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Juan Echanove: «El desapego a la cultura une a izquierda y derecha»

El intérprete protagoniza «La fiesta del Chivo», adaptación teatral de la novela de Mario Vargas Llosa

Juan Echanove, en la imagen actuando en la obra "La fiesta del chivo", debuta en la Zarzuela como director en el género
Juan Echanove, en la imagen actuando en la obra "La fiesta del chivo", debuta en la Zarzuela como director en el géneroLA RAZONLA RAZON

No hay duda de que «La fiesta del Chivo» es una de las grandes novelas de Mario Vargas Llosa. Sin embargo, un texto tan barroco, como así lo ha clasificado su propio autor, resulta difícil que pueda ser llevado a un escenario. Ese ha sido el milagro que ha logrado con su adaptación para el teatro Natalio Grueso, bajo la dirección de Carlos Saura y con Juan Echanove como protagonista, en la piel del dictador Trujillo. La obra llega ahora a Barcelona para levantar el telón en el Poliorama el próximo 17 de septiembre. Echanove habló con este diario sobre la producción.

–¿Cómo ha sido el proceso de ponerse en la piel de un personaje como Trujillo?

–Cualquier dramaturgia que pueda destilarse de una novela que está considerada como una de las obras clave de la literatura contemporánea, una de las más representativas de un Nobel como Vargas Llosa, tiene que ir a la esencia de esa novela. Lo que cuenta de República Dominicana y de Trujillo en los últimos días de su vida da de sí como para acometer un personaje que Vargas Llosa describe con tanta precisión que no hace falta ir a la historia original. Por eso, al principio lo que más me intereso al principio fue esperar a ver la dramaturgia para poder tomar la decisión de interpretarlo o no. Cuando lo leí comprobé que lo que se quería hacer era «La fiesta del chivo» con un Trujillo perfectamente perfilado, de manera que podamos decir por qué era así, por qué se pudo llegar a tal cúmulo de indignidad a su alrededor, por qué la sociedad lo permitió. Esa es la manera de entrar en el personaje y luego está la cotidiana de componerlo, la que viene de los ensayos, atendiendo a las pequeñas formas. Trujillo era un tipo muy gustoso de que se notara que estaba presente, que era él... Toda su manera de aparentar socialmente iba abundando en el cuidado de los mínimos detalles, el mismo que ponía en todos los procesos torturadores y humilladores.

–¿Por eso no se ha buscado un parecido físico en la caracterización del personaje?

–Así es. Al comienzo de los ensayos lo discutí con Carlos Saura. Le dije: «Mira, Carlos, entendería que en este país, en el momento de acometer Franco, tengas que parecerte, que haya una identificación física en los más mínimos detalles. Pero en un personaje como Trujillo, iconográficamente el espectador que nos vendrá a ver no necesitará la identificación con una fotografía que le pongamos de la prensa de la época». Lo que interesa, y más con un texto como el de Vargas Llosa, es que te atrape como cuando con una frase puede llegar al corazón de la persona que lo está leyendo. Da igual si el personaje lleva o no lleva bigote.

–¿Cómo ha sido el trabajo con Carlos Saura como director de esta obra?

–Ha sido una suerte trabajar con él porque Saura tiene una edad y yo otra. La posibilidad de volver a repetir con él en teatro es mínima, mientras que sí la puede haber si él pone en marcha un nuevo proyecto cinematográfico. Saura siempre ha sido amigo mío, alguien a quien admiro. Cualquier persona que le gusta el cine no puede pasar sin la obra de Carlos Saura. Es un hombre muy tranquilo, que hace un teatro esquemático y que por eso funciona muy bien en la adaptación de grandes textos literarios. No toca demasiado. Se limita a dar las coordenadas para que los actores puedan interpretar esos cuadros vivientes de lo que un día fue una novela. Tiene un gusto estético indiscutible, además de tener toda una historia detrás que hace que nos interese siempre su punto de vista.

–En un momento como este, con un auge de posicionamientos extremos, ¿«La fiesta del Chivo» tiene algo de medicinal para el espectador?

–Cuando haces una función durante dos años, como es este caso, te das cuenta de que la vigencia de las cosas que dices pasa de ser una vigencia literaria a ser actual. No es el texto o la obra de teatro la que cobra actualidad: es la actualidad la que cobra actualidad. Es que si echamos la vista atrás en un puñadito de años, veremos que se nos ha colado en la sociedad una chorretada de intolerancia, de fascismo... Es como si nos hubieran inundado. Ahora el agua se ha ido, pero para quitar el lodo... Bueno, yo no sé si lo veré, pero espero que mi hijo pueda ver una sociedad sin ese auge de tendencias extremistas, homofóbicas y terroristas se vuelvan a instaurar. Es algo que no necesitamos para darnos cuenta que vivimos en un mundo muy frágil. Con la ultraderecha se ha coqueteado bastante, incluso pensando en contar con ella para conseguir determinados objetivos políticos. En eso tiene mucho que ver la izquierda. La ultraderecha española no nació en un vivero. Viene formándose desde el alzamiento militar del 18 de julio de 1936, incluso antes, pero por poner una fecha sería esa.

–Tampoco parece que la derecha y la izquierda hagan mucho caso a la cultura en estos momentos.

–Si hay algo que une a la derecha y a la izquierda es el desapego a la cultura. Si fuera al revés seríamos la leche, pero no es así. Si es un no mirar, un retroceso, no buscar los cauces adecuados se encontrarán. Soy pesimista con la situación de la cultura en este país. Iba a decir que escéptico, pero no: soy pesimista.