Entrevista

Milena Busquets: «Los escritores no estamos hechos para estar expuestos»

Con «Las palabras justas» la escritora barcelonesa publica un diario de lo vivido durante el último año con sus luces y sus sombras

Milena Busquets
Milena BusquetsJOSEP LAGO

El nuevo libro de Milena Busquets, «Las palabras justas», editado por Anagrama, tiene a la propia autora como protagonista. Es un año en la vida de la autora de «También esto pasará» con sus luces y sus sombras. La escritora barcelonesa, que siempre ha trabajado con su propia biografía para construir su obra literaria, habla en estas páginas de su vida cuotidiana, de lecturas, de sus encuentros con los lectores... Antes de empezar la entrevista, Busquets me aclara que ha escrito un libro sin trama, a lo que le respondo que tal vez sea ella misma la trama de esta obra.

Sí, es verdad. Un diario no tiene trama y la vida no tiene trama. El diario es más cercano a la verdad, algo que queremos comunicar los escritores. Sí, estoy de acuerdo, la trama soy yo. «Las palabras justas» es la experiencia de una mujer en una ciudad en el norte de España, a punto de tener cincuenta años. Sí, la trama soy yo.

¿Escribir un diario es un refugio para no escribir novela?

Realmente nunca he escrito novela. He escrito tres autoficciones. Después de «Gema» pensé que tenía dos opciones: o tirar hacia la ficción –porque siempre he sido yo mi propio material literario–, o investigar más sobre la literatura del yo. Hablé con gente sobre esto, como mi editor Jorge Herralde y otras personas de mucha confianza. Fue entonces cuando empecé a escribir esto, algo que no era un diario sino frases sueltas, aquello que se me ocurría. He leído a fondo a Jules Renard que es inspiración para este libro, al igual que los autores franceses del XVII. A medio libro me di cuenta que había una parte muy personal, que no eran solo máximas.

¿Fue entonces cuando se impuso la estructura final para «Las palabras justas»?

Pensé qué medio de transporte era el mejor para lo que yo quería comunicar. Opté por diario, pero no era la imagen primera que tenía. Esto no es un diario íntimo, aunque sí es verdad que hay una parte muy íntima. Es lo mismo que pasaba con los artículos de prensa, que son muy yo porque en ellos está mi pequeña vida cotidiana.

¿Se lo ha contado todo a este diario?

No se le cuenta todo al diario. Escribía diarios adolescente, pero creo que los que escribimos vamos con mucho cuidado. Escribir es un ejercicio de autocontrol. No me funciona lo de dejarse llevar, aunque midas las palabras, a veces te salen cosas que no son las que quería hacer. Ni al psiquiatra se le cuenta todo porque hay una parte que mantienes en la sombra por el pudor. Por ejemplo, no me he hecho en mi vida un «selfie», pero hablar de cosas más íntimas, en literatura tiene que ser un terreno de libertad porque no entra la vergüenza, ni el pudor. El amor y la literatura son terrenos de libertad si no estaríamos haciendo trampa.

En la entrada del diario posterior al día de Sant Jordi realiza un listado de tipos de lectores. ¿Con cuál de ellos se queda?

En el diario he sacado todo lo que era blablabla. No quise esperar a que pasaran diez años para una criba. Respecto a los lectores, quería un poco romper con el cliché de que todo es maravilloso el día del libro y de que todos somos muy felices en Sant Jordi. Me gustaba la idea de mostrar la otra cara. Por un lado quiero que me quieran cuando escribo, pero por otro lado hay un deseo de provocación. Convivo con esas dos cosas. El escritor siempre es el mayor seductor, pero tampoco quiero que se crean que soy tan simpático y quiero decir las cosas como las pienso. Creo que todo lo que escribo en una línea lo podría defender en tres capítulos. ¿Sobre Sant Jordi? Me quedaría con los fans, con mujeres que me dicen que se sienten identificadas.

También está, en su listado, el lector que se presenta como un juez.

Sí, es verdad. Piense, para empezar, en la posición en la que estamos los escritores, sentados en la mesa, y que la persona que viene a verte es más impresionante que tú. Hay una extraña desigualdad. Luego te sientes en deuda porque esa persona te haya dedicado una horas a leerte a ti y no a Chejov o Shakespeare. En Sant Jordi está el miedo a decepcionar. Los escritores no deberíamos salir porque nuestro sitio es estar en casa. Me gusta la gente, hay chicas increíbles que vienen a verme en las firmas de libros, pero me siento a la intemperie, en peligro. Los escritores no estamos hechos para estar expuestos porque lo que queremos es estar en la sombra.

En el diario habla de la conveniencia de no escribir a favor de uno mismo.

Intento no escribir a mi favor. Pienso que con quien soy más dura e impecable es conmigo misma y en este libro no sale un relato muy halagador. Soy un desastre. Tienes que estar muy centrado en ti mientras escribes, pero debes tener una distancia crítica y tirar muchas páginas a la basura.