Energía nuclear
¿Es difícil atacar las nucleares desde fuera? Y ¿desde dentro?
El temor psicológico es su baza, pero ¿sería factible que una gran aeronave o alguien desde dentro, como lo de Germanwings, pudiera sembrar el pánico?
Después de que el coordinador de lucha antiterrorista de la UE alertara de que las centrales podrían ser objeto de ciberataques de yihadistas en los próximos cinco años, se han disparado todas las alarmas
«No me sorprendería que hubiera un intento en los próximos cinco años de utilizar internet para cometer atentados» en «instalaciones nucleares», afirmó recientemente Cilles de Kerchove, el coordinador de lucha antiterrorista de la Unión Europea al periódico «La Libre Belgique». Una frase que ha despertado todas las alertas. Pero no es la primera vez que se habla de los ciberataques a las centrales nucleares. De hecho, se empezó a hablar de ello especialmente tras el 11-S, recuerda Santiago San Antonio, director de «Nucnet». Según los expertos consultados en materia nuclear, un ciberataque, no sería posible. Hace tiempo un informe británico concluyó, en cambio, que sí, ya que buena parte de la información está conectada al exterior, lo que podría poner en jaque su operatibilidad. Sin embargo, desde la Sociedad Nuclear Española (SNE), su portavoz, Eugeni Vives, asegura que «sería muy difícil un ciberataque porque todas las centrales tienen sistemas específicos. El programa de producción central (operación) y el de seguridad son internos sin conexión con el exterior». El de gestión, control de visitas, diseño, en cambio, «sí están conectados con el exterior. Sería difícil atacar estos sistemas, pero incluso en el hipotético caso de que consiguieran acceder a esta información ocasionaría un problema técnico, no de funcionamiento de la central». Opinión que coincide con la del director de «Nucnet», que incide en que ya se tomaron las medidas convenientes.
En cuanto a la posibilidad de que en vez de un ciberataque se tratase directamente de un ataque a la instalación, con un atentado como el 11-S, en el que una gran aeronave pudiera hacer estallar el corazón de la central, el reactor, los expertos consultados recuerdan que las centrales cuentan con edificios de contención.
En este sentido, Vives destaca que las contenciones del reactor «tienen 1,20 metros de espesor». «Un impacto se podría llegar a producir–prosigue–, pero no podría afectar a la operatividad de la central ni generar emisión al exterior porque están hechos a pruebas de impacto con grandes aeronaves». Además, en caso de «incendio, las centrales tienen sistemas de seguridad con recorridos distintos, dos «trenes», y si uno se quemara el otro estaría operativo.
En este sentido, en 2013, Julio Ortega García, comandante de Infantería y especialista en Defensa Nuclear, Biológica y Química (NBQ), publicó un estudio sobre «Medidas de Defensa en España Frente al Terrorismo Nuclear», en el que no queda tan claro que una central pudiera resistir a una gran aeronave: «aguantaría el impacto de aeronaves pequeñas, pero respecto a un avión comercial cargado de combustible existe más controversia. Mientras unos estudios apuntan que habría ciertas posibilidades de liberación de material radiactivo otros lo contemplan como más improbable».
Tanto Vives como San Antonio incidieron a este periódico que los reactores en España aguantarían. «Un reactor aguantaría el peso de una gran aeronave. El mayor impacto es el motor, no el fusilaje que se aplastaría, y y en caso de producir algún daño, lo que me cuesta mucho trabajo pensar que esto fuera posible, sería pequeño».
Pero aunque el reactor sea el corazón de la central, hay otros mecanismos, como los sistemas de refrigeración, que están fuera del edificio de contención. En este sentido, Santiago San Antonio, explica que, «tras Fukushima, se aprendió la lección por el daño que se ocasionó a los sistemas eléctricos, y que ahora se opera con sistemas alternativos. Las instalaciones nucleares están debidamente protegidas, con medidas adicionales contra impactos, posibles explosiones, no tenemos por qué estar preocupados». Y es que las medidas post Fukushima se suman a las que ya se pusieron en matcha a raíz del atentando de EE UU tras la publicación del Real Decreto 1308/2011 sobre protección física de las instalaciones y los materiales nucleares, y de las fuentes radiactivas.
Otro temor es que pudieran pretender atacar desde dentro. El pasado 24 de marzo fue el primer aniversario del trágico vuelo de Germanwings en el que un piloto decidió estrellarse causando la muerte de todos los que iban dentro. ¿Podría un terrorista acabar trabajando en una central nuclear? Santiago San Antonio recuerda que, «además de las diferentes pruebas a las que son sometidos los operarios para trabajar en una central nuclear, se les someten a exámenes técnicos y psicotécnicos y revisiones médicas anuales». El portavoz de SNE asegura que «no», ya que la sala más preocupante, la sala de control, está «blindada». «Resultaría imposible porque a la sala de control sólo accede un equipo de tres personas por turno (un operador del reactor, un operador de turbina y un jefe de sala) y no pueden salir durante este tiempo de esta sala cerrada por una puesta blindada. A este equipo hay que añadir una cuarta persona, el supervisor del turno que es el único que puede salir de la sala. De ahí que esté totalmente equipada con baño, alimentos y cocina. Si alguien tiene que ir al baño el supervisor le puede sustituir, aunque funcionaría con dos operadores. Y en caso de que uno se ponga malo durante las ocho horas y media no podría salir hasta que no lo autorice el supervisor y de ser más grave, en caso de ataque al corazón, hay servicios médicos en la propia central, y el procedimiento está debidamente pensado», detalla Vives.
