Día Internacional del Cáncer Infantil
Una unidad específica para tratar e investigar sobre las secuelas cardíacas de las terapias de cáncer infantil
Un 20% de los pacientes oncológicos pediátricos desarrollan efectos secundarios a nivel cardíaco y la unidad de cardio-oncológica de Sant Joan de Déu, única en España, trabaja para revertir esos daños y hallar biomarcadores que permitan identificar aquellos pacientes con más riesgo
“Olivia tuvo que estar 44 días ingresada en el hospital y pasó hasta cuatro veces por la UCI debido a la toxicidad del tratamiento que está recibiendo por una leucemia linfoblástica aguda tipo B de alto riesgo”, señala Sandra, la madre de una niña de 6 años que, desde noviembre de 2020, cuando debutó la enfermedad, está recibiendo terapia para combatir el cáncer, pero también para revertir los efectos secundarios que el tratamiento está produciendo en su organismo.
“A Olivia le han de poner una quimioterapia muy agresiva, que se estructura en tres bloques, pero en el segundo la toxicidad le fue a los pulmones y empezó a tener dificultades para respirar y a saturar muy bajo”, razón por la cual tuvo que interrumpir la terapia, permanecer ingresada durante más de un mes y medio e incluso entró en Cuidados Intensivos varias veces. La toxicidad en los pulmones, la insuficiencia respiratoria que ella le causó, le provocó también una afectación cardíaca. Y es que si bien, gracias a los últimos avances en tratamientos oncológicos más del 80% de los pacientes con cáncer infantil son sobrevivientes a largo plazo, lo cierto es que la elevada toxicidad de algunas de estas terapias puede generar secuelas de diferente gravedad.
De hecho, tal y como señala Esther Auresanz, cardióloga del Hospital Sant Joan de Déu,“un 20% de los pacientes oncológicos pediátricos acaban desarrollando algún problema cardíaco, ya sea durante el tratamiento como ya en la edad adulta y, pese a que no es lo habitual, incluso hay niños que se curan del cáncer pero se quedan con una cardiopatía”. “Lo más habitual es que se produzca una disfunción ventricular y si detectamos a tiempo la afectación cardíaca, el daño reciente se puede revertir con medicación, que tiene un efecto remodelador y, por lo tanto, favorece una reconstrucción cardíaca”, explica la doctora.
Ese es el caso de Olivia, que a día de hoy, cuando afronta el tramo final de la quimioterapia, simulatenea el tratamiento oncológico con aquel destinado a tratar las secuelas cardíacas. “Ha de tomar betabloqueante dos veces por semana durante un tiempo indeterminado, que yo preveo que será largo”, comenta al respecto su madre, quien dice que “no sabemos cuál ha sido el tratamiento que le ha producido efectos secundarios, pero se cree que puede haber sido una de los dos quimioterapias que le han administrado o un antifúngico”.
Al respecto, Auresanz apunta que “tenemos identificadas las terapias que producen un mayor daño cardíaco, aunque hay algunas técnicas más novedosas como las inmunoterapias que producen cosas, pero no sabemos cómo afectan concretamente a la salud del paciente, y entre esas terapias más dañinas se encuentra el tratamiento con quimioterapia más usado en niños, ya que es también el que mejor respuesta ofrece”, así que “teniendo en cuenta que lo más importante es que un paciente no tenga que suspender su tratamiento oncológico por las secuelas, ya que en ello va su supervivencia”, el objetivo es poder identificar ese daño cardíaco a tiempo con el fin de intervenir mediante fármacos que puedan revertirlo.
Seguir para prevenir
Por ello, en septiembre de 2020, se puso en marcha la unidad de cardio-oncología pediátrica de Sant Joan de Déu, la primera de estas características para pacientes infantiles en España, cuya labor principal es hacer un seguimiento a los pacientes oncológicos para valorar en cada momento su salud cardiovascular con el fin de intervenir de forma temprana ante cualquier daño o afectación.
