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Curiosidades

Las leyendas y romances del imponente castillo donde el moro Almanzor hincó la rodilla

Una fortaleza medieval e inexpugnable, considerada Monumento Nacional en 1933, que solo el paso del tiempo ha podido con ella

El castillo de los barrios de luna, en León Asociación Española Amigos de los castillosLa Razón

Castilla y León es un territorio formado y forjado a través de siglos de historia de dos antiguos reinos, el de Castilla y el de León, que han dejado un legado monumental sin igual en el mundo. Un patrimonio que se reivindica para atraer cada año a millones de turistas de todo el mundo, quienes no quedan indiferentes ante lo que ven con sus ojos y disfrutan de una riqueza forjada a lo largo de siglos y siglos de historia.

Monasterios, conventos, catedrales, iglesias, ermitas, casonas, palacios o castillos forman parte de la ingente riqueza de la que esta comunidad puede presumir hoy en día.

En cuanto a los castillos, muchos de ellos siguen siendo una gran atracción turística, mientras qiue otros se han convertido en paradores o complejos hoteleros y más fortalezas han sido utilizadas como museos y s ehan implantado Casas de Cultura e incluso otras se han convertido en un cementerio, como el de Medinaceli, en Soria.

La gran mayoría están en buen estado de conservación y visitables, como es el caso de la del municipio vallisoletano de Peñafiel, en plan ribera del Duero, que acaba de sufrir una remodelación de la barbacana permitiendo ahora una visita integral del castillo, en cuyo interior, además, se encuentra el Museo Provincial del Vino.

Los castillos esconden una gran historia detrás, repleta de batallas, leyendas, tradiciones e incluso cautiverios. Las fortalezas se construían como un lugar fuerte, cercado de murallas, baluartes, fosos y otras fortificaciones, y además de cumplir con su misión defensiva y disuasoria, eran lugares de residencia de los señores de la nobleza y a los propios reyes.

Pero el protagonista de estas líneas de hoy en LA RAZÓN tiene otras características que lo hacen único, además de su historias. La fortaleza en cuestión se encuentra en la provincia de León, en las cercanías de la localidad de Los Barrios de Luna, en la comarca de Luna, y es uno de los mejores ejemplos de arquitectura militar de la historia de España, en concreto de la época medieval, aunque su origen es algo incierto.

Se trata del castillo de Barrios de Luna, declarado Monumento Nacional en 1933, del que apenas se conserva nada salvo en la parte alta de la presa construida junto a la fortaleza y que bloqueó el ir y venir del río Luna -en concreto varios restos de dos torres, una habitación y restos de calefacción subterránea-, aunque su espíritu se mantiene intacto y solo el paso del tiempo ha podido con esta fortaleza.

Un castillo que, según los expertos, fue un lugar imponente e inexpugnable durante la Edad Media al construirse sobre una mole de cuarcita, que jugó un papel clave y estratégico durante la Reconquista sobre todo, ya que controlaba estratégicamente el paso por esa zona. Además, parece ser que en ella se custodiaba el tesoro real.

Se conoce poco de su estructura por haber prácticamente desaparecido como consecuencia de la construcción de dicho embalse. Ahora, el acceso es libre y se puede hacer desde la zona alta de la presa.

Se cuenta que fue ocupado por primera vez por los romanos, aunque se atribuye su fundación a Alfonso II de Asturias. Y según la leyenda, fue prisión de Sancho Díaz de Saldaña, padre de Bernardo del Carpio.

Si bien, Alfonso III le dio un impulso con su reconstrucción desempeñando un papel fundamental en la rebelión de los hijos de este rey. En esta época se refuerza para convertirse en una de las mejores fortificaciones cristianas, y se integra en la línea de defensiva que, junto a otras plazas como las de Alba, Gordón y Arbolio, serviría para proteger los pasos accidentados de la Cordillera Cantábrica

Su esposa, la reina Jimena, se lo entregó a su primogénito, García, en 910, junto con los castillos de Alba, Gordón y Arbolio, tras lo cual logró la abdicación de Alfonso y el ascenso al solio leonés.

En 1399 se incorporó al patrimonio de los Quiñones, al ser donado por Enrique III el Doliente a Pedro Suárez de Quiñones, merino mayor de Asturias y adelantado mayor de León.

Además, en el siglo XV Diego Fernández de Quiñones, primer conde de Luna, obligó a sus vasallos de los pueblos cercanos a reconstruir el castillo, lo que originó un pleito ante la Chancillería de Valladolid, que perdieron al ser estimado que los vecinos tenían obligación de reparar el castillo.

Años después, el mítico moro Almanzor, tras destruir León en una de sus campañas estivales, se dirigió a esta plaza pero no logró rendirla e hincó la rodilla en ella.

En la parte alta tenía una vivienda a la que se accedía por una red de caminos y escaleras en la roca y existía una canalización de agua encargada de alimentar el aljibe entre las peñas, que otros estudiosos identifican ahora como la mazmorra.

Levantado en la Peña de Almanzor, este castillo fue considerado siempre inquebrantable y el más seguro del reino ya en el siglo IX.

Esta fortaleza, además, está asociada a numerosas leyendas y romances del antiguo reino asturleonés. Se cuenta de un romance que dice que siendo rey Alfonso I el Casto mandó a su hermana Doña Ximena a la fortaleza, bajo custodia de Sancho Díaz, conde de Saldaña y uno de sus más valerosos caballeros.

Pero de los amores ocultos entre ambos nació un niño: Bernardo del Carpio, el héroe de los romances legendarios españoles, el también cantado por Lope de Vega, el que venció a moros en mil batallas y derrotó al invencible emperador Carlomagno en Roncesvalles, haciendo de su vida una permanente lucha interíor entre la obediencia al rey y la obsesión por liberar a su padre de la prisión en que aquél le tenía en el caslillo de Luna.

El rey se sintió traicionado y por ello decidió castigar a la pareja encerrándoles de por vida. A ella la recluyó en un monasterio y a él en las mazmorras de Luna tras dejarle ciego.

Castigo que el romance canta: «y en el Castillo de Luna el conde preso asistía, y a doña Ximena, el Rey luego en orden la ponía”.

Y cuentan que hasta hace poco tiempo se guardaban todavía en Luna los grilletes del conde, que nunca fue liberado a pesar de la insistencia de su hijo para que lo hicieran.