Patrimonio
El Monasterio Cisterciense más grande de Europa está en un pequeño pueblo de España
Se trata de una joya medieval que combina historia, arte y espiritualidad
Historia, patrimonio, cultura y tradición. Así es como se puede definir a España. Numerosísimos son los monumentos que existen en nuestro país, y que muchos se han podido promocionar en la Feria Internacional de Turismo (Fitur) que cerró sus puertas en Madrid el pasado domingo. Pero en esta ocasión nos vamos a centrar en edificios a lo mejor no tan conocidos, pero que son espectaculares y que hay que visitar, al menos, una vez en la vida. Y es que no se si mucha gente sabe que el Monasterio Cisterciense más grande de Europa se encuentra en España. Pues sí, en un pequeño, pero bello pueblo.
La cisterciense es una orden monástica católica reformada. Tienen como regla la de san Benito, la cual aspiran seguir en forma estricta. Nacieron en 1098 como una reacción de la relajación que consideraban que tenía la Orden benedictina de Cluny (de 910), queriendo volver al espíritu original de la Orden de San Benito (de 529). Su origen se remonta a la fundación de la Abadía de Císter por Roberto de Molesmes.
La orden cisterciense desempeñó un papel protagonista en la historia religiosa del siglo XII. Su influencia fue particularmente importante en el este del río Elba donde la orden hizo «progresar al mismo tiempo el cristianismo, la civilización y el desarrollo de las tierras».
Debe su considerable desarrollo a Bernardo de Claraval (1090-1153), hombre de una personalidad y de un carisma excepcionales. Su influencia y su prestigio personal hicieron que se convirtiera en el cisterciense más importante del siglo XII, pues, aun no siendo el fundador, sigue siendo todavía hoy el maestro espiritual de la orden.
En nuestros días, la orden cisterciense está formada por dos órdenes diferentes. La orden de la «Común Observancia» contaba en 1988 con más de 1300 monjes y 1500 monjas, repartidos respectivamente en 62 y 64 monasterios. La Orden Cisterciense de la Estricta Observancia, también llamada OCSO, comprende hoy en día cerca de 2000 monjes y 1700 monjas, comúnmente llamados trapenses porque provienen de la reforma de la abadía de la Trapa, repartidos en 106 monasterios masculinos y 76 femeninos. Las dos órdenes cistercienses actualmente mantienen vínculos de colaboración entre ellas, según asegura Wikipedia.
Su hábito es túnica blanca y escapulario negro, retenida por un cinturón que se lleva por debajo; el hábito de coro es la tradicional cogulla monástica, de color blanco. De hecho, se los llamó en la Edad Media «monjes blancos», en oposición a los «monjes negros» que eran los benedictinos. También es frecuente la denominación «monjes bernardos» o simplemente «bernardos», por el impulso que dio a la orden Bernardo de Fontaine. Pero no debe olvidarse que «aunque no se les aplique el nombre de “benedictinos”, los cistercienses son tan benedictinos como sus hermanos de hábito negro, que reciben el nombre de “benedictinos”, sin ninguna precisión más».
Aunque siguen la regla de san Benito, los cistercienses no son propiamente aludidos cuando se habla de benedictinos como contraposición a ellos. Fue en el IV Concilio de Letrán en 1215 cuando la palabra «benedictino» apareció para designar expresamente a los monjes que no pertenecían a ninguna orden centralizada, por oposición a los cistercienses. El profesor Antonio Linage Conde apunta a un fenómeno de monopolio por momentos en la denominación dejando fuera otras ramas benedictinas como la camaldulense.
Pues el Monasterio más grande de esta orden en Europa se encuentra en España, más concretamente en el pequeño pueblo soriano de Santa María de Huerta.
