Espacio aéreo
Unidad Pegaso de la Guardia Civil: la “policía del aire” que patrulla los cielos de España
Puesta en marcha en 2016, se extendió por todo el país a partir de 2020. Desde drones hasta aviones ligeros, los agentes velan para garantizar la seguridad aérea, cada vez más comprometida por el alto tráfico
Sin llegar a la Guerra de las Galaxias, el espacio aéreo ha multiplicado el tráfico durante el último medio siglo: basta con mirar la evolución del número de pasajeros a nivel mundial, que ha pasado de 310 millones en 1970 a 4,3 mil millones en 2019, según datos del Banco Mundial. Este aumento exponencial de la actividad se ha visto ahora acentuada por la irrupción del uso cada vez más extendido de los drones, que se han convertido también en un riesgo para la seguridad aérea, y por la aviación deportiva.
Ante los riesgos que presenta este crecimiento de la actividad aérea, la Guardia Civil se vio en la necesidad de articular la unidad Pegaso -también bautizada como policía del aire- para patrullar los cielos. La unidad, que no es en honor al caballo alado sino al acrónimo de Policía Especialista en Gestión Aeronáutica y de Seguridad Operacional, se puso en marcha en Madrid en 2016 por primera vez, pero en 2020, tras un incidente ocurrido con un dron en la capital de España, se extendió a todo el país: ahora, cada comandancia cuenta con un equipo compuesto por entre 3 y 4 agentes de la Guardia Civil.
En Barcelona, sin embargo, el equipo es algo mayor por el volumen de actividad que también hay: hay cuatro agentes y un cabo. Radicada en el cuartel de la Guardia Civil situado en las inmediaciones del Aeropuerto de Barcelona, esta unidad se encarga de velar por el uso correcto de los 12 aeródromos que hay en toda la provincia y de andar al acecho de todos los drones. Equipados con un detector de drones y un fusil que permite tomar el control de estos aparatos pilotados por control remoto, esta unidad se encarga de ser un vigilante aéreo, aunque suele moverse a ras de suelo -los agentes se desplazan con coche y van en ocasiones uniformados y en otras camuflados-.
Y, lo cierto es que actividad hay: en 2020 se registraron más de 300 infracciones, que pueden conllevar multas de hasta 4.500 euros. Según explican los agentes que han participado en este reportaje, son muy variadas, aunque, de momento, ninguna ha tenido una dimensión importante.
Tal y como explican, hay muchas personas que, «sin maldad», usan los drones para divertirse, pero inconscientemente «pueden suponer un problema real» o pueden incumplir el derecho a la privacidad o intimidad. En este sentido, como episodio de máximo riesgo hasta ahora, los agentes recuerdan que, recientemente, un piloto de avión comercial tuvo que alertar a la torre de control porque cuando estaba cerca de aterrizar –a la altura de Castelldefels, a unos 10 kilómetros de la pista– avistó un dron y tuvo el temor de que se se cruzara en su camino. Hasta allí se desplazaron los agentes de inmediato para desactivar el dron y evitar males mayores. Todo quedó en un susto.
Si bien, sobre todo, la gente suele hacer un uso del dron para grabar vídeos o tomar imágenes aéreas -por ejemplo, de una ciudad-. Y, ahí, inconscientemente pueden estar incurriendo en algún tipo de infracción relacionada con el derecho a la privacidad o la intimidad ya que pueden estar grabando a personas que estén en sus propias viviendas.
Asimismo, de momento, no se ha dado ninguna amenaza terrorista, pero trabajan con esa hipótesis y cada vez que detectan un dron sobrevolando algún tipo de infraestructura o monumento sensible –como la Sagrada Familia–, se dirigen a inhibirlo. En los últimos tiempos se ha podido ver por las redes sociales distintos tipos de vídeos donde terroristas enseñaban el uso de este tipo de aparatos para cometer ataques sobre edificios comprometidos.
«En la Sagrada Familia nos hemos encontrado muchos drones volando muy cercanos, pero en la mayoría de casos se trata de gente intentando hacer fotos o vídeos», explican los agentes, aunque recuerdan que este tipo de lugares deben estar bien vigilados para evitar cualquier problema.
La labor policial en muchas ocasiones se acepta por parte de la población. Un miembro de la unidad explica que ellos están «para ayudar y no para fastidiar» a los usuarios de los drones o las aeronaves que vigilan. Aún así, lamentan encontrarse con esos casos de pilotos o usuarios que se molestan y no quieren entender los peligros que sus acciones pueden conllevar. En una de las primeras actuaciones que llevaron a cabo tuvieron que interceptar un dron que sobrevolaba las calles de Barcelona. En ella, según explica uno de los agentes, «tuvimos que acceder a la azotea de varios edificios hasta encontrar a la persona que lo manejaba», aunque cuando lo identificaron «lo negó e hizo como si nada». Gracias a la colaboración de un agente de la policía local en prácticas que vigiló al individuo «pudimos pillarlo con las manos en la masa» y así poder hacer ver al hombre que lo que hacía no era un juego y así poder evitar cualquier «desgracia».
Uno de los principales problemas que se ha encontrado la unidad barcelonesa de Pegaso desde que se encuentra en pleno funcionamiento son las diferencias legislativas entre Cataluña y el resto de España. En Cataluña, rige una gran laxitud en cuanto a aviación ligera se refiere, y esto provoca en ocasiones ciertos problemas con los pilotos acostumbrados «a la catalana». «Nosotros no queremos parecer los malos, pero a veces hay pilotos que no quieren reflexionar sobre lo que están pilotando», argumenta uno de los miembros de la unidad, ante la reacción de algún piloto cuando se les pide cierta documentación.
Pero el principal problema ante la aviación ligera y deportiva se encuentra en uno de los puntos donde la gente posiblemente no pensaría. Se trata de las escuelas de vuelo, academias que ofrecen experiencias para poder captar clientes en las que dejan pilotar durante algunos minutos, algo que desde el cuerpo recuerdan que no «está permitido lucrarse» con algunas de estas prácticas.
Además del ocio, los agentes también inspeccionan los aviones para evitar que haya actividades de contrabando al estar muy cerca de Andorra, lugar al que se puede transportar divisas o tabaco.
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