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Pintura

Angelica Kauffman, la artista favorita de Goethe e inventora de los acuerdos prenupciales

Niña prodigio y fundadora de la Academia Real inglesa, su éxito hizo que fuera la primera artista en defender el control propio sobre lo que ganaba como pintora tras el matrimonio

Ariadna vista por Angelica Kauffman en 1782
Ariadna vista por Angelica Kauffman en 1782La RazónArchivo

¿Es posible que el nombre de Angelica Kauffman sea menos conocido que el de Joshua Reynolds? Parece increíble que el talento de esta artista nacida en 1741 en Suiza haya estado hasta la última década unida al retratista inglés. ¿En serio el único interés de su obra y su biografía eran si había sido amante de su gran amigo y protector? Nunca ha existido un caso tan evidente del olvido de la mujer dentro del canon de la pintura occidental como el de Kauffman, un mujer que en el siglo XVIII tuvo el mundo en sus manos, pero que, al morir, la historia y los historiadores que la escriben le recordaron que no tenía derecho, pues sólo era una mujer.

Como el caso de Marie-Louise-Élisabeth Vigée-Lebrun, o el de Suzanne Lavadan, Kauffman fue una niña prodigio que a los doce años ya recibía encargos de nobles y clero para que les pintara sus retratos. Con apenas diez años hablaba cinco idiomas, entre los que se encontraban el alemán, el italiano, el francés y el inglés. Además tenía una voz prodigiosa y su dominio del chello era admirable. De niña, su padre la acompañó a un sacerdote para que le aconsejara a qué profesión dedicarse, si a la música o a la pintura. El párroco le aseguró que como mujer católica, no tendría tiempo para el recogimiento religioso si se dedicaba a la música, pero que con la pintura, a pesar de ser un camino más difícil, el final sería mucho más satisfactorio. No sabemos qué le llevó a renunciar a la música, pero en aquella época la pintura permitía a su familia vivir holgadamente.

Autorretrato alegórico de Kauffman intentando decidir entre la pintura y la música
Autorretrato alegórico de Kauffman intentando decidir entre la pintura y la músicaLa RazónArchivo

Su madre murió en 1757, a los 16 años, y la familia se trasladó a Austria. Su padre, un pintor mediocre, sabe del talento de su hija y le buscará todo tipo de encargos. Será la primera mujer que pinte un fresco en la bóveda de una iglesia. Será en Schwarzenberg, localidad de nacimiento de su padre, donde realizará una escena de los doce apóstoles. A partir de aquí inician una serie de viajes a Italia que aumentan su prestigio y hace que domine los temas históricos y clásicos.

A los 20 años, abandona a su padre y se traslada Londres, donde le sorprende que su fama haya llegado tan lejos. “Ahora me conocen y aprecian todos. No sólo he de mantener mi personalidad para continuar con mi trabajo, sino que todo lo demás se ha de programar para que pueda trabajar sin distracciones, si uno quiere hacerse un nombre”, asegura por carta a su padre, que le explica feliz que por primera vez puede exhibir su trabajo en los mismas salas que los hombres, no en habitaciones separadas, como sucedía en Italia.

En Londres afianzará su reputación universal y convence al rey de Inglaterra, Jorge III, para que cree la Academia Real de Bellas Artes. Se calcula que acumuló 20.000 libras gracias a sus diferentes encargos, algo que la convierte en la pintora de mayor éxito de la época. Tanto es así que, cuando se case con el pintor napolitano Zucchi en 1781, le obligará a firmar un acuerdo prenupcial asegurando que no tiene derecho alguno a su fortuna ni a su obra.

En esa época conocerá a Goethe, que la considerará “un alma sensible a todo lo que es bello y verdadero, y a pesar de ello increíblemente modesta”. Formará con el poeta alemán y otros escritores como Herder, que la describe como “un talento inmenso y una de las mujeres más cultivadas de toda Europa”. Kauffman se enamorará de Goethe, pero su relación nunca prosperidad. En “Viaje a Italia”, el escritor asegura que Kauffman: “trabajaba más duro y lograba más que ningún otro artista que conozca. Aún así, siempre impaciente, quiere hacer más”. En la entrada del 15 de febrero de 1787 escribe: “La tierna alma de Angelica escuchó con profunda simpatía mi obra (Ifigenia). Me prometió un dibujo de una de sus escenas, que me quedaré como recuerdo de ella. Ahora, mientras me dispongo a irme de Roma, empiezo a sentirme atado a estas amables personas de buen corazón”.

La artista morirá en Roma el 5 de noviembre de 1807, con el escultor Antonio Canova preparando el funeral. La sobre exposición de su trabajo, el hecho de que sea una pintura sobre todo histórica y alegórica de corte clásico, y su condición de mujer hará que la historia la arrincone poco a poco del discurso oficial, pero el talento de sus cuadros es incuestionable. El coronavirus obligó a cancelar la gran exposición que se programaba en la Royal Academy of Arts de Londres el 28 de junio, pero la recuperación de su prestigio es incuestionable.

Autorretrato de Angelica Kauffman
Autorretrato de Angelica KauffmanLa RazónArchivo