Coronavirus
Militares en pandemia: Miedo, respeto y disciplina para vencer a un “enemigo potente”
Ya han llevado a cabo más de 11.000 intervenciones, a un ritmo de 500 diarias, de desinfección de residencias, edificios públicos y de vigilancia para que la población no se salte la cuarentena
Las Fuerzas Armadas, ya sea desde el aire, en el mar a través de la Armada como se ha visto recientemente con el buque Galicia desplegado en el estrecho de Gibraltar y el mar de Alborán para dar apoyo sanitario, o en el Ejército de Tierra, con sus distintas unidades en tareas de vigilancia y control a la población para garantizar que se cumple con el estado de alarma, construyendo hospitales de campaña para dar respiro a los centros hospitalarios al albergar en ellos a pacientes de coronavirus, o realizando tareas de desinfección de residencias de personas mayores principalmente, pero también edificios públicos como hospitales, estaciones de autobuses y de tren e incluso cuarteles de la Guardia civil y comisarías de policía, están siendo esenciales en esta batalla contra el coronavirus.
Un “enemigo” que ha sorprendido a los militares, incluso a aquellos que están más especializados en este tipo de pandemias y que está requiriendo de un esfuerzo jamás imaginado para los ciudadanos en general, “pero también para nosotros”, cuentan a LA RAZÓN desde la Oficina de Comunicación de la Jefatura de la Cuarta Subinspección del Ejército, con sede en el Palacio Real de Valladolid, cuya acción se extiende al noroeste de España principalmente, que incluye País Vasco, Galicia y Castilla y León. Una comandancia curtida que cuenta con cinco Unidades de Servicio de Base (USBA): Araca, en Vitoria, la burgalesa del Cid Campeador, la leonesa Conde de Gazola, la pontevedresa del General Morillo y la de El Empecinado, en Valladolid, cuyos integrantes se están desplegando estas semanas en distintas misiones por ciudades y especialmente pueblos de la Comunidad para desinfectar y controlar que todo está en orden y nadie se salta el confinamiento sin justificación, dentro de la conocida como Operación Balmis, denominada así en honor de un médico militar español que a principios del siglo XIX difundió en los países de la América Hispana y en Asia la vacuna de la viruela. Lugares todos ellos en los que están siendo recibidos con satisfacción y enorme agradecimiento.
“Preservar la vida y la salud de los ciudadanos, su seguridad y bienestar mientras nos encontremos en estado de alerta es nuestra misión y en este objetivo el Ejército ha puesto todas sus capacidades al servicio de la sociedad, que por otro lado siempre han estado ahí”, apunta a este periódico el coronel José Falcó Masot, mientras explica que la capacidad de las Fuerzas Armadas abarca desde el ámbito sanitario, al logístico, pasando por el transporte, abastecimiento o castrametación, denominado así al arte de disponer los campamentos militares, así como otras de carácter especializado en materia de riesgos biológicos. “Somos una institución jerarquizada y preparada para afrontar cualquier misión que nos encomienden, con una gran flexibilidad y aportando si es necesario una versatilidad que difícilmente pueden aportar otras organizaciones”, asegura el coronel. Un potencial que la sociedad está pudiendo comprobar perfectamente estas semanas de confinamiento con más de 90.000 militares listos y dispuestos a plantar cara al Covid-19 en primera línea de fuego, con más de once mil intervenciones en tan solo en un mes en más de 1.300 poblaciones de toda la geografía española, a un ritmo de medio millar de actuaciones diarias.
En Castilla y León, una de las regiones más afectadas por esta pandemia, con más de 15.000 contagiados y dos mil muertos entre los que han perdido la vida en casa, en residencias y en los hospitales por coronavirus o con síntomas compatibles, el Ejército está librando una batalla sin cuartel con todas las unidades desplegadas, incluido el batallón de León de la Unidad Militar de Emergencias (UME) e incluso otras unidades de otras Comunidades Autónomas como el Regimiento de Defensa NBQ, de Valencia, especializado para prevenir y mitigar ataques con armamento nuclear, radiológico, biológico y químico o para reducir su amenaza, cuando ha sido necesario contar con su presencia. Una ayuda que es recíproca, por cuanto militares de unidades adosadas a la IV Suige están haciendo lo propio en otros territorios donde solicitan su colaboración, como es el caso del Mando de Ingenieros ubicado en Salamanca que por las capacidades específicas que aporta ante esta pandemia sus integrantes están dispersos por varios lugares del país, donde han requerido de su participación, señalan desde la Oficina de Comunicación de esta subinspección del Ejército al mando de la cual se encuentra el General de Brigada José Rivas Moriana.
