Día Internacional del Cáncer de Mama

“Al acabar el tratamiento, las pacientes sienten la presión de intentar encajar en el molde de lo que era su vida, pero ellas ya no tienen esa forma”

Lo recaudado en la 5ª edición del ‘Pañuelo Solidario’ va ir destinado a financiar un proyecto de acompañamiento psicológico a mujeres con cáncer de mama tanto en el momento del diagnóstico, como durante el tratamiento, el posterior proceso de reincorporación a la vida ordinaria, así como para pacientes con cáncer avanzado

Alejandra Cano, Ruth y Judit Mascó, madrina de la iniciativa, lanzan al aire el diseño de este año del Pañuelo Solidario
Alejandra Cano, Ruth y Judit Mascó, madrina de la iniciativa, lanzan al aire el diseño de este año del Pañuelo SolidarioVall d'Hebron

Cualquier enfermedad oncológica, a la que va asociada un riesgo de mortalidad y altos niveles de sufrimiento, requiere de un proceso mental y emocional de asimilación y adaptación al diagnóstico, al tratamiento, a las secuelas y a todos aquellos miedos y cambios que se desprenden de la misma.

Por ello, para hacer frente a la enfermedad y todo lo que ésta conlleva, más allá del abordaje médico y clínico de la misma, muchas veces es necesario llevar a cabo un acompañamiento psicológico que garantice o favorezca el bienestar y promueva una cierta calidad de vida de los pacientes, el cual empieza ya en el mismo momento del diagnóstico.

“En un inicio, cuando la persona recibe un diagnóstico de cáncer, le invade un sentimiento de incredulidad y entra en estado de shock”, comenta la psicooncólga del Grupo de Cáncer de Mama de Vall d’Hebron Instituto de Oncología (VHIO), Alejandra Cano, quien señala que ello es especialmente evidente entre las pacientes de cáncer de mama, ya que “cuando éstas reciben el diagnóstico no suelen llegar con un malestar físico declarado, ya que habitualmente la enfermedad se detecta durante un control rutinario o porque la paciente ha palpado un bulto, de manera que en estos casos no hay sensación de estar enferma”, lo cual dificulta más el proceso de asimilación e integración del diagnóstico.

El acompañamiento psicológico puede prolongarse durante todo el proceso y, por lo tanto, ha de ir adaptándose a las diferentes fases de la enfermedad, porque las necesidades pueden ir cambiando en cada momento. Así pues, tras el diagnóstico, cuando el paciente inicia el tratamiento, suele abrirse una etapa en la que el miedo y la ansiedad adquieren un papel protagonista. “Es un momento en el que el paciente siente que pierde el control de las cosas. Tras asumir lo que tiene, empieza la incertidumbre acerca de cómo evolucionará la enfermedad, de qué manera le afectarán los posibles efectos secundarios...y todo eso genera angustia y ansiedad”, relata Cano, quien señala que, además, “a ello cabe añadir el poder de decisión que el paciente tiene en lo relativo al abordaje del cáncer que padece, lo cual contribuye a incrementar ese sentimiento de ansiedad”

“Esas son las emociones que más prevalecen durante la enfermedad”, indica la psicooncóloga, pero cabe destacar que, cuando el paciente ya ha acabado con el tratamiento y llega el momento de reincorporase a su vida normal, empieza una nueva etapa en la que el acompañamiento psicológico es igual o más necesario que durante la enfermedad, algo que puede no ser evidente y a lo que se da poco visibilidad, por lo que es frecuente que pase por alto.Esto es especialmente relevante en tumores como el de mama, ya que el índice de supervivencia de las pacientes es a día de hoy muy elevado.

