Internacional
Europa también se vota el 28A
Rocío Santos
Se habla mucho en estos tiempos preelectorales sobre la importancia de las elecciones europeas del 26 de mayo para el futuro de Europa o sobre la manera en que la mayoría de partidos políticos españoles elaboran sus listas europeas sin pensar en lo que puede aportar realmente cada nombre en Bruselas. Se habla, por tanto, de cómo influir en Europa a través de las elecciones europeas. Sin embargo, pocas veces se destaca lo mucho que decidiremos sobre la Europa que queremos cuando votemos en las generales del 28 de abril.
Y es que lo que elegimos directamente a finales de mayo es la composición del Parlamento Europeo, una institución que, si bien ha venido adquiriendo desde Maastricht mayor relevancia política en sus tareas de control y, sobre todo, como colegisladora, no es ni mucho menos la única, ni siquiera la más pesada. Los comicios de mayo son efectivamente importantísimos para el futuro de Europa, pero ahí no se acaba la relación entre los partidos nacionales y lo que se fragua dentro de la Unión.
Acostumbrados como estamos a que nuestros gobernantes presenten las medidas más negativas como procedentes “de Europa”, pero olviden mencionar a esa misma Europa cuando la medida aprobada es positiva, podríamos caer en el error de pensar que son responsabilidades dispares, que nuestro presidente y el mandato europeo poco tienen que ver, o que el equipo de gobierno resultante del 28A y la maquinaria comunitaria son temas aparte.
Sin embargo, el Parlamento Europeo comparte las funciones legislativas y presupuestarias con el Consejo de la UE (también llamado Consejo de Ministros) y éste está principalmente formado por ministros y ministras de los Estados miembros, que elegiremos indirectamente en los comicios del 28A.
También nuestro representante en la institución que define la orientación y las prioridades políticas generales de la Unión Europea saldrá elegido ese día; será el presidente del Gobierno resultante quien pasará a formar parte del Consejo Europeo y marcará, junto a los Jefes del resto de estados, la agenda política de la UE.
No es difícil imaginar un Consejo Europeo lleno de Wilders, Le Pens, Orbanes o Salvinis, cuya prioridad sea el propio fin de la Unión y no el avance a la tan necesaria integración. Cuidado, por tanto, con ese voto castigo que prevemos de corto alcance, porque puede salirnos caro si sirve para revertir los grandes logros de la UE en sus 60 años de historia, empezando por la paz del continente, que no por ser muy nombrada deja de ser menos valiosa.
También caro nos puede salir un Gobierno poco interesado en el funcionamiento comunitario y los plazos establecidos. La transposición tardía de una directiva puede privarnos a los ciudadanos de sus ventajas y puede mermar las arcas del Estado: España lidera el ranking de países que han pagado más multas por incumplir la normativa comunitaria.
Hoy en día el bienestar de nuestro país no puede desligarse del bienestar europeo y, por eso, es importante recordar que Europa también se vota el 28A.
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