Monasterio de Santa María de Huerta
El monasterio se construyó entre los siglos XII y XVI. Su fundación se debe al rey Alfonso VII, en cumplimiento de una promesa que hizo en el cerco de Coria. Para este proyecto, el rey trajo en 1142, desde la abadía de Berdoues en Gascuña (Francia), una comunidad de monjes cistercienses, con su abad Rodulfo, que se alojó en un edificio muy pobre construido en un paraje llamado Cántabos, situado en el municipio de Fuentelmonge. El lugar elegido tenía escasez de agua y se decidió un traslado a las tierras cercanas al río Jalón, que se llevó a cabo en 1162.
El primer abad elegido en Huerta es Martín de Finojosa, el Padre San Martín. La labor del joven abad será consolidar la comunidad y construir el monasterio prácticamente desde la base. En esta empresa, Martín cuenta con sus hermanos y también, sobre todo en la parte material, con la aportación de los reyes de Castilla y de Aragón, de la nobleza castellana, e incluso de la gente más humilde.
El XIII, a todos los niveles, es un siglo de crecimiento progresivo y de culmen; pero en sí mismo lleva los gérmenes de decrepitud, que explotarán en los siglos XIV y XV, los que a su vez abrirán las puertas a la modernidad del XVI. Huerta sigue las mismas vicisitudes de crecimiento y consolidación en el siglo XIII, y tendrá las suficientes fuerzas para navegar con cierta holgura en las estrecheces del XIV; no podrá evitar el declive del XV, que le inducirá a asumir la reforma de la Congregación Cisterciense de Castilla.
El siglo XIV se caracteriza por las luchas intestinas entre la nobleza y la corona y por el hambre y la peste que azotan a todo el occidente. Huerta, sin embargo, mantiene su línea de crecimiento económico y espiritual. Las guerra de los dos Pedro, Pedro I de Castilla contra Pedro IV de Aragón, afectan directamente al monasterio; Huerta es un monasterio frontera. Las devastaciones de la soldadesca están a la orden del día, sin contar con la rapiña de los vecinos que se aprovechan del mar revuelto. Esto afecta a la vida de la comunidad, hasta el punto de pensar en abandonar el lugar y dispersarse por otros monasterios.
Con el siglo XV entra Huerta en el túnel oscuro de su historia. Después de sufrir a un abad profano y dilapidador de los bienes del monasterio, los cercanos duques de Medinaceli se inmiscuirán en la vida interna de la comunidad y se sucederán elecciones controvertidas, expulsiones de abades y sobre todo la división interna de la comunidad. Dentro de este clima, la encomienda es pedida por los mismos monjes, para poner remedio a tantos males.
El siglo de oro de la comunidad hortense abarca los siglos XVI al XVII, resaltando principalmente desde la segunda mitad del primero hasta el final de la primera del segundo. Los primeros años son de consolidación, preparación intelectual, espiritual y material del cenobio, y los últimos un vivir de las rentas anteriores.
Esta labor callada de consolidación se va gestando a través de las dificultades internas, y sobre todo de las intrigas de los señoríos del entorno, los duques de Medinaceli y los señores de Ariza; en este contexto, los monjes se deshacen del señorío de Torrehermosa, a finales del siglo XVI. En medio de estas luchas y enfrentamientos se desarrolla la vida de un gran santo de la tierra, san Pascual Bailón, nacido Torrehermosa en 1540 y fallecido en 1592 como lego franciscano en Villarreal, Castellón, dos años antes de la venta de su pueblo por los monjes.
Con todo, el patrimonio y hacienda del monasterio siguen pujantes, como aparece en las obras de construcción. De esta época son el claustro alto plateresco y el claustro herreriano, la biblioteca hoy casi destruida y el refectorio del siglo XVII, convertido en la actual biblioteca, y también el coro de nogal y el órgano.
