Nacionalismo
El asturiano y la identidad artificial impuesta
Digamos las cosas como son de una vez ya... Los asturianos de a pie no tienen inters en aprender asturiano, o bable, o como demonios hayan decidido ahora desde el chiringuito ese denominado Academia de la Llingua que debe llamarse nuestro dialecto. Que no se puede hablar de las cosas sin llamarlas por su nombre, y es lo primero que deben comprender todos los que desde diferentes puntos de España me preguntan perplejos por la polémica de la cooficialidad: no hay verdadero interés.
Y no se crean que lo digo yo porque como buen gijonés sea grandón por naturaleza y mi opinión bien lo valga (que también), es que cualquiera que dedique un minuto a entrar en Google comprobará que en Gijón o en Oviedo o en otras poblaciones por todo el principado hay una buena oferta de academias en las que aprender y perfeccionar inglés, francés, alemán, chino, árabe... pero ni una para aprender sturiano(ni able. Y cierto es que n Asturias, como en casi cualquier sitio, las emergencias sociales son ms emergentes y más sociales cuando se plantea atajarlas con dinero público; mientras que cuando toca rascarse el bolsillo de uno tienden a perder la emergencia y el carácter social como por arte de magia. Pero no por ello debemos dejar de preguntarnos por qué, a pesar de formar una minoría tan irrelevante los que están dispuestos a ejercer algún esfuerzo para que sus niños hablen bable, se genera esta polémica. Suficientemente intensa al menos para que en Madrid, donde vivo ahora, no pase una semana sin que algún conocido me pregunte a qué narices viene tanto revuelo. ¿A quién interesa poner encima de la mesa el asunto de la cooficialidad?
Que, por otro lado, ya no es que esté encima de la mesa; es que a ratos parece que la ocupa totalmente. La retórica populista ha tomado al bable por bandera y los partidos de todo corte en el principado han tenido que subirse al carro de la cooficialidad. Porque el bombardeo masivo y constante ha conseguido establecer una supuesta equiparación entre la lengua asturiana y la cultura y la identidad de los asturianos que pocos se atreven a contradecir públicamente; y así es que resulta tan confuso percibido desde fuera. Solo unos dementes serían capaces de renunciar a apoyar su cultura o dejar que se pierda una expresión de su identidad; pero el quid de la cuestión está en que el asturiano, o el bable, o como se llame no es ni lo uno ni lo otro. Y por esto la inmensa mayoría de asturianos pasa de ello; no por insensibilidad, sino porque se trata de una lengua que no ha sido la lengua materna de un solo asturiano (o asturiana, claro) desde que el hombre es hombre, al menos hasta que se formalizó la gramática y el diccionario no hace ni veinte años. Malamente puede, así las cosas, pretender tener algo que ver con nuestra cultura o mucho menos nuestra identidad.
Vamos, que todo el debate sobre el asturiano y la cooficialidad es un debate generado e impuesto artificialmente por la clase política asturiana. El enésimo ejemplo en el que se da la vuelta a la tortilla y en lugar de ser los partidos los que se hacen eco de los debates que emanan de la Sociedad, les toca a los pobres ciudadanos personificar y participar en un debate generado por los partidos. Unos ciudadanos que no necesitan crear diferencias con las gentes de otras comunidades para sentir que se valora su cultura. Que no creen que la identidad asturiana de sus hijos radique en que sus niños sean más diferentes de los niños de Cuenca, Madrid o Sevilla de lo que eran ellos en su infancia. Unos ciudadanos asturianos que desde sus raíces celtas y romanas ha apostado por tender puentes y no por levantar barreras, como pretenden hacer ahora estos supuestos adalides de la cultura asturiana de pacotilla. Estos ignorantes que no entienden que todo aquello que nos une al resto de españoles, europeos y ciudadanos de todo el mundo es tan definitorio de nuestra identidad como lo que nos separa; y que es precisamente lo que hace que nos proclamemos asturianos a los cuatro vientos con orgullo cada vez que tenemos ocasión.
Pero, claro; lo que no vamos a pretender ahora es que la partitocracia renuncie en Asturias a oficializar una lengua propia, por muy poco interés que tengan los asturianos en hablarla, con el potencial como generador de redes clientelares (razón primordial de ser de los partidos políticos) que ha demostrado tener en todas las comunidades que en España cuentan con una. Eso sería como pedirle a Facebook que renuncie a la publicidad o a mí que renuncie a las croquetas de mi madre. Una lengua oficial es la madre de todas las excusas a la hora de crear empleos e incluso organismos públicos en los que enchufar amiguetes, por no mencionar la de millones y millones que se pueden desviar al asturiano mientras sea, claro está, nuestra cultura. Cada euro invertido en cultura bien invertido está y... Bueno, creo que no necesito seguir para que comprendan que la cooficialidad en Asturias es inevitable. Que los asturianos de a pie no tengan un mnimo interés es lo de menos. Nada que no se pueda generar con algo de paciencia y unos cuantos millones de euros.
Eso sí, que no todo son desventajas: dentro de unos años, cuando a pesar de nuestra nueva identidad y cultura nos sigamos hundiendo en el subdesarrollo prácticamente crónico en el que nos ha sumido y mantenido el caciquismo asturiano desde el franquismo hasta nuestros días, al menos podremos consolarnos con aquello de que España nos roba...
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