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Del súper engaño al súper domingo

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Isabel Bonig analiza el anuncio de un posible súper domingo electoral

El acceso de Pedro Sánchez a la Moncloa ya daba sólidas pistas de cuáles son sus convicciones que se resumen en: llegar al poder a toda costa, con cualquier acompañante y sin buscar el refrendo de las urnas. En tiempos convulsos no son las mejores condiciones para adornar la trayectoria de un dirigente político pero es lo que tenemos.

Tanto Sánchez como sus coyunturales socios políticos (entre los que encontramos nacionalistas y brazos políticos de la antigua ETA) son más de circo y ruido y menos de rigor y gestión responsable. Utiliza la Presidencia del Gobierno como un juguete para ir haciendo anuncios, al igual que sus ministros, que después debe rectificar casi de inmediato sin apenas sonrojarse.

El efecto colateral de sus políticas son los españoles, quienes sufren con la ambigüedad y la inconsistencia del actual Ejecutivo que ha provocado ya numerosos conflictos sea en el taxi, los automóviles, los autónomos, los astilleros, las pymes... Tanto destrozo en tan poco tiempo es inaudito pero Sánchez es capaz de eso y, por desgracia, de mucho más.

Este súper engaño es el nexo común con gobiernos como el valenciano alimentados por el mismo combustible del revisionismo e intervención en la vida de los ciudadanos aún a costa de su bienestar. En ese ir y venir continuo sin dirección el Gobierno de España no encuentra los apoyos que esperaba para los Presupuestos (tirón de orejas europeo incluido) y el ministro de Fomento, José Luis Ábalos, deslizó un posible adelanto electoral que después Sánchez no descarta.

Su mandato nació sin esperanza de vida y todo lo que intente alargarlo es una agonía para los ciudadanos. Nos pasa igual a los valencianos con Ximo Puig, ya que padecemos una parálisis absoluta en el impulso político de la Administración y descontamos los días para que podamos recuperar la seriedad al frente de las instituciones.

En el PP esperamos y deseamos que se produzca ese adelanto y estamos preparados para tomar la alternativa con un proyecto serio que hemos gestado en los últimos años. Un compromiso con propuestas para atender los problemas reales de la gente con la que hemos dialogado y empatizado a medida que su sufrimiento crecía por los desatinos de los actuales dirigentes.

Da igual que esas elecciones sean en marzo o en mayo (ojalá fueran antes) pero lo que sí está claro es que el viaje del súper engaño de Pedro Sánchez a los españoles hasta el hipotético súper domingo está resultando un pasaje del terror que no queremos repetir.

Si los datos de fuerte desaceleración económica en la Comunidad Valenciana son preocupantes tampoco se quedan atrás los que sufren los ciudadanos en la sanidad pública. Más de 63.000 están ya en la lista de espera quirúrgica y el tiempo de espera media para someterse a intervenciones ha ascendido hasta los 121 días. Son datos que la actual consejera, Ana Barceló, ha empeorado respecto a los que ya dejó en cifras inaceptables su predecesora en el cargo y ex ministra, Carmen Montón.

Al caos sanitario, económico y fiscal –el tripartito ha incrementado la presión sobre los valencianos un 17%– sumamos el educativo con continuos vaivenes y rectificaciones por parte de los tribunales a las políticas legislativas de Puig y de Mónica Oltra. El tripartito gobernante pretende imponer un pensamiento único y se ha olvidado de lo básico: inversiones y calidad de la educación. Alumnos, profesores, directores y familias sufren los caprichos de la actual Admninistración autonómica y hay que recuperar la concordia, la excelencia y el esfuerzo en la comunidad educativa.

Ni siquiera se han cumplido anuncios estrella como en su día fueron la eliminación de infraestructuras educativas precarias. Los llamados barracones perviven, con casi 14.000 niños en ellos, e incluso se han construido nuevas aulas prefabricadas que presentan deficiencias como se ha podido comprobar en el último y grave episodio de lluvias en la Comunidad Valenciana, ya que se llenaron de goteras. Resulta bochornoso.

El populismo es la enfermedad más grave de este siglo XXI y hay que combatirlo con toda la fuerza de la democracia porque España no puede seguir en manos de gobiernos que amenazan con derruir el forjado del bienestar social. El PP, después de pasar una dura travesía que ha incluido la toma de decisiones para sacar al país de una emergencia económica sin parangón en nuestra historia moderna, está en pie, fuerte y unido para fijar un rumbo que será fiable en manos de los ciudadanos sin ningún tipo de intervencionismo.

Las elecciones son la máxima expresión democrática y sirven para corregir errores o reafirmar políticas bien ejecutadas y está claro que España y la Comunidad Valenciana tienen gobiernos disparatados. Una errata que se subsanará, en el caso de los valencianos, que eligieron al PP pero que las posteriores alianzas evitaron que pudiéramos gobernar. Y una falsedad que se desenmascarará, en el caso de todos los españoles, que no tuvieron la oportunidad de elegir a su actual presidente y que escogió la puerta de atrás para no someterse a ese refrendo.