Cataluña
Diez cosas que nunca pensamos que echaríamos de menos hace una semana
Nuestra adaptación al encierro puede haber sido rápida, podemos ver el lado positivo a todo en pocos días, pero nuestra melancolía todavía es más potente
¿Qué te dirías a ti mismo si pudieses viajar al pasado hace diez días, antes de que el confinamiento, el estado de alarma, la sensación del apocalipsis? Seguramente, te darías un buen abrazo, uno último, y te dirías que todas las novelas y películas distópicas que has visto mienten, el fin del mundo nunca es una aventura épica, ni un thriller apasionante, ni una terrorífica historia de miedo, sino un aburrimiento sostenido en el tiempo en que nada ocurre y sólo sientes una angustia burlona todo el rato, como un rezo para que nada ocurra.
Llevamos diez días de encierro y podemos decir que la adaptación a nuestra nueva realidad ha sido más o menos rápida. Todo a la fuerza es más o menos rápido, vamos. Podemos salir al balcón, podemos tomar cervezas por videoconferencia, podemos mirar la serie que nunca creímos que tendríamos tiempo que ver, incluso podemos celebrar que no tengamos que arreglar la casa para la visita de nuestra suegra, pero el caso es que todo lo positivos y alegres que podemos ser en esta crisis, siempre hay un poso mayor de melancolía si pensamos en lo que hemos perdido. Lo recuperaremos, claro, más pronto que tarde, pero eso nos nos aleja del aquí y el ahora, sólo nos pone más ansiosos.
El 1,5 por ciento de la población sufre distimia, una perturbación leve del humor, una depresión sin síntomas claros, que nos incapacita en cierto grado, ya que hace preservar sentimientos de abatimiento, tristeza y melancolía. Son leves y están normalizados, así que los confundimos como sentimientos intrínsecos de nuestro carácter. Según los psicólogos, en una situación como la actual, este porcentaje subiría 20 puntos, hasta llegar a un 21,5 por ciento. O sea, una de cada cinco personas sufre en la actualidad distimia. Altera en cierto grado la percepción de las cosas, y el valor que las damos. Por ejemplo, hace que echemos de menos ciertas cosas que hasta entonces siempre nos habían parecido pesadas y rutinarias. He aquí, como ejemplo, diez cosas que nunca pensamos que echaríamos de menos y, sin embargo, lo hacemos.
- Los lunes: La pesadez de levantarse el día después del fin de semana ha desaparecido. Ya no hay dirección, ni orden, ni jerarquías, sólo una constante. Ahora hasta echamos de menos volver al trabajo, qué tontería.
- Las visitas de compromiso: Muchas personas recibían a familiares en casa por inercia social, como a esa madre, suegra, tía abuela, quién sea, y ahora los echas de menos como si fueran las personas más importantes de tu vida. La distimia tiene estas cosas y el encierro prolongado, más.
- Los ciclistas: Ir por la calle y tenerse que apartar porque un ciclista cree que para él no hay reglas y que puede ir por todas partes y todas direcciones. Echar de menos el odio físico que provoca y las maldiciones que pasan después.
- Los turistas: No, eso sí que no, no es posible echar de menos la invasión turística, y sin embargo, la Sagrada Familia vacía no es familia alguna, así que sólo es sagrada, y si sólo es sagrada, qué lo es. Dios, todo es ridículo, hasta un mundo sin turistas no tiene sentido.
- Los viejos que se cuelan: La edad te da cierta flexibilidad social y te permite hacer ciertas cosas que no estarían permitidas a los demás segmentos de la población, como esas abuelas y abuelos que fingen no enterarse y se cuelan en la cola del supermercado.
- Las procesiones: El 42 por ciento de la población española se declara atea y sin embargo prometen que si todo sale bien en septiembre irán a todas las procesiones de Semana Santa que se hayan trasladado de fecha.
- Las personas que saludan haciendo “mua mua” cuando te dan dos besos: El distanciamiento social tiene estas cosas, que te provocan que eches de menos hasta a las personas más babosas. La vida tiene estas cosas y la distemia, cosas todavía peores
- Los millenials- Ocurre como con los turistas, dónde están esos veinteañeros y treintañeros y sus manías absurdas. Al cerrar el círculo social, todo lo que queda fuera de tu marco de influencia tiendes a echarlo de menos.
- Las vacaciones de la gente en las fotos de instagram- Ahora qué ves en todas las fotos de las redes sociales sino una mesa, una tarta, un chiste. Las redes sociales se han limitado a memes de papel de váter y de la nueva normalidad.
- En realidad, la lista es infinita. Y cada uno tiene la suya propia. Cada uno es distémico a su manera. Para compartir las cosas que nunca creíste que echarías de menos existe el hashtag #cosasquenuncacreiechariademenos
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