. Lo que me queda claro, en cualquier caso, es que el amor es lo único que puede rescatarnos, lo que nos hace trascender, lo que nos hace humanos.
¿En qué trabajas ahora, algún nuevo libro?
En estos momentos estoy escribiendo un libro al que voy a titular "La muerte no existe ". De nuevo el amor será el eje central porque la realidad es que el amor hace imposible la separación. En una de las contadas ocasiones en las que he hablado con la madre de mi hija, fue eso mismo lo que me dijo, que no existía en el universo una fuerza capaz de separarlas. Lo cierto es que cuando sucede algo semejante desde lo más profundamente de ti sabes, al menos ese fue mi caso, que algo infinitamente más grande a aquello que nos han contado existe.
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