Historia

Pintura

Artemisia Gentileschi, la gran pintora barroca violada por su maestro

Sus personajes femeninos destacan por su brío, belleza e independencia y marcan un legado imborrable en la historia del feminismo

La célebre obra sobre Judith decapitando a Holofernes de Artemisia Gentileschi
La célebre obra sobre Judith decapitando a Holofernes de Artemisia GentileschiLa RazónArchivo

Que el barroco no tenga el nombre de Artemisa Gentileschi como uno de sus más altos representantes es una omisión histórica vergonzante. Sus representaciones femeninas de Susana, Judith, María Magdalena, Minerva son auténticos gritos de ira contra la imagen doméstica y sumisa de la mujer y desarrollan un dramatismo único. No importa lo fuerte que sea la mujer, parece decir, las fuerzas a las que tendrá que hacer frente no dejarán de intentar minimizarla y sino reducirla a la excepción. El feminismo ha encontrado en la obra de esta mujer una buena raíz donde crecer. Y con razón.

Gentileschi nació en Roma en 1593, hija del pintor toscano Orazio Gentileschi. La gran mayoría de las pintoras anteriores al siglo XX siempre eran hijas de pintores, como Angelica Kauffman o Marie-Louise-Élisabeth Vigée-Lebrun demostrando una realidad terrible, que sólo el ejemplo directo permitía a estas mujeres pensar que podían dedicarse al arte. Sin ese impulso, era un mundo prohibido por completo, tanto que ni siquiera era imaginable. ¿Cuántas grandes artistas habrán nacido sin esta influencia y hemos perdido para siempre?

En mayo de 1611, con tan solo 17 años, su maestro, el pintor Agostino Tassi, la viola, acontecimiento que la marcaría para siempre. Gentileschi, mujer, no tenía derecho a entrar en las grandes academias romanas, así que su padre no tuvo más remedio que buscar ayuda con un maestro privado que consiguiese madurar el evidente talento de la pintora. La violación no era más que la última y violenta evidencia de la humillación sistémica de la sociedad contra la mujer.

Los documentos del proceso que se inició a causa del caso son abundantes y, a ojos de hoy, sonrojantes. Así describió ella la violación: “Cerró la habitación con llave y una vez cerrada me lanzó sobre un lado de la cama dándome con una mano en el pecho, me metió una rodilla entre los muslos para que no pudiera cerrarlos, y alzándome las ropas, que le costó mucho hacerlo, me metió una mano con un pañuelo en la garganta y boca para que no pudiera gritar y habiendo hecho esto metió las dos rodillas entre mis piernas y apuntando con su miembro a mi naturaleza comenzó a empujar y lo metió dentro. Y le arañé la cara y le tiré de los pelos y antes de que pusiera dentro de mi el miembro, se lo agarré y le arranqué un trozo de carne”.

Poco cabe añadir ante la brutalidad de los hechos. Tassi era amigo de su padre y, cuando se descubrieron los hechos, prometió casarse con Gentileschi, algo que la pintora no acababa de entender que su padre considerase si quiera. ¿Acaso iba a vivir con su agresor como premio a la violación? El violador, sin embargo, ni siquiera cumplió su promesa ya que ya estaba casado. No fue hasta nueve meses de la agresión, en marzo de 1612, cuando su padre denunció a Tassi, iniciándose un largo juicio que concluyó con una pena de solo un año de cárcel y la expulsión del violador de los Estados Pontificios.

La instrucción del caso duró siete meses y estuvo marcado por las brutales revelaciones del carácter de Tassi. Se descubrió, por ejemplo, que el pintor planeó asesinar a su esposa, que ya había seducido y completado incesto con su cuñada y que dentro de sus planes a corto plazo estaba el robo de algunos de los cuadros del taller de los Gentileschi.

El juicio, como ocurre hoy día, siempre cuestionaba la versión de la víctima. A Gentileschi incluso la torturaron con una cuerdas entorno a los dedos que le apretaban la mano a la vez que respondía a las preguntas de los que tomaban su testimonio. En el juicio también le hicieron un examen ginecológico, burdo y doloroso, para confirmar que había sido desvirgada. La rabia y frustración que todo el proceso le provocó a la artista hizo que pintase en 1612 el cuadro “Giuditta che decapita Oloferne” (Judith decapitando a Holofernes). Impresiona ver un cuadro, actualmente en la galería Uffizi de Florencia, que muestra tanta rabia y rencor y que deja ver muy claramente el deseo de venganza de la pintora por culpa de la vejación no sólo de Tassi, sino también de su padre, de los que llevaron el juicio, y de la sociedad, que ahora exigía de ella algún tipo de compensación de honorabilidad. Gentileschi se casaba un año después sólo para recuperar su honor.

A partir de entonces dejó Roma y se trasladó a Florencia, donde empezó a conseguir un nombre por si misma. No quería que nadie contaminase ni controlase su actividad, y ella era quien conseguía y aceptaba encargos. Llegó a tener una fluida amistad epistolar con Galileo Galilei y entre sus admiradores estaba Antony Van Dick, Carlos I de Inglaterra y Buonarroti el joven, sobrino de Miguel Ángel. Asociada al negrismo de Caravaggio, la violencia de sus pinturas históricas y el dramatismo de sus mujeres, siempre en acción, nunca pasivas, la convirtieron a partir de los años 70 en una figura clave para el feminismo. Lo que está claro es que quien ve una de sus obras, nunca la olvida.