Salud

El hombre que lo curaba todo con piedras

Se cumplen treinta años de la muerte de quien fue uno de los primeros gurús de la “New Age”

Frederick von Mierers
Frederick von MierersArchivo

El mundo busca hoy una vacuna para acabar con el coronavirus. Los científicos se pasan los días encerrados en sus laboratorios tras el remedio con el que poder curarnos del maldito covid-19. Sin embargo, hay quien siempre piensa que la ciencia no es exacta y que hay remedios que sirven para todo. Son curanderos, iluminados, buscadores de fortunas que creen que tienen el remedio deseado por todos. En los años setenta apareció alguien que decía tener la virtud de curar cualquier enfermedad con cristales y logró convencer a los ricos y famosos de Nueva York con su magnetismo. Esta es su peculiar historia.

Se hacía llamar Frederick von Mierers y se convirtió en el gurú de la alta sociedad de la ciudad de los rascacielos. Su imagen propia de un supermodelo vestido con un uniforme propio de un episodio de “Star Treck” impresionaba a todos. Con él se podía hablar de hinduismo, del Egipto de los faraones o de la vida más allá de nuestro sistema solar. Todo ello era consecuencia, según aseguraba, de una exquisita educación con la que había seducido a Andy Warhol o Truman Capote durante sus salidas nocturnas a Studio 54. A ello se le sumaba un secreto: nuestro protagonista aseguraba a sus más íntimos que procedía de una estrella llamada Arcturus. Todo ello le había proporcionado centenares de adeptos a su causa y a quienes prometía poder curar gracias a unos milagrosos cristales y piedras preciosas. Luego se supo, gracias a un trabajo de investigación de la revista “Vanity Fair", que en realidad procedía del barrio de Brooklyn y se llamaba Freddy Meyer.

Pero no adelantemos acontecimientos porque con independencia de su procedencia Von Mierers sabía atraer con un acento propio de un noble. De esta manera llamó la atención de Helen Kress Williams, una de las más destacadas fortunas neoyorquinas y una entusiasta de la astrología. Frederick encontró allí su filón y se las arregló para ser el joven astrólogo de cabecera de la millonaria. Fue entonces cuando empezó a vivir la vida que quería, llena de riqueza, con todo pagado a cambio de informar sobre el destino que deparaban los astros, sobre si a Aries o a Tauro le iría bien o si Géminis y Acuario era mejor que se quedaran esa semana en casa. El trabajo perfecto con un sueldo muy generoso. Todo iba bien hasta que Helen Kress Williams sufrió un accidente de tráfico que la dejó incapacitada. El control de sus finanzas pasó a manos de su hijo que pronto descubrió como una parte de la fortuna familiar se estaba derrochando, pagando los innecesarios servicios de un astrólogo. Una de las primeras cosas que hizo el heredero fue cortar cualquier tipo de ingreso económico en la cuenta de Frederick von Mierers.

El trauma causado por tan importante pérdida financiera hizo que Von Mierers empezara a recordar quién había sido él en el pasado y la misión por la que teníamos la suerte de tenerlo en la Tierra. Sus recuerdos llamaron la atención de muchos que vieron en él al líder que estaban buscando para llevar una buena vida sin tener que preocuparse por enfermedad alguna. En este sentido, rememoraba, ni más ni menos, que en el Antiguo Egipto había sido matemático y astrólogo. Su fabulosa memoria le permitía también asegurar que había sido contemporáneo de Buda. Todo ello sin olvidar su origen en la estrella Arcturus.

Puede sonar todo esto a cuento, pero en el Nueva York de finales de los setenta y principios de los ochenta este argumentario hizo fortuna. A todo este entramado, Frederick von Mierers le sumó su apuesta por la comida sana, además de promover la reflexología, la filosofía oriental, el yoga y todo tipo de ciencias naturales. Era el gurú de la “New Age”, pero no estaba al alcance de todos. A su apartamento en India Street solo podían entrar las personas más hermosas de Manhattan donde eran recibidos por Frederick inmaculadamente vestido de blanco y con un loro en cada hombro. Serían ellas las que conocerían otro de los grandes secretos de este sanador de diseño: el poder curativo de las piedras preciosas. Con ellas podía curarlo todo y hubo quien confío en este remedio, como fue el caso de Andy Warhol que veía en estas piedras el remedio para que su frágil salud saliera adelante en la recta final de su vida.

Muchos años después, el modelo Hoyt Richards, uno de los compañeros de Frederick, diría que “tenía una forma muy convincente de presentar estas ideas extremas y exageradas de una manera muy casual y realista. Era como si te sintieras estúpido por no creerlo” para afirmar que su comportamiento era a veces propio de “un asesino en serie”. Bajo el nombre de Eternal Values se creó una máquina que vendía miles de libros, además de organizar seminarios y tener su propio programa de radio y televisión, todos los canales útiles para dar a conocer los mensajes del líder. En nombre de Aracturus, sus fieles supieron cómo debían comportarse, cuáles eran sus mejores alimentos e, incluso, cómo dormir. A cambio de una generosa donación se les entregaban gemas sanadoras.

Todo iba bien hasta que en 1987 empezaron las divisiones en el grupo y se empezó a cuestionar al líder. Igualmente el Departamento de Policía de Nueva York inició una investigación sobre el gurú quien, viendo los posibles problemas, se marchó hasta Carolina del Norte. Fue allí donde murió víctima del sida en 1990. Sus piedras sanadoras no le fueron útiles. Tras su muerte, una investigación periodística en “Vanity Fair” demostró que todo había sido un fraude. El gurú era una estafa.