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La epidemia del desamor

La soledad no deseada es un sentimiento continuo que mina por dentro

La epidemia del desamor
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La soledad no deseada es un sentimiento continuo que mina por dentro

En los Estados Unidos han realizado un estudio que afirma que la mitad de los adultos de este país consideran que nadie los conoce realmente y un 46% reconoce sentirse solo en algunas ocasiones o siempre. Aunque las encuestas son relativas, el porcentaje es demasiado alto como para dudar de que la soledad no deseada es un problema imponente en las sociedades del llamado primer mundo. En España, las autoridades sanitarias ya lo consideran un problema de salud pública. Más grave, en muchos casos, que la obesidad o el tabaquismo. Porque la soledad no deseada es un sentimiento continuo que mina por dentro, que te hace sentir un bicho raro, que provoca enfermedades físicas y, sin lugar a dudas, psicológicas; como ese terrible mal llamado depresión y que lleva a que la gente a atiborrarse a de pastillas para intentar sobrevivir de una u otra forma. Porque al igual que los bebés no crecen sin contacto físico, los adultos pueden llegar a morir sin ese cara a cara o mano a mano que nos hace sentir que existimos. Hay personas que tienen problemas psicológicos para mantener relaciones sociales, conflictos que suelen aparecer ya en la niñez, y que no se tratan con el vigor y los recursos necesarios para ello. Pero el corazón del problema es la estructura social en la que nos movemos. “Cada uno en su casa y Dios en la de todos”, señala el dicho. Pero, ¿y si no tienes casa?, o si tu casa esta siempre humanamente vacía. Porque casa no es sinónimo de hogar. Hogar implica un espacio cálido en temperatura física y emocional. Porque para sentirse acompañado hay que dialogar, hay que abrazarse, hay que cuidar y, sobre todo, hay que cuidarse. Y eso está muy complicado por estos lugares. Lugares donde la gente corre todo el tiempo sin saber bien por qué, y los que no lo hacen molestan. Calles donde hay demasiada hostilidad y desconfianza. Mundos donde ya no podemos pedir ayuda a cualquier hora. Todos somos presos de esta realidad. Una calamidad contra la que hay que luchar desde la raíz. En definitiva, todo una epidemia del desamor.