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El pueblo medieval más bonito de España está en Aragón: de color rojizo y con un evidente pasado árabe
En lo alto de una sierra, rodeado por un paisaje impresionante, se encuentra uno de los pueblos más bellos y singulares del país

Viajar por España es descubrir lugares llenos de historia y, sin duda, los pueblos medievales son uno de los lugares donde más se respira la esencia y legado cultural del país. Cada rincón de estos lugares es una mirada hacia el pasado, con calles empedradas y murallas imponentes. Entre todos ellos, Albarracín, en Aragón, es conocido por ser uno de los más hermosos y mejor conservados del país, un lugar que parece detenido en el tiempo y cuya belleza lo ha convertido en una referencia a nivel mundial.
Ubicado en la provincia de Teruel, Albarracín sorprende por su ubicación privilegiada, enclavado entre montañas y rodeado por el serpenteante río Guadalaviar. Su particular color rojizo, que tiñe sus casas y calles, se debe a la piedra yesífera de la zona, un elemento común que crea un paisaje armonioso que atrapa a todo aquel que lo visita. Pero este pueblo no es solo hermoso a nivel visual, sino que esconde una historia apasionante.
El pasado árabe de Albacerrín
Los orígenes de Albarracín se remontan a la época musulmana, cuando la familia bereber Banu Razin lo convirtió en su asentamiento y le dio el nombre que hoy conocemos. Gracias a su localización estratégica y su difícil acceso, el pueblo se convirtió en territorio defensivo clave durante la época de los reinos de taifas. De hecho, durante un tiempo fue una taifa independiente, lo que le permitió florecer tanto cultural como económicamente.
De su época musulmana todavía quedan huellas visibles, como las imponentes murallas que rodean el casco antiguo y los restos del castillo, situado en la parte más alta del pueblo. Aunque hoy solo se conservan fragmentos de esta fortaleza, recorrer sus vestigios permite imaginar la importancia que tuvo en su momento. Desde lo alto, la vista de Albarracín es simplemente espectacular, con sus tejados rojizos.
¿Qué hacer en Albacerrín?
Uno de los principales emblemas del pueblo es la Catedral del Salvador, construida sobre una antigua mezquita tras la conquista cristiana. Su estructura ha sufrido diversas modificaciones a lo largo de los siglos, pero aún conserva elementos medievales que la convierten en un edificio de gran valor histórico. Destaca su tejado de azulejos de colores, que rompe con la dominante tonalidad rojiza del pueblo.
En su interior, la catedral alberga una gran colección de frescos y retablos, además de capillas que guardan siglos de historia. Cada rincón de este templo refleja la transición del estilo medieval al renacentista, mostrando la evolución artística de Albarracín a lo largo del tiempo.
Perderse por las calles de Albarracín es la mejor forma de descubrir el pueblo. Sus calles empedradas, estrechas y sinuosas, han permanecido prácticamente iguales durante siglos. Entre los rincones más lindos se encuentra el Portal del Agua, un arco medieval que da acceso al casco histórico y que, con su estructura, recuerda la importancia defensiva que tuvo el pueblo en su momento.
La Plaza Mayor es otro punto clave en la visita. Rodeada de edificios históricos, tiene ambiente acogedor y por albergar la Casa Consistorial, una construcción con soportales. Desde aquí, se obtiene una vista perfecta de la catedral y del campanario, creando una postal que difícilmente se olvida. Cada fachada de Albarracín tiene su propia historia, con balcones de forja y ventanas desiguales que parecen haber sido colocadas al azar. Su peculiar arquitectura, lejos de seguir un orden estricto, es parte de su atractivo.
Modelo de conservación
Albarracín no solo es un pueblo por visitar, sino que también es un referente en la conservación del patrimonio rural en España. La Fundación Santa María de Albarracín se encarga de preservar su riqueza histórica, organizando visitas guiadas y reinvirtiendo lo recaudado en la restauración de edificios y monumentos. Gracias a este esfuerzo, el pueblo ha sido reconocido a nivel nacional e internacional por su labor en la protección del legado medieval.
Este compromiso con la historia ha permitido que Albarracín mantenga su autenticidad, sin sucumbir al turismo masivo que ha transformado otros destinos históricos. Aquí, cada piedra, cada callejón y cada rincón siguen respirando la esencia de siglos pasados.
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