Trabajo

Volver al trabajo deprime al 65% de los españoles

El síndrome posvacacional es una depresión que afecta al rendimiento laboral de casi un 90% de trabajadores en nuestro país

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El síndrome posvacacional es una depresión que afecta al rendimiento laboral de casi un 90% de trabajadores en nuestro país

La depresión posvacacional es un síndrome que experimenta mucha gente al finalizar sus vacaciones veraniegas y se reincorpora a sus puestos de trabajo, alrededor del 65 por ciento de los españoles, según un estudio de Sanitas. No está establecido que sea una patología propiamente dicha, aunque sí se trata de un síndrome que presenta unos síntomas muy parecidos a los de una depresión clínica: sensación de apatía, desánimo, irritabilidad, dificultad para relacionarse con los demás, insomnio, etc. E incluso, en casos graves, puede llegar a provocar estados de ansiedad, trastornos digestivos y taquicardias. En definitiva, un síndrome que a muchos les afecta literalmente en su día a día.

El principal causante de esta depresión es la vuelta al trabajo después de un prolongado periodo de vacaciones, aunque el cambio en los horarios y la modificación de las horas de sueño también contribuyen. Los días de ocio, descanso y disfrute dan paso a las largas jornadas laborales y a las responsabilidades, por lo que es normal que una persona se sienta un poco desanimada. El verdadero problema surge cuando esa sensación de desánimo generalizado se prolonga demasiado en el tiempo, por norma general durante más de dos semanas.

La primera semana de trabajo tras las vacaciones siempre es de difícil adaptación para el común de los trabajadores. Por ello, Marisa Navarro, doctora en Medicina, aconseja «no hacer un regreso brusco y volver uno o dos días antes a casa, para ir preparando la vuelta al trabajo, el orden y la organización habituales». Porque, según los expertos, es tras la vuelta de las vacaciones, cuando existe un incremento en los cuadros patológicos por depresión, asociada en muchos casos a la frustración que le genera a la persona continuar en un empleo en el que muchas veces no está a gusto. Lo cierto es que la vuelta al trabajo es inevitable, y la situación se manejará mejor si se resta importancia a las lamentaciones por madrugar y por retomar responsabilidades y se pone especial énfasis en las satisfacciones que aporta tener un empleo estable hoy en día, puesto que los desempleados tienen un 2,2 por ciento más de posibilidades de sufrir este síndrome, según la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés.

En el trabajo

Casi un 90 por ciento de trabajadores en nuestro país cree que la depresión afectaría a su rendimiento laboral, puesto que se trata del problema de salud mental predominante entre las personas en edad de trabajar según se desprende del Estudio de Opinión Lundbeck «La depresión y la ansiedad en el entorno laboral», realizado en 2015. Sin embargo, la percepción que tienen los trabajadores españoles sobre esta enfermedad y su impacto en el entorno laboral arroja cifras como que aproximadamente el 30 por ciento de las personas no comunicaría en el trabajo que padece depresión y el 37,4 por ciento no sabe si se lo comunicaría a alguien, mientras que quienes sí lo harían compartirían esta información, en mayor medida, con un superior (58,1 por ciento) que con los compañeros de trabajo (45 por ciento). Es además en las empresas pequeñas de hasta 50 trabajadores donde lo comunicarían menos que en el resto de compañías.

Cifras que ponen de manifiesto «el estigma, todavía sin resolver, de las enfermedades mentales», según apunta Miguel Roca, de la Unidad de Psiquiatría del Hospital Juan March de Mallorca y profesor titular de Psiquiatría de la Universidad de las Islas Baleares. El estigma envuelve a los enfermos con trastornos mentales, a estas enfermedades en su dimensión pública, a la propia psiquiatría y a sus medidas terapéuticas. «En el entorno laboral, ello se traduce en enormes dificultades de pacientes con depresión para comunicarles su situación a sus compañeros de trabajo, a sus jefes más inmediatos, a su entorno», detalla Roca. Para combatirlo, son necesarias políticas muy activas contra este estigma. Para ello debe equipararse la atención y la asistencia de los trastornos mentales a otras enfermedades médicas, así como los fondos dedicados a la investigación.

En España, la depresión es una de las principales causas de baja laboral por incapacidad temporal y permanente. Pero aun en ausencia de baja laboral, con esta enfermedad se reduce sustancialmente la capacidad de la persona para trabajar de manera efectiva. Los planes de prevención en este entorno son necesarios, en la línea de algunos países, como explica Roca, «que han entendido el enorme impacto económico de la depresión», como costes directos e indirectos, bajas laborales o personas que siguen trabajando en situación depresiva.

De los 92.000 millones de euros en los que se estimó el coste de la depresión en la Unión Europea en 2010, el 59,6 por ciento correspondió a costes indirectos tales como pérdida de productividad laboral, bajas por enfermedad y jubilación anticipada. Y es que, de entre todas las enfermedades que generan discapacidad, los trastornos mentales graves, entre los que se incluye la depresión, son los que se asocian con las tasas más altas de desempleo, según la OMS (organización Mundial de la Salud).

Porque la depresión es uno de los grandes males de nuestra sociedad a nivel mundial, y va en aumento. Un fenómeno epidémico que ya afecta a más de 350 millones de personas (entre el 8 por ciento y el 15 por ciento en España sufre o sufrirá depresión), que está presente en el 70 por ciento de los suicidios consumados y que, según la OMS, será la primera causa de discapacidad en 15 años. Pero, además de sus terribles consecuencias, la depresión es una enfermedad que puede cronificarse, según el Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (Cibersam) en el 25 por ciento de los casos, dada su alta tendencia a la recaída.

España es el país europeo con las tasas más altas de síntomas depresivos en población de edad avanzada. Pero pese a la incidencia y la carga socio-sanitaria de esta enfermedad mental, el Ministerio de Sanidad no cuenta con protocolos específicos sobre la depresión. Una patología que representa este elevado impacto laboral. En Europa es una de las primeras causas de pérdida de productividad, jubilación anticipada y ausencia laboral, y su peso crece año tras año. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), las enfermedades mentales, como es el caso de la depresión, cuestan a los países miembros hasta un 4 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB), y la OMS señala que es la principal causa de discapacidad en todo el mundo.

Recaídas

Esta enfermedad permanece infradiagnosticada o mal diagnosticada y, por tanto, sin el tratamiento adecuado en muchos casos, se genera sufrimiento a quienes la padecen y a su entorno más cercano. «La depresión es mucho más que un estado de ánimo. No es sólo estar triste», señala Manuel Bousoño, profesor de Psiquiatría de la Universidad de Oviedo, quien incide en la idea de que la depresión es una enfermedad multidimensional, con trastornos cognitivos, emocionales y físicos. El objetivo de las terapias actuales se dirige –según el doctor Guillermo Lahera, profesor de Psiquiatría y Psicología Médica en la Universidad de Alcalá de Henares e Investigador del Instituto Ramón y Cajal de Investigación Sanitaria en el Cibersam– a la recuperación funcional del paciente, es decir, a que el enfermo «vuelva a ser el mismo de antes».

No obstante, «un 50 por ciento de las depresiones tratadas no alcanza la remisión total. De ellas, un 80 por ciento mantiene en el tiempo síntomas depresivos residuales», asegura Lahera. Ante esta situación, este especialista considera esencial «una mayor implicación por parte del médico en el abordaje de las distintas dimensiones de la depresión y una perspectiva longitudinal en el tiempo».