Estados Unidos
El «bullying» deja huella a largo plazo
Los niños que sufren acoso pueden experimentar inflamación crónica sistémica que persiste hasta la edad adulta, mientras que los agresores pueden experimentar beneficios para su salud por aumentar su estatus social a través de la intimidación, según revelan investigadores del Centro Médico de la Universidad de Duke, en Durham, Carolina del Norte, Estados Unidos.
El estudio, publicado en la edición digital de 'Proceedings of the National Academy of Sciences', fue realizado en colaboración con expertos de la Universidad de Warwick, en Reino Unido; la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill, Estados Unidos, y la Universidad de Emory, en Atlanta, Georgia, Estados Unidos.
«Nuestros resultados señalan las consecuencias biológicas de la intimidación y, mediante el estudio de un marcador de inflamación, ofrecen un potencial mecanismo de cómo esta interacción social puede afectar al funcionamiento de la salud más adelante», resalta el autor principal, William E. Copeland, profesor asociado de Psiquiatría y Ciencias Conductuales de la Facultad de Medicina de la Universidad de Duke.
Estudios anteriores han sugerido que las víctimas de acoso infantil sufren consecuencias sociales y emocionales en la edad adulta, incluyendo un aumento de la ansiedad y la depresión. Sin embargo, los niños intimidados también presentan problemas de salud, como dolor y enfermedad, es decir, que ser susceptible de acoso puede extenderse más allá de los resultados psicológicos.
«Entre las víctimas de acoso escolar, parece que hay un cierto impacto en el estado de salud en la edad adulta --señala Copeland--. En este estudio, nos preguntamos si el acoso infantil puede meterse 'bajo la piel' para afectar a la salud física».
Copeland y sus colegas usaron datos del 'Great Smoky Mountains Study', un estudio sólido basado en la población que obtuvo información sobre 1.420 personas durante más de 20 años. Los individuos fueron seleccionados al azar para participar en el análisis prospectivo, por lo que no estaban en mayor riesgo de enfermedad mental o de ser intimidados.
Los participantes fueron entrevistados durante la infancia, la adolescencia y la edad adulta y se les preguntó, entre otras cuestiones, sobre sus experiencias con el 'bullying'. Los investigadores también recolectaron muestras pequeñas de sangre para observar los factores biológicos y, en ellas, midieron la proteína C-reactiva (PCR), un marcador de la inflamación de bajo grado y un factor de riesgo para los problemas de salud, incluyendo el síndrome metabólico y la enfermedad cardiovascular.
«Los niveles de PCR se ven afectados por una variedad de factores de estrés, como la mala nutrición, la falta de sueño y la infección, pero hemos encontrado que también están relacionados con factores psicosociales», explica Copeland. «Mediante el control de los niveles de PCR preexistentes de los participantes, incluso antes de la intimidación, tenemos una comprensión más clara de cómo la intimidación podría cambiar la trayectoria de los niveles de PCR», añade.
Se analizaron tres grupos de participantes: las víctimas de acoso escolar, aquellos que eran a la vez agresores y víctimas y quienes eran acosadores. Aunque los niveles de PCR aumentaron en todos los grupos cuando entraron en la edad adulta, las víctimas de acoso escolar durante la infancia tenían unos valores mucho más altos cuando eran adultos que los otros grupos. De hecho, los niveles de PCR aumentan con el número de veces que los individuos son intimidados.
Los adultos jóvenes que habían sido acosadores y víctimas cuando eran niños tenían niveles de PCR similares a aquellos que no participaron en el 'bullying', mientras que los agresores tenían la PCR más baja, incluso inferior que los que no estuvieron involucrados en la intimidación. Por lo tanto, ser un acosador y mejorar el estatus social puede proteger contra el incremento del marcador inflamatorio.
Aunque el acoso escolar es más común y se percibe como menos perjudicial que el abuso infantil o el maltrato, los resultados sugieren que la intimidación puede alterar los niveles de inflamación en la edad adulta, de forma similar a lo que se ve en otras formas de trauma infantil.
«Nuestro estudio encontró que el papel de un niño en la intimidación puede servir como riesgo o factor protector para la inflamación de bajo grado», dice Copeland. «Mejorar en el estatus social parece tener una ventaja biológica, pero hay otras maneras en las que los niños pueden experimentar el éxito social que no sean intimidar a otros», agrega.
Los investigadores concluyeron que la reducción del 'bullying', así como la reducción de la inflamación en las víctimas de acoso escolar, podrían ser objetivos clave para promover la salud física y emocional y disminuir el riesgo de enfermedades asociadas con la inflamación.
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