
Delicias
Así es el dulce cachopo que arrasa en Madrid y que se disfruta aquí
Es una versión del plato convertido en postre y que engancha a todos los que lo prueban

Hay platos que traspasan fronteras, que se meten en el corazón (y en el estómago) de quien los prueba, y el cachopo es uno de ellos. Lo curioso es que, aunque nació como un plato asturiano de toda la vida, quienes más lo buscan y lo disfrutan hoy en día… muchas veces son los que vienen de fuera. Y es que tiene algo, quizás sea lo contundente, lo sabroso, lo de “esto es comida de verdad”, que enamora.
Con el tiempo, claro, han surgido mil versiones. Y lo más sorprendente es que casi todas funcionan. Algunas son más atrevidas, otras más clásicas, pero en esencia mantienen esa idea de dos filetes de ternera que abrazan un relleno jugoso de jamón, de queso, o de lo que se te ocurra, que luego se rebozan y se fríen hasta que crujen por fuera y se funden por dentro. Un festival.
Aunque hoy se asocia sobre todo al cachopo frito y crujiente, lo cierto es que su origen era algo distinto. En sus primeras versiones, se cocinaba en salsa, con guisantes y todo. Más guisoteado, más de cuchara. Pero, con los años, ganó la versión más sencilla, la que se hace sin salsa y que conquistó los bares y restaurantes de toda Asturias. Dicen que fue en el Bar Pelayo de Oviedo donde se sirvió por primera vez, allá por los años 40. Y desde entonces, no ha parado.
Hoy, el cachopo es un clásico de la gastronomía asturiana. Casi obligatorio. Su precio suele rondar los 20 euros y, como muchas cosas en Asturias, viene en formato generoso. Para compartir, sin duda. Para acompañar con sidra, también.
Y cuando pensábamos que ya lo habíamos visto todo… llega el cachopo dulce. Sí, como lo oyes: postre. Lo sirven en el restaurante Urumea, en Madrid, conocido por su cachopo de un metro, sí, un metro literal, y por su carta fiel a la cocina asturiana. Pero esta vez han querido ir un paso más allá y han creado un cachopo... que se come con cuchara y sonrisa.
La versión dulce está hecha con dos “filetes” de hojaldre que envuelven un relleno de crema pastelera y manzana asada. Por fuera, almendra picada que le da un toque crujiente, casi como una tarta. Y para acompañar, unas “patatas” que en realidad son gajos de manzana. Un juego visual, un guiño simpático, y una ración que, como el original, también se comparte mejor. Aunque hay quien se lo comería entero sin pestañear.
Lo curioso es que lleva poco tiempo en la carta… y ya está triunfando. Hay gente que va solo para probarlo. Porque, claro, ¿cómo no va a llamar la atención un postre que se llama “cachopo”?
En la carta del Urumea también hay cachopos salados de todo tipo: desde el clásico de jamón y queso hasta uno con morcilla y queso azul. Además, no faltan los platos tradicionales que huelen a norte: merluza a la sidra con almejas, chorizo a la sidra, chuletón asturiano... Y sí, por supuesto, se sirve sidra. ¿Qué clase de restaurante asturiano sería si no?
Los precios son razonables para lo que se ofrece: buena materia prima, raciones grandes y un ambiente que te hace sentir a medio camino entre Gijón y Madrid. La media por persona está entre los 20 y los 25 euros, y las opiniones en internet no mienten: todo el mundo sale lleno, contento, y con el móvil repleto de fotos del cachopo de un metro. “Fuimos cinco y no lo pudimos terminar”, dice uno de los comentarios más repetidos.
Ahora, con la versión dulce, el cachopo demuestra que sigue más vivo que nunca. Que da igual si es plato fuerte o postre, si es con queso azul o con crema pastelera. Mientras tenga ese espíritu generoso, esa mezcla entre sabor casero y exceso simpático, va a seguir siendo un éxito.
Y es que, en el fondo, el cachopo no es solo comida. Es celebración. Es ese momento de decir: “Esto hay que probarlo, aunque no podamos más”.
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