Los siglos XVIII y XIX son un lento y definitivo camino hacia el fin en la historia antigua de Huerta. Desde diversos puntos vendrán las embestidas, que los monjes intentarán sortear siempre con la energía de un árbol vigoroso que se resiste a morir. Se abre el siglo XVIII con un viraje político: la supresión de los Austrias y la entrada de los Borbones con la subsiguiente guerra de sucesión, que afecta fuertemente a los monjes, sus edificios y haberes. Es destacable en esa época la obra del retablo central del altar mayor, tallado y dorado en 1766; los tallistas son de Calatayud y los doradores de Zaragoza; grandes fiestas organiza el monasterio para su bendición e inauguración.
El siglo XIX acaba con esta gran vitalidad y capacidad de reacción de los monjes. Como fruto de la mentalidad ilustrada, que se ha venido fraguando durante el siglo anterior, los gobiernos pretenden suprimir las órdenes religiosas y confiscar todos sus bienes. Entramos de lleno en la desamortización de los regulares y su exclaustración.
De 1820 a 1823, de nuevo los monjes son expulsados del monasterio con la confiscación de sus bienes. Con la restitución en el trono de Fernando VII, en 1823, los monjes retornan al monasterio y, aunque no toda, se les devuelve la hacienda usurpada. Y desembocamos en la definitiva exclaustración y desamortización de 1835. La Congregación de Castilla terminó por desaparecer, a partir de la exclaustración de 1835.
Los nuevos monjes que llegan a Huerta, en 1930, pertenecerán a una rama de la Orden, nacida del movimiento de la Estrecha Observancia del siglo XVII y, que, tras muchas vicisitudes, se reagrupará en 1892 por mandato de León XIII en la Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia.
Noventa y cinco años de abandono del monasterio no fueron suficientes para hacer desaparecer el edificio monasterial. El pueblo, que siempre ha sido un handicap para el ambiente de separación del mundo en Huerta, en este caso será, en términos generales, el salvador de los edificios.
Tras diversos propietarios, a partir de las subastas de 1846, parte de la hacienda monacal antigua, en el término municipal de Santa María de Huerta, fue a parar, por mediación de su tío, don Antonio Cerver y Glande, a doña Inocencia Serrano. El 22 de junio de 1930, llega al monasterio el padre Lorenzo Olmedo, el nuevo superior, con otro monje, y da comienzo el patronato y la nueva fundación. El 25 de septiembre llegan más monjes e inician formalmente la vida monástica; el 26 de octubre se inaugura el curso con la bendición de las escuelas de los niños y de las niñas. Para el Capítulo General de 1936 se piensa en la erección canónica en priorato independiente.
En 1962, VIII Centenario de la fundación, se ordenan tres sacerdotes nuevos y hay otras tantas profesiones monásticas. Asimismo por estas fechas se da un fuerte impulso restaurador en la parte monumental. Son años muy importantes para la consolidación de la comunidad. En 1965, Huerta es erigida en abadía y es elegido primer abad de la restauración Dom Ignacio Astorga.
En 1977 se elige al primer abad, ingresado y formado en Huerta: Dom Luis Esteban. Una nueva etapa empieza cuando los fundadores van desapareciendo. Un nuevo grupo de seglares ha querido unirse a los monjes para beber, desde su secularidad, en la espiritualidad monástico-cisterciense; es la Fraternidad laica Cisterciense de Santa María de Huerta. Durante la preparación y celebración del IX Centenario de Císter se dio un impulso importante a la restauración y embellecimiento del monasterio y del entorno.
En la actualidad, dentro de un proceso de formación serio, tanto a nivel comunitario como de los nuevos elementos, se puede hablar de una comunidad, no muy numerosa, pero sí joven y dinámica, acogedora y sencilla.
Monasterio
Todas las dependencias del monasterio (iglesia, claustro, huerta, panera (silo), bodegas, almacenes, campos de labor, etc.) están rodeadas de un muro con ocho cubos almenados. Esta joya medieval cuenta con un impresionante refectorio y una hospedería. La puerta da acceso a un atrio o plaza donde se encuentra a la izquierda la casa curato que en origen fue celda abacial, portería general y mayordomía. Enfrente está la fachada de la iglesia con un gran rosetón cuyos radios son columnillas, y una puerta de arco apuntado con molduras lisas y molduras de dientes de sierra.
