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Descanse en paz Podemos
Este fin de semana se han celebrado dos grandes eventos políticos de suma relevancia: los congresos nacionales del Partido Popular y de Podemos. Podríamos hablar de todos los detalles de cada uno de ellos, pero creo que especial mención merece la errática conclusión que se puede extraer de Vistalegre 2, como lo han llamado los de la formación morada.
El fantasma de la guerra interna en Podemos lleva meses sobrevolando las cabezas de sus dos ilustres personalidades: Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Este segundo, con un proyecto de viraje hacia la moderación y el aglutinamiento ideológico, decidió plantar cara al discurso del miedo de Iglesias y su equivocada concepción de la realidad política de nuestro país. A nadie le cabe duda de que “el coletas” es un genio en lo que a discurso se refiere, pero nada dura para siempre, y eso es exactamente lo que ha ocurrido con el mensaje con el que se aupó al principio.
Iglesias, como “macho alfa” que es, no iba a permitir que Errejón le quitase lo que tanto tiempo y esfuerzo le había costado obtener, y puso en marcha lo que todos los líderes de su tipo ponen en marcha en estos casos: la máquina del partido. Tanto es así, que la victoria aplastante de Iglesias contra Errejón ha resonado a lo largo y ancho de nuestro país, dejándonos a todos perplejos y sin poder comprender cómo demonios puede una organización renunciar a una de las pocas posibilidades que le quedan para parecer más atractiva y menos sectaria y radical a ojos de los españoles.
Cualquiera con dos dedos de frente y que lea un poco las encuestas y sondeos sabe que España es un país cuyos ciudadanos se consideran, mayormente, de centro-izquierda. Por ello, es absurdo tener dos opciones como mantenerse en un discurso de odio y falsa ilusión al más puro estilo del populismo de toda la vida o cambiar el lenguaje y las formas para alcanzar el mayor espacio político posible a lo largo del eje izquierdo del plano ideológico, y elegir la que más delimita a Podemos en la marginal izquierda radical española. Que sí, que tiene muchos votos, pero eso no implica que haya 5 millones de comunistas en nuestro país. Gran parte de esos votos son por el desencanto hacia el resto de partidos, y esa es una baza claramente finita.
Este fin de semana, Podemos se ha asestado a sí mismo una puñalada mortal motivada no por la sensatez y la estrategia política, sino por las ansias de poder de un personaje, Pablo Iglesias, que ha demostrado ser igual que los gerifaltes comunistas del siglo pasado, apartando una iniciativa que representaba una amenaza real para los partidos rivales por el simple hecho de no estar de su lado.
El partido está tomado, las purgas internas en camino y el proyecto -de lo cual me alegro- hecho trizas por la terquedad y la codicia.
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