Historia

La penúltima mañana de Federico García Lorca en Madrid

El testimonio de José Caballero permite saber cómo fueron las horas previas a su marcha a Granada

Federico García Lorca
Federico García LorcalarazonLa Razón

El tren de Madrid a Granada, en julio de 1936, fue el que llevó a Federico García Lorca a una muerte segura, pese a que él pensaba que iba a estar a salvo en su ciudad. Mucho se ha escrito y especulado sobre los momentos previos a que el poeta se marchara a Granada gracias, especialmente, al testimonio de Rafael Martínez Nadal, confidente de Lorca y la última persona que lo vio a Madrid. Él fue la persona encargada de llevar al poeta hasta la estación de tren y despedirlo una vez que lo dejó en el vagón. El resto es historia. Ahora, tanto tiempo después, sabemos que aquello fue una verdad a medias o una media mentira porque hubo otro testigo de esa marcha que tuvo lugar la noche del 14 de julio de 1936.

Un poco antes, unos fascistas asesinaron a tiros al teniente José Castillo. En menos de 24 horas, y como respuesta a ese crimen, un grupo de guardias de asaltó acabó con la vida del político derechista José Calvo Sotelo. En el ambiente planeaba la sombra de un inminente golpe de Estados a manos de un grupo de militares, como así pasaría el día 17 en Canarias y los territorios de África para trasladarse al día siguiente a la Península. Y Lorca pensaba que sería en Madrid donde más se notaría ese conflicto en cuanto estallara por lo que era mejor marcharse.

Un testimonio de excepción de los últimos momentos de Federico en Madrid fue uno de sus mejores amigos, el pintor José Caballero. En la fundación que lleva su nombre se conserva un cuaderno manuscrito en el que Caballero, mucho tiempo después de los hechos, fue rememorando esas horas. Él también decidió irse lejos, en este caso a su Huelva natal, pero antes, el 13 de julio, quiso despedirse de Lorca, por lo que fue a visitarlo en su domicilio en el número 102 de la calle de Alcalá. “Estoy con él desde las 12 hasta las 2 1/2. Quiere que comamos juntos pero yo debo preparar mi equipaje. Quedamos en escribirnos y me dice que vendrá unos días a Sevilla y Huelva, cosa que seguro que no piensa hacer”.

En aquel momento Lorca había concluido la redacción de su última obra de teatro, “La casa de Bernarda Alba”, cuyo manuscrito está fechado el 19 de junio de 1936. Estaba previsto que Margarita Xirgu abriera su temporada teatral ese otoño en Madrid con esta pieza que Lorca ya había empezado a leer a sus más íntimos, una manera de probar la reacción del público. José Caballero debía ser el escenógrafo, algo que aparece en estas notas donde dice que sobre los decorados “deberé trabajar durante el verano y también en los figurines”.

Sorprendentemente Lorca le dijo que “se va dentro de unos días a Granada”, pese a que fue la noche siguiente. El poeta lo invitó a marcharse con él “unos días y así puedo ver el sitio e incluso hacer el mural que me ha pedido sobre la cogida y la muerte de Ignacio Sánchez Mejías”. Esa obra, prevista para la Huerta de San Vicente, la finca de la familia García Lorca en Granada, no se llegó a materializar. “De nuevo insiste para que comamos junto con Rafael Rapún [una de las más importantes relaciones sentimentales del poeta], con quien está citado. Me despido de Federico con un gran abrazo, porque me queda poco tiempo”.

Cuando el día 14 el tren deja a Caballero en Huelva, casi al mismo tiempo, se entera de que ha aparecido el cadáver de Calvo Sotelo después de ser abandonado por sus asesinos. La noticia corre como la pólvora por toda España. A Lorca le espanta el hecho y decide marcharse, casi sin despedirse de nadie. Lo acompaña Martínez Nadal hasta la estación, pero ahora sabemos que con otra persona que era Juan Ramírez de Lucas, el último gran amor de Lorca. Martínez Nadal decidió contar ese día en algunos textos y conferencias. Ramírez de Lucas optó por el silencio, aunque antes de morir dejó unas páginas escritas sobre esos días que permanecen inéditas.