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¿Por qué los cocodrilos comen piedras? La curiosa ventaja evolutiva que explican los científicos
Esta función de los saurópsidos se mantiene como una solución adaptativa eficaz desde hace millones de años

Por extraño que parezca, uno de los comportamientos más desconcertantes de los cocodrilos, tragar piedras enteras, es en realidad una estrategia evolutiva con fundamentos fisiológicos y mecánicos sorprendentes. Lejos de ser una rareza sin explicación, esta práctica ancestral, conocida como litofagia, cumple varias funciones clave que ayudan a estos reptiles a prosperar en ambientes exigentes.
Las piedras como herramientas digestivas
En la naturaleza, muchas especies carecen de los medios anatómicos para procesar su alimento de la forma en que lo hacen los mamíferos. Los cocodrilos, por ejemplo, poseen mandíbulas poderosas y dientes puntiagudos, pero no mastican su comida. En cambio, desgarran grandes trozos de carne que luego tragan enteros. Esta forma de alimentación impone un reto al sistema digestivo, y ahí es donde entran en juego los gastrolitos, como se denominan científicamente a las piedras ingeridas.
Dentro del estómago, los gastrolitos actúan como un mecanismo de molienda rudimentario. Su movimiento, potenciado por la contracción de los músculos gástricos, permite que los fragmentos de comida se trituren de manera más eficiente. En otras palabras, las piedras suplen la función de los dientes masticadores, ayudando a descomponer los alimentos y facilitando la absorción de nutrientes.
Este fenómeno no es exclusivo de los cocodrilos. Diversas especies de aves, reptiles e incluso algunos dinosaurios extintos empleaban esta misma táctica para mejorar la digestión. En el caso de los cocodrilos, se ha observado que pueden retener estas piedras durante largos periodos, y que su número y tamaño varían según la especie y el entorno.
¿Lastre o timón? El papel de las piedras en la flotación
Más allá de la digestión, se ha especulado que los gastrolitos podrían tener otra función inesperada: la de actuar como lastre. En teoría, el peso adicional de las piedras podría mejorar la estabilidad del cocodrilo mientras se desplaza por el agua, permitiéndole sumergirse más fácilmente o controlar mejor su flotabilidad. Algunos estudios en especies afines, como caimanes y aligátores, han planteado que este "balasto natural" podría conferir una ventaja al momento de acechar presas sin ser detectados desde la superficie.
Sin embargo, esta hipótesis tiene detractores. Para que los gastrolitos influyan de manera significativa en la flotación, tendrían que representar una fracción considerable del peso total del animal, algo que no siempre ocurre en la práctica. Aun así, se considera plausible que, en determinadas circunstancias, las piedras contribuyan sutilmente al equilibrio hidrodinámico.

Una costumbre con raíces prehistóricas
El hecho de que los cocodrilos coman piedras no es una invención reciente, ni mucho menos. La evidencia fósil sugiere que esta costumbre se remonta a millones de años. Diversos dinosaurios herbívoros, como los saurópodos, también tragaban piedras para ayudar a descomponer las plantas fibrosas que formaban parte de su dieta. Esta continuidad a lo largo del tiempo sugiere que la litofagia ha sido una solución adaptativa eficaz, conservada a lo largo de la evolución en varias líneas evolutivas.
En los cocodrilos, este rasgo se ha mantenido vigente porque complementa un estilo de vida que combina eficiencia energética con eficacia depredadora. Su metabolismo lento les permite pasar largos períodos sin alimentarse, y cuando cazan, lo hacen de forma oportunista y voraz. Ingerir grandes cantidades de alimento y procesarlas lentamente es una ventaja evolutiva que los gastrolitos ayudan a potenciar.
Lo que a simple vista podría parecer tragar piedras como una conducta absurda resulta ser una estrategia compleja con múltiples beneficios. La litofagia en cocodrilos ilustra cómo la evolución moldea comportamientos que, aunque peculiares, tienen un propósito funcional claro.
Ya sea para facilitar la digestión, mejorar la movilidad en el agua o como un legado de sus antepasados dinosaurios, el hábito de comer piedras demuestra que, en la naturaleza, incluso los detalles más insólitos pueden tener sentido cuando se observan con atención científica.
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