En cuanto a que los terroristas pudieran entrar dentro de la instalación, el portavoz de la SNE recuerda que en una central primero hay dos vallados, el industrial y el de seguridad, y además cualquier persona que ingrese pasa por un arco (para armas) y por un detector de explosivos, es decir, más seguridad en el aeropuerto al haber doble pórtico».
Ortega coincide con él, al estimar que «la posibilidad de que un grupo terrorista logre superar todas estas medidas en una de las instalaciones europeas es muy reducida. Ciertamente, se pueden considerar como uno de los objetivos mejor protegidos exigiendo una auténtica operación militar para superar las medidas de seguridad. Además, con mucha probabilidad, el complot necesario haría saltar las alarmas de los servicios de información en algún momento de la preparación del mismo». Y añade que incluso «si los terroristas pudieran entrar dentro de la instalación, tampoco es fácil conseguir liberar el material radiactivo al exterior. Las medidas de seguridad de diseño y de operación hacen difícil que un reactor pierda el control de la fisión que se produce en su interior, por lo que sería complicado lograrlo. La cantidad de explosivo para dañar las estructuras también es elevada debido a la resistencia de los materiales empleados en la construcción».
Pero cabe recordar que no sólo una central nuclear puede ser el objetivo de un ataque terrorista. A los reactores hay que sumar otras instalaciones: la fábrica de elementos combustibles de Juzbado, en Salamanca, así como El Cabril, que alberga los residuos de media, baja y muy baja actividad. Y en un futuro próximo, los camiones que transportarán los residuos de alta actividad al Almacén Temporal Centralizado (ATC).
Para Santiago San Antonio, la probabilidad de que se pretendiese atentar contra el Cabril es baja, máxime teniendo en cuenta que «la dispersión de radiactividad sería poca cosa». Opinión con la que coincide Ortega que en su documento precisa que la probabilidad de que se convierta en un objetivo terrorista es casi inexistente, ya que «no sería lógico que un grupo terrorista lo intentase para lograr un objetivo tan limitado».
En cuanto a la fábrica de elementos combustibles de Juzbado, las opiniones son diametralmente opuestas. Si hace tres años, Ortega aseguraba que en esta fábrica «la consideración de riesgo es mucho más alta –que El Cabril–, ya que el material radiactivo principal de dicha instalación es el óxido de uranio, altamente radiactivo», el portavoz del SNE recuerda que «al ser combustible nuevo que nunca se ha estado en un reactor no pasaría nada porque la radiación es la misma que la que hay en el interior de nuestras casas».
En cuanto al transporte de material radiactivo, precisamente la principal conclusión del documento de Ortega fue que era necesario aumentar la seguridad en puertos y carreteras. «Uno de los mayores riesgos lo constituye el material nuclear durante los transportes». En España, las barras de combustible nuclear gastado se guardan en las propias centrales, salvo las que se enviaron a Francia de Vandellós I, de Garoña y Jose Cabrera, que tendrán que volver. A ello se suma el transporte de residuos de alta actividad que se mandarán en un futuro al ATC. «Esto significará un transporte de los elementos combustibles que exigirá una elevada seguridad de los mismos, ya que cualquier ataque sobre un transporte de combustible nuclear gastado podría liberar una gran cantidad de material radiactivo muy peligroso», añade el documento.
Sin embargo, el portavoz de la SNE recuerda que «los camiones están hechos para soportar el impacto de un camión y de un tren. El golpe destrozaría el camión, pero el contenedor de los residuos, tal y como puede verse en los vídeos de pruebas hechos, se mantiene totalmente igual, sin deterioro alguno». Y es que los contenedores soportan «entre 20 y 30 toneladas de peso. Están diseñados con 40-50 cm de acero inoxidable», recuerda el director de «Nucnet», que incide en que «si yo no estuviera seguro sobre la seguridad existente no hubiera trabajado ni vivida en las centrales con mi familia».
En cualquier caso, el temor está ahí. Y es que si se atentase a «Trillo que está a 100 km de Madrid afectaría a la población. De qué modo no se puede saber, depende de las condiciones meteorológicas. El campo de dispersión puede ser muy grande según el tipo de explosivos. La finalidad de un atentando sería hacer el mayor daño posible haciendo que el reactor se funda, pero es difícil que pudiera haber un ataque a una central nuclear y más que el reactor estallase con bombas por el edificio de contención», afirma el médico especialista en radiactividad Eduardo Rodríguez-Farré.
El temor sería la baza de los terroristas, y ya psicológicamente puede ser que uno piense que ya hayan ganado la batalla, pero lo cierto es que algo así causaría tal respuesta por el mundo civilizado que iría en su contra.
Imágenes tomadas por «Kyodo» durante la demolición de una torre de refrigeración de la planta nuclear Yongbyon de 5 megavatios (MW), en Corea de Norte, que tuvo lugar el 27 de junio de 2008. Entonces, el objetivo de Corea del Norte era reiniciar un reactor nuclear inactivo desde que se cerró un año antes, en 2007, según informó en su día la agencia de noticias «KCNA».
✕
Accede a tu cuenta para comentar