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La grasa «buena» frena la obesidad

Un estudio español confirma que el tejido adiposo marrón segrega una proteína capaz de mejorar las patologías metabólicas

Foto: Gtres
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Un estudio español confirma que el tejido adiposo marrón segrega una proteína capaz de mejorar las patologías metabólicas

La obesidad es el enemigo público número uno pues, según las estadísticas, el 53% de la población española está por encima de su peso. Con este negro telón de fondo, la investigación no cesa. Lo último en llegar esta semana es un hallazgo procedente de un equipo investigador del Instituto de Biomedicina de la Universidad de Barcelona (IBUB) y del Centro de Investigación Biomédica en Red de Obesidad y Nutrición (Ciberobn) dirigido por el catedrático Francesc Villarroya que describe, por primera vez, el papel que juega la llamada grasa parda, convertida en órgano capaz de sintetizar la acción beneficiosa de la proteína CXCL14 sobre enfermedades metabólicas como la obesidad y la diabetes.

Hasta el momento se conocía la existencia de dos tipos de grasas diferentes: «La denominada blanca se dedica a almacenar el exceso de grasa que consumimos, mientras que la parda (porque así es su color) tiene un alto contenido en mitocondrias y su función es metabolizar la grasa para obtener energía», explica Francisco Tinahones, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad, Seedo. Bajo esta premisa, los investigadores liderados por Villarroya han logrado dar un gran paso en el conocimiento de la obsesidad, ya que su descubrimiento, publicado en la revista científica «Cell Metabolism», aporta un nuevo concepto: «Cuando logramos que la grasa parda se active, ésta ejerce un papel protector frente a la obesidad y la diabetes. La idea previa que se tenía es que ello es debido a que la grasa parda “quema” glucosa para producir calor (termogénesis), o sea, quema calorías y drena glucosa de la circulación para ello, lo que deriva en un efecto anti-obesidad y anti-diabetes. Pero hace tiempo que sospechábamos que ello no era suficiente para explicar los potentes efectos beneficiosos de la grasa parda activa. Lo que hemos descubierto ahora es que la grasa parda, al activarse, libera la proteína CXCL14 y esta molécula pasa a la sangre y activa el proceso de “pardeamiento” de la grasa blanca, convirtiendo ésta en parda», explica Villarroya, quien detalla de forma más coloquial que «cuando la grasa parda se activa, no se conforma con hacer su trabajo (quemar) sino que además envía un mensaje (CXCL14 es el mensajero) al conjunto del organismo diciendo: “Ayudadme a quemar, ésta es la tarea ahora!”, lo que amplifica los efectos beneficiosos de la activación de la grasa parda al conjunto del organismo».

A esto se suma, además, un reciente estudio liderado por el departamento de Biología Molecular de la Universidad del Sur de Dinamarca y la Universidad Médica de Viena que analiza el papel de la genética en el desarrollo de la obesidad a través del estudio del gen H19. Tras análisis exhaustivos en ratones y en humanos obesos han visto que la tendencia a desarrollar grasa parda se hereda de la madre, mientras que la propensión a tener más grasa blanca procede de la herencia paterna. «Este estudio es muy interesante pero se trata de algo experimental en modelos animales y no está comprobado que ocurra igual en humanos. Sin duda, abre una nueva puerta para investigar, pero queda mucho tiempo para que se pueda convertir en una realidad para el uso de los pacientes», advierte Tinahones, quien matiza que «se ha estudiado la genética de la obesidad con mucha profundidad y aunque hay algunos pequeños hallazgos, en mi opinión este tema es un poco frustrante porque en la génesis de la obesidad los factores ambientales (alimentación, ejercicio, temperatura, etc...) ganan por goleada a la genética».

Influencia genética y ambiental

En esa línea se sitúa Jaime Ruiz Tovar, cirujano general y del aparato digestivo, quien asegura que «la obesidad tiene un potente componente genético, lo que justifica por qué de dos personas que comen la misma cantidad de comida y realizan similar actividad física, una es delgada y la otra tiende a tener sobrepeso u obesidad, aunque el componente ambiental resulta decisivo». Mientras se descifra el gran enigma que ponga solución al problema, un reciente estudio publicado por la Universidad de Miami ha observado que la técnica basada en la neuroestimulación del dermatoma T6 (que estimula los receptores sensitivos de un segmento de la piel del abdomen y a través de un reflejo artificial se reduce el apetito) produce un descenso de grelina (la hormona del apetito) en sangre y reduce la glucosa y los triglicéridos en mayor medida que si se realiza sólo dieta. «Esto hace que este tratamiento se esté popularizando también fuera de nuestras fronteras, actualmente ya se realiza también en EE UU, Francia y Holanda», asegura Ruiz Tovar, quien desarrolló esta técnica en 2012.