Empezar de nuevo

“Cuando acaba el tratamiento, la paciente empieza a integrar lo vivido y es entones cuando aparece la sensación de abandono”, explica Cano, quien al respecto comenta que en este momento le asaltan pensamientos como “no sé quién soy, ya que soy alguien muy diferente a cuando empezó la enfermedad, estoy perdida...”. En este sentido, no hay que olvidar que, si bien el entorno ve el fin del tratamiento como una buena noticia, un momento de felicidad máxima, la paciente, frecuentemente, no comparte esa visión, ya que, por un lado, siente inseguridad e incertidumbre porque ya no percibe ese control de la enfermedad que le proporcionaba el hecho de estar sometida a constantes controles y visitas médicas durante el tratamiento, y, por el otro, debe lidiar con las secuelas propias del cáncer y la terapia, así como, en algunos casos, con los efectos secundarios del tratamiento hormonal, como dolores articulares, fatiga intensa, malestar general, lo que además le genera dificultades para recuperar su vida normal.

Así pues, se trata de una fase muy complicada para las pacientes, ya que mientras el entorno ve la enfermedad como algo que ha quedado atrás, ellas no lo sienten así. “A menudo se sienten incomprendidas porque no han podido hacer aún ese cambio de chip, porque el cáncer las ha transformado a todos los niveles (físico, laboral, social...) y, por lo tanto, es difícil para ellas recuperar su vida anterior”, señala Cano, para a continuación indicar que “han de reinventarse cuando el mensaje que les llega desde fuera es que la enfermedad ya está superada y han de normalizar”. “En ese momento, estas mujeres sienten la presión de intentar encajar en ese molde que era su vida, pero no son capaces porque ellas ya no tienen esa forma”, concluye la psicoóncologa.

En este sentido, cabe recordar que, cuando estas mujeres concluyen el tratamiento, “muchas veces se dan cuenta que no pueden reincorporarse a su puesto de trabajo debido a las secuelas físicas, como pérdida de movilidad del brazo por la cirugía, dolores articulares o cansancio físico, mental y emocional extremo y permanente, un deterioro cognitivo como consecuencia de la quimioterapia, que se traduce en falta de memoria y de concentración, por ejemplo; o emocionales, como inseguridad, miedos, sensación de que en muchas cosas te has quedado atrás en poco tiempo...”. Además, existe una tendencia al aislamiento, a retraerse y ello provoca una pérdida del hábito de las relaciones sociales, lo que genera, en estas mujeres, una sentimiento de aislamiento. “Y todo ello repercute directamente en su autoestima, puesto que todos sus puntos fuertes están desdibujados”, constata.

En este sentido, como indica Cano, aunque no existe evidencia científica acerca de una relación causa-efecto entre el estado de ánimo de la paciente y la evolución de su enfermedad, lo cierto es que " a nivel clínico, podemos decir que influye”. Además, de lo que sí hay cada vez más evidencia es que, a largo plazo, el estado de ánimo puede condicionar el bienestar físico. Es decir que “un estado de estrés agudo prolongado en el tiempo se ha visto que afecta a la supervivencia, a la esperanza de vida”, indica la psicooncóloga

Acompañamiento para una autonomía emocional

Por todo ello, es clave ayudar a la persona que se enfrentan a un cáncer de mama a “dotarse de los recursos y herramientas para no sentirse abrumada por esas emociones, para que aprenda a regularlas y, en definitiva, sea más autónoma en su gestión, porque la solución no pasa porque estas mujeres nieguen lo que sienten, sino que han de conectar con todo su abanico emocional, transitar por todos los estados emocionales que existen, ya que ésta es la única forma de alcanzar el bienestar”. Y el hecho de dotar a esa persona que está combatiendo o ha superado ya un cáncer de los recursos necesarios para gestionar sus emociones es algo que le va a servir siempre ante cualquier foco de estrés que le plantee la vida”, concluye Cano.

“Esta enfermedad cambia la vida y requiere de una adaptación que puede dar lugar a un proceso de crecimiento personal. La idea es que estas mujeres aprovechen la experiencia traumática para fortalecer su resiliencia y afrontar con garantías otras pruebas que puedan surgir en el futuro”, comenta Cano, quien señala que “es una manera de dar sentido al sufrimiento”.