Los más desprotegidos, la prioridad
Desde que empezaran a desplegarse por la Comunidad, los militares de las distintas unidades están apoyando principalmente a los más desfavorecidos, con especial hincapié en las residencias de personas mayores, tanto públicas como privadas, donde el trabajo de desinfección e información del estado en el que han encontrado a algunas de ellas, está superando todas sus expectativas. “Estamos desinfectando varias todos los días por toda la Comunidad con equipos específicos que han pasado de ser un desconocidos a ser una de las partes más visibles del Ejército entre los ciudadanos”, cuenta el coronel Falcó, que explica que cada residencia en la que están actuando “es un mundo” por su infraestructura o situación epidemiológica y destaca el gran trabajo que allí se está haciendo.
“Limpiamos todo el interior, desde zonas comunes hasta las habitaciones una por una, además de las zonas exteriores, y al marcharnos, casi sin darnos cuenta, creo que generamos un estado de confianza y tranquilidad que cuando llegamos a estos centros no existía y es una sensación que nos reconforta”, asegura el militar, quien reconoce la preocupación social existente así como lo “insólito” del momento actual que atraviesa España, ya que es un escenario “más propio de una zona de conflicto” en la que el Ejército patrulla calles vacías pero repletas de un temor que no se ve pero se percibe.
Un miedo que también padecen los propios militares, porque son humanos, y tienen familias, y en ocasiones pueden verse desbordados igualmente por las situaciones que les toca vivir, aunque están curados de espanto, como se suele decir por estos lares, y más que acostumbrados y preparados para sobrellevar cualquier tipo de situación crítica.
“El miedo es libre y cada militar lo manifiesta de una forma, pero lo que no podemos permitirnos es que ese miedo nos incapacite a la hora de cumplir la misión que nos han encomendado, ya que en el Ejército no contemplamos actitudes irresponsables por parte de nadie”, asegura, por su parte, Fernando Prada, subteniente y responsable de la Oficina de Comunicación en la IV Suige, quien insiste en que en las Fuerzas Armadas son un equipo y actúan como tal “porque la irresponsabilidad de uno puede hacer caer a todos o impedir que la misión llegue a buen puerto”. “Si no hay miedo -prosigue- lo que sí que tiene que haber forzosamente es un respeto que nos obliga a cumplir las normas estrictamente”.
Todos ellos cuentan con equipos de protección, cada uno el adecuado en función de la orden que les hayan dado, aunque en la IV Suige reconocen que han tenido problemas de falta de mascarillas y otros componentes individuales de los conocidos como EPIs y que este asunto es una “preocupación continua”. Si bien, apuntan que esta carencia “nunca” ha sido determinante ni ha influido en la operatividad de las unidades a la hora de cumplir sus respectivas misiones. "El apoyo de la Sanidad militar es constante y no sólo a los militares sino a la población en su conjunto mediante la fabricación de medicamentos o geles hidroalcohólicos para la higiene de manos que se fabrican en la industria farmacéutica y química del Ejército.
España y los españoles están orgullosos de sus militares, por la ardua y esencial tarea que llevan a cabo siempre pero que estos días de pandemia se está poniendo de manifiesto a ojo de todos los ciudadanos, como así se lo reconocen allá por donde van. Personas de carne y hueso a los que este coronavirus también les ha cambiado la vida de alguna manera, igual que al resto de españoles en cuanto al confinamiento, la seguridad laboral o individual que se exige por las circunstancias aunque también es cierto que con unas peculiaridades distintas por la propia idiosincrasia de su profesión.
“Hay días más duros que otros y no tenemos días festivos porque la pandemia no conoce de estas cosas y el que más y el que menos lleva encima ya varias misiones en el extranjero trabajando de sol a sol por lo que esta situación, aunque desconocida en nuestro país, no es nueva para nosotros", asegura José Falcó, mientras recuerda que cada uno de ellos cumple con sus obligaciones profesionales y que cuando las termina se queda en casa como hace cualquier otro ciudadano de esta sociedad. "No es hora de pensar en nosotros mismos sino en todas las personas que podemos salvar con una actitud responsable”, finaliza el coronel.
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