La iglesia fue fundada y colocada la primera piedra por Alfonso VIII de Castilla, el 20 de marzo de 1179. A finales del siglo XVIII se hicieron obras y cambios clasicistas. Tiene planta de tres naves y crucero con cinco capillas absidiales con arcos apuntados y bóvedas de sencilla crucería. De los cinco ábsides, el del centro es semicircular y los otros cuatro son de planta rectangular, un modelo cisterciense que se siguió también en el monasterio de Santa María de Matallana (Valladolid).
Desde la nave izquierda de la iglesia se accede, por una puerta que se abrió en el siglo XII, al claustro llamado de los Caballeros; tomó este nombre porque fue lugar de enterramiento de familias de la nobleza y personas ilustres. Es un buen ejemplo de claustro gótico cisterciense.
Desde el claustro bajo de los Caballeros se asciende a la parte superior por una magnífica escalera de honor construida en 1600, que desemboca en el claustro alto, obra renacentista que se empezó a construir en 1533 y se terminó en 1547. Las galerías de este claustro presentan arcos muy rebajados y balaustres y una ornamentación de medallones que dan nombre a cada una de ellas:
-Galería de Reyes (a partir de Enrique I)
-Galería de Apóstoles
-Galería de Adalides (caudillos militares)
-Galería de Profetas
Por el interior de estas galerías pueden verse en determinados espacios los bustos de algunos monjes del monasterio que se destacaron por su virtud o por alguna otra cuestión.
Refectorio
En el muro norte se halla la fachada del refectorio, del siglo XII, que presenta un frontón con rosetón y una puerta con arquivolta muy parecida a la puerta principal de la iglesia. El refectorio es la obra maestra del monasterio. Se trata de uno de los principales atractivos del edificio.
Se empezó a construir en 1215 a expensas de Martín Nuño de Finojosa, sobrino del abad Finojosa. Se trata de una gran nave con bóvedas sexpartitas y con bellos ventanales de arco apuntado que proporcionan mucha luz a la estancia. En uno de los muros se construyó la escalera embutida en la pared, cubierta por bóveda en rampa, que da acceso a la tribuna o púlpito desde el que un monje leía a sus compañeros algún libro piadoso mientras comían.
Todo ello se completa con una hospedería para que los visitantes puedan disfrutar de vivir unos días en este entorno histórico. Con 17 habitaciones y un ambiente de paz absoluta, los viajeros pueden sumergirse en la espiritualidad del lugar, compartiendo la liturgia monástica y desconectando del ritmo frenético del mundo moderno. Una oportunidad única para quienes buscan combinar turismo, historia y tranquilidad en un entorno incomparable.
Horario de Visitas
La visita es libre, con la guía que se entrega al llegar al monasterio y dos audiovisuales. El monasterio está convenientemente señalado con paneles informativos.
Miércoles cerrado
Visitas en la mañana
Lunes, Martes, Jueves, Viernes y Sábado
De 10:00 a 13:00 -Última entrada a las 12:30
Domingos
De 10:00 a 11:15 -Última entrada los domingos en la mañana a las 10:50 (Celebramos la Eucaristía de nuestra comunidad de 11:30 a 12:30)
Visitas en la tarde
Todos los días de 16 a 18 -Última entrada a las 17,30.
Santa María de Huerta
Pero esta pequeña villa soriana no es solo su Monasterio. El pueblo cuenta además con un museo etnológico (situado en el antiguo ayuntamiento), un museo de cerámica industrial al aire libre, (ubicado en el antiguo muelle de mercancías de la estación del ferrocarril) y una exposición fotográfica permanente Marqués de Cerralbo, arqueólogo en el Alto Jalón.
Paseos, merenderos y fuentes son otros lugares en los que también se puede disfrutar del entorno de Santa María de Huerta y caminar sin prisas.