Bajo esta premisa, la psicooncóloga apostó por impulsar un grupo de terapia para mujeres con cáncer de mama que, tras finalizar el tratamiento, debían enfrentarse a su reincorporación a la vida ordinaria y éste se puso en marcha en 2021, momento desde el que ya ha prestado atención a más de un centenar de mujeres. Posteriormente, Cano hizo lo propio con un segundo grupo focalizado en ofrecer acompañamiento a las mujeres tras el diagnóstico y, para el año próximo, está prevista la creación de otro grupo dirigido a mujeres con cáncer avanzado. “Es importante que estas mujeres no se asusten por las emociones desbocadas que están experimentando a raíz de la enfermedad o que sientan rabia y enfado por ellas, es necesario normalizarlas y ayudarles a regularlas y, en este sentido, los grupos de terapia son un espacio ideal para que ellas puedan desahogarse sin sentirse juzgadas, porque muchas veces no quieren compartirlo con los familiares para no hacerles sufrir más”.

En este proceso de despliegue e implementación del proyecto, la psicooncóloga va a poder contar con el apoyo económico de la 5ª edición de ‘Pañuelo Solidario, una campaña impulsada por Vall d’Hebron, que, a través de la venta de un pañuelo diseñado por Claudia Valsells y distribuido a través de Natura, recauda fondos para apoyar la investigación en cáncer de la mujer y, en este ocasión, uno de los proyectos seleccionados para beneficiarse de una de las dos becas que otorga esta iniciativa es, precisamente, el de Alejandra Cano.

Una caso de éxito

Ruth, una paciente de 42 años con cáncer de mama, participó durante los meses de mayo, junio y julio de este año en uno de estos grupos de terapia, que para ella resultó muy útil porque “tras el diagnóstico pasas por diferentes procesos y te invaden muchas emociones”. “Al principio crees que puedes ir tirando tú sola, pero ves que la ansiedad va en aumento. Yo tenía mucho miedo e incertidumbre porque no sabía cómo iba a acabar todo, ni cómo iba a ser todo el proceso ni cómo me podía afectar y al final se apodera de ti una bola tan grande de emociones que necesitas que alguien te ayude a aclarar las ideas”, explica.

Llegados a este punto, Ruth aceptó la invitación de Vall d’Hebron a participar en uno de estos grupos impulsados a iniciativa de Alejandra Cano con el fin último de “hablar mucho de las emociones que estaba experimentando y reconocer así lo que me estaba pasando. Y es que, tal y como admite la paciente, “muchas veces evitas hablar de ello con familiares y entorno para no generarles más ansiedad a ellos”. En cualquier caso, el primer paso en este proceso “es poder validar esas emociones, asumir que te toca estar fatal y darte derecho a ello”, indica Ruth, para, a continuación, trabajar con el grupo “en la adquisición de herramientas para llevar mejor las situaciones que puedan ir sobreviniéndote y esas herramientas me van a servir para todo en la vida”.

“A mí me fue muy bien esta terapia porque me ayudó a estar centrada en el momento, a enraizarme en el presente y no pensar en lo que vendrá después. El resto ya vendrá”. Y así es, precisamente, como está afrontando la fase de la enfermedad en la que se encuentra actualmente. “Ahora acabo la radioterapia, he de empezar un tratamiento hormonal que se prolongará durante 5 años y estoy a la espera de la reconstrucción de la mama”, relata Ruth, quien se plantea su vuelta al trabajo y a la rutina con mucha calma y sin exigencias. “Tendré que convivir con los efectos de la medicación y, en un año, veré cómo me encuentro para plantearme mi reincorporación al mundo laboral, pero lo que tengo claro ahora es que no voy a pensar cómo será esa vuelta al trabajo, ya lo iré viendo y valorando cómo me voy adaptando, porque, como decía antes, el grupo me ha ayudado enraizarme en el presente”