“En el momento del diagnóstico, realizamos al paciente oncológico una valoración de su salud cardiovascular mediante un electrocardiograma, ecocardiogafía y los marcadores en muestra de sangre y, durante el tratamiento, vamos repitiendo esas pruebas. Lo más importante es comparar los resultados del inicio, cuando hubo el diagnóstico, con los de cada momento del tratamiento para detectar si se ha producido algún cambio”, explica Aurensanz, quien además señala que ese seguimiento puede prolongarse incluso una vez el paciente ha superado la enfermedad.
El objetivo es detectar a tiempo un posible daño y es que, antes de la creación de la unidad, si bien es cierto que se hacía una primera valoración cardíaca en el momento del diagnóstico, el seguimiento era mucho menos estrecho, más arbitrario y no existía un cardiólogo de referencia para cada paciente, sino que éste podía ir variando en cada uno de seguimientos.
Así pues, los pacientes oncológicos están ahora mucho más controlados, ya que se les realiza un seguimiento muy estrecho, especialmente a aquéllos que ya han demostrado afectaciones cardíacas, como es el caso de Olivia. “Ahora está muy controlada porque es posible que, cuando recibe mucha quimioterapia, empiece de nuevo a saturar poco, a tener problemas para respirar, lo que acelera su respiración y ello afecta a su función cardíaca”, explica Sandra, quien al respecto concreta que “la doctora Aurensanz visita a Olivia cada vez que tiene problemas para respirar y antes y después de cada quimioterapia”.
Por su parte, la cardióloga destaca que “ahora, con la unidad, tenemos un papel más activo para evitar llegar tarde, como sucedía anteriormente en muchas ocasiones, ya que a veces hacíamos una primera valoración de la salud cardiovascular del paciente, pero no volvíamos a verlo más, cuando en realidad es durante el tratamiento que vemos los efectos secundarios de la terapia”, recuerda la doctora de la unidad, quien al respecto señala que “la hipótesis es que si a un niño bajo tratamiento oncológico no le ha pasado nada durante el tiempo que ha recibido terapia, el riesgo de sufrir problemas cardíacos en la edad adulta es bajo, pero si han pasado cosas durante el tratamiento, existe riesgo”.
Investigación a largo plazo
Con el fin de confirmar esa hipótesis, pero también con el objetivo de recabar nueva información y más conocimientos acerca de las secuelas cardíacas de las terapias oncológicas, la unidad también lleva a cabo un labor investigadora. “El fin último es saber qué pacientes van a reaccionar al tratamiento con daños cardíacos y cuáles no en el momento del diagnóstico, con lo que, para ello, por ejemplo, sería conveniente hallar un marcador que nos permitiera detectar y cuantificar ese riesgo al debut, ya que de esta manera podríamos intervenir antes de que se produzca el daño, o conocer los factores individuales que hacen que un niño desarrolle una secuela y otro no, puesto que ello nos permitiría saber de antemano quién puede tener más riesgo de sufrir afectaciones cardíacas”, indica la doctora.
En este sentido, en la unidad se recogen muestras de sangre de los pacientes, que se almacenan para analizar en el futuro, cuando ya se conozca cómo ha evolucionado cada uno de los niños tratados, y, entre todas aquellas que pertenecen a pacientes que han desarrollado alguna complicación cardíaca, tratar de detectar algo en común entre todas ellas para buscar el motivo que explique esa afectación .
“Ahora enviamos a un laboratorio de Estados Unidos todas las muestras que tenemos de los pacientes en el momento del diagnóstico y allí las van a analizar porque la idea es seguir a esos pacientes en el tiempo para detectar los que han ido mal y buscar biomarcadores muy específicos, tanto a nivel cardíaco como oncológico, que nos permitan identificar aquellos pacientes con riesgo de desarrollar cardiopatías desde el debut”, comenta la cardióloga.
Para poder lograr resultados en este sentido se requiere al menos un periodo de 10 años de seguimiento, pero, tal y como apunta Aurensanz, “por el camino, iremos viendo cosas, iremos aprendiendo y adquiriendo nuevos conocimiento que nos permitirán tratar mejor a estos pacientes y minimizar sus secuelas lo máximo posible”.
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