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Cómo influyó en Maradona la guerra de las Malvinas
El astro no fue a combatir y el Barça aprovechó la crisis en Argentina para poder ficharlo
Estos días se ha buceado y se seguirá buceando mucho en la biografía del astro argentino, alguien que casi hasta el final de los días ha sido objeto de atención de los medios y de la manipulación de aquellos que lo rodeaban. Pero seguimos sin saber mucho sobre él, especialmente sobre sus controvertidas ideas políticas. Diego Armando Maradona podía ir a visitar a Fidel Castro para mostrarle que se había tatuado la efigie del dictador y Ernesto Che Guevara, pero también podía estar cerca de algunos de los últimos que apoyaron la dictadura en Argentina. Es decir, Leopoldo Galtieri. El mejor exponente de todo eso vino con la guerra de las Malvinas.
En 1982, Gran Bretaña decidió poner en marcha el mayor despliegue de fuerzas tras la Segunda Guerra Mundial. Todo se remontaba a 1883 cuando los ingleses ocuparon unas islas situadas a unos 400 kilómetros de la costa argentina. A principios de los años 80 la mayor parte de la población de las islas era británica. En Argentina, una dictadura gobernaba el país y cada vez era más impopular como consecuencia de la despiadada y terrible represión que se estaba llevando a cabo y que había provocado la desaparición de numerosas personas. Tampoco las cosas iban mejores desde un punto de vista económico. Los militares pensaron, en un momento de enajenación mental, que podrían lograr el entusiasmo de la población si se recuperaban las Malvinas. Lo que era un disparate sobre el papel empezó a materializarse el 19 de marzo de 1982. Ese día, un grupo de trabajadores de la Compañía Georgias del Sur S. A., del empresario argentino Costantino Davidoff, llegaron hasta Puerto Leith, acompañados de soldados, donde izaron ilegalmente la bandera de su país ante el asombro de los ingleses. Era el inicio de una crisis que alcanzó grandes dimensiones.
Galtieri empezó a enviar miles de fuerzas a las Malvinas, muchos de ellos jóvenes soldados con la misma edad que Maradona. El país estaba mal, en una crisis de colosales dimensiones a la que sumaría el gasto procedente de la guerra, pero a Galtieri le daba igual, como a buena parte de la población que salió a la calle para aplaudir que se había entrado en guerra contra Gran Bretaña. Las cosas se pusieron especialmente feas cuando el 4 de mayo un submarino británico torpedeó el crucero de combate argentino General Belgrano. Murieron 350 personas. Seis días más tarde, Argentina se tomaba la revancha lanzando dos misiles contra el destructor HMS Sheffield provocando 21 víctimas mortales.
Mientras todo esto ocurría, Maradona trataba de mirar a otro lado, aunque no se le cayeron los anillos posando con sus compañeros de selección con el cartel “Las Malvinas son Argentinas”. Él no lo tenía tan fácil como su compatriota Oswaldo Ardiles, campeón del mundo en el Mundial de 1978, y que era la estrella del Tottenham Hotspur en el momento en que empezó el conflicto en las Malvinas. Estaba en su mejor momento deportivo en 1982, pero aquello lo cambió todo, teniendo que escuchar como lo insultaban desde las gradas. La muerte de su primo José Leónidas Artiles en plena guerra hizo que viviera un infierno del que tardó en recomponerse.
Maradona, en ese ambiente, quería huir del continente americano y la oferta del F. C. Barcelona parecía su mejor billete para escapar de todo tipo de presiones. Según Jimmy Burns, biógrafo del futbolista, quien fue más astuto con todo esto fuer quien en aquel momento era presidente del club, Josep Lluís Núñez, quien aprovechó ese momento para dar el golpe. “Aprovechando una situación política confusa en términos generales y la crisis económica cada vez más profunda del fútbol argentina, voló a Buenos Aires para poner personalmente su sello a la transferencia de Maradona en conversaciones conjuntas con directivos del Boca Juniors y del Argentino Juniors”, escribe Burns. El entrenador argentino César Menotti, íntimo amigo de Maradona diría que Núñez “demostró que era el más listo de todos”.
El jugador, sin embargo, no se quitaría de encima la sombra de las Malvinas hasta mucho tiempo más tarde. Aquella guerra se saldó con la derrota de Argentina, pero habría venganza y estaría sería en forma de partido de fútbol el 22 de junio de 1986 en el Estado Azteca de Ciudad de México. Inglaterra y Argentina se enfrentaban en cuartos de final del mundial de México. Antes de pisar la hierba, Maradona arengó a sus compañeros recordándoles los muertos argentinos en Malvinas, aunque siempre negaría que eso hubiera pasado. En la segunda parte del encuentro, el astro marcó los que serían los dos goles que forjaron su leyenda: uno marcado con la mano, con la mano de Dios, y el otro resultado de una carrera mítica.
Argentina se había vengado de Inglaterra.
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