Parques Naturales
Parques Nacionales: proteger al ser humano
Se acaba de cumplir el centenario de la primera Ley de Parques Nacionales en España, que fue sancionada por el Rey Alfonso XII el 7 de diciembre de 1916 y que ha sido clave para que los españoles podamos presumir orgullosamente de nuestro Patrimonio natural y de la amplísima variedad de características que lo distinguen dentro de la diversidad y del conjunto de la Humanidad. Sin embargo, cien años después tenemos un gran desafío en la conservación de nuestros Parques porque hoy la gran especie a proteger en ellos es el ser humano. Es decir, hay que contemplar y atender a las poblaciones humanas que tan a duras penas sobreviven dentro y en el entorno de estos espacios naturales emblemáticos.
Fue un senador asturiano, don Pedro Pidal y Bernaldo de Quirós, Marqués de Villaviciosa de Asturias, el promotor político del primer Parque Nacional que tuvimos en España, conocido como el de la “Montaña de Covadonga” (hoy Picos de Europa), cuyo expediente de declaración se inició en 1916 en la Cámara Alta. Pedro Pidal ha sido reconocido históricamente como el primer ecologista español, pero con los nuevos cánones interesados que se aplican en nuestra sociedad, con toda seguridad, no solo no sería reconocida su labor política a favor de la conservación de la Naturaleza. Hoy Pedro Pidal, en su época primera escopeta nacional y consumado cazador de osos y otras especies, sería objeto de reproche cuando no de linchamiento mediático a la vista de la palabrería de ese falso proteccionismo que está consiguiendo exactamente el efecto contrario para algunas de nuestras especies protegidas y el despoblamiento de los espacios naturales que el hombre conservó desde siempre.
La legislación vigente y la aplicación de una mal llamada política proteccionista, no ha hecho otra cosa que arrinconar a los habitantes de los Parques Nacionales hasta el punto –como es el caso de los Picos de Europa (Asturias, Cantabria y Castilla y León) de que la densidad de población ha ido disminuyendo paulatinamente a la par que han crecido los problemas derivados de una política medioambiental que ha regateado medios materiales y humanos para llevar a efecto la capacidad real de proteger. Así las cosas, el proteccionismo a ultranza de especies cinegéticas frente a las familias que históricamente habitaron, defendieron y legaron estos territorios, ha provocado el efecto contrario como bien saben en aquellos espacios en los que ha habido mortandad de patos, aves acuáticas, cabra hispánica o, en el caso de los Picos de Europa, el rebeco diezmado por la sarna.
Habernos olvidado del ser humano para prolongar el proteccionismo ha dado lugar, por ejemplo, a la indefensión de los ganaderos de ovino y de vacuno con la proliferación de los lobos. Al celebrar orgullosamente el primer siglo de nuestros Parques Nacionales cabe realizar una llamada de alarma sobre la necesidad de que sus habitantes puedan seguir siendo la clave en su conservación para las generaciones del presente y del futuro.
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