Entrevista

David Trueba: «Este era el momento de profanar a la familia Pujol»

El realizador presenta la serie documental «La sagrada familia», una aproximación a la historia del clan

El director de cine y escritor David Trueba
El director de cine y escritor David TruebaFERNANDO VILLARAgencia EFE

David Trueba es conocido por una interesada y premiada obra cinematográfica en la que el protagonista es la ficción. Sin embargo, en «La sagrada familia», que desde esta semana puede verse en HBO Max, el cineasta y escritor ha tratado de firmar una aproximación periodística e histórica a la familia Pujol, con todas sus luces y sus sombras. La serie documental, codirigida con Jordi Ferrerons, cuenta con numerosos testimonios de aquellos que han tratado al presidente de la Generalitat, desde periodistas a políticos –como los presidentes del Gobierno Felipe González y José María Aznar– así como a alguno de sus colaboradores más cercanos, como Lluís Prenafeta, e, incluso, uno de sus hijos, Josep Pujol, David Trueba conversó con este diario sobre lo que ha sido para él este trabajo.

¿Por qué se ha metido en una historia como la de la familia Pujol?

Es sorprendente porque empecé a trabajar en esto en un momento en el que estaba metido en otra cosa. Mi primera reacción fue no, no puedo. ¿Cómo me voy a meter en algo así? Sin embargo, hacía tiempo que había hecho en televisión programas o serie, pero nunca había hecho un documental periodístico. De pronto el personaje me pareció rico en muchísimos matices, en traiciones. Así que cuando vi que se podía hacer en la manera que yo quería, es decir, pudiéndolo extender para que no fuera algo de ocasión, con una visión mucho más general y que se pudiera mirar atrás con cierta justicia, fue cuando dije que adelante.

¿Ha podido hablar con todos los que quería?

No, siempre hay alguno que se niega, pero eso es algo que no me parece raro. Siempre hay personas que se niegan, que no quieren comprometer a su entorno. Estamos hablando de un asunto que genera mucha visceralidad, en la que estás conmigo o estás contra mí. Así que ha habido tanto políticos como periodistas que han sido reacios y yo no les he querido presionar. Lo que sí pensé es que se arrepentirán cuando vean la serie. (Risas)

Siempre se puede hacer un nuevo capítulo.

No, porque nadie es imprescindible. Cuando tienes, como es el caso, a más de cincuenta personas, siempre encuentras a alguien que puede cubrir ese espacio. En una cosa como esta siempre hay personajes que son intercambiables. Si teníamos cuatro en una misma línea, suprimíamos a dos.

Parafraseando a Jordi Pujol, ¿tocaba ahora poder hacer una serie documental sobre él?

Pues creo que sí, pese a que evidentemente queda el gran hito por delante que será su fallecimiento, como nos llegará a todos y que volverá a ponerlo de actualidad. El juicio ya se ve que no será contra él ni contra su mujer porque estarán seguramente fuera del asunto por problemas de salud. El hito final de su carrera será siempre la confesión de la «deixa». A partir de ahí sí se podía permitir hacer una mirada atrás para poder ver la globalidad del personaje. Lo que sí es cierto es que lo que ocurra en el futuro ya no tendrá ninguna trascendencia en el retrato del personaje.

Pujol construyó su imagen gracias a sus intervenciones públicas y al relato que dejó en sus memorias. ¿Cómo se puede hacer para derribar ese muro?

En cierta manera, el grado de sentimentalidad que muchos catalanes tienen del personaje es muy parecido al grado de sentimentalidad que muchos tienen al hacer una lectura sobre sus padres. Al final, la verdad está en otro sitio, en los datos, en el análisis de tus jugadas. Nunca está en la sentimentalidad que es algo que criticamos cuando lo vemos en otros cuando nos preguntamos por qué se entrega la sentimentalidad a ciertos políticos que no la merecen. En este caso es lo mismo. Es un juego. Tenga en cuenta que él fomentaba esa imagen de paternidad en un país y, por lo tanto, los que creían en ese modelo todo lo que se saliera de esa verdad rotunda, de ese dogma, les resultaba incomodísimo. Les obligaba a hacerse otro mapa emocional de sus ilusiones y de sus creencias. Eso es incomodísimo. De ahí viene esa idea de sacrilegio que tiene el tratar este asunto, aunque creemos que era el momento de hacerlo. De ahí viene también el título porque sabes que hay personas que no están dispuestas a escuchar los datos porque quieren tenerlo todo bajo un manto sagrado. No quieren levantar ese manto porque saben que lo que habrá debajo es demasiado humano.

Supongo que el reto era también evitar caer en la caricatura al tratar un personaje como Pujol.

En España, no en Cataluña, hay una visión o imagen muy caricaturesca que hace que los españoles no entienda muy bien la relevancia del personaje. Creo que no conocen muy bien la historia de la fabricación del mito. Esa parte para mí era muy importante. Por eso puede que alguien me pregunté por qué me remonto a la Guerra Civil y a la posguerra, pero es que esta historia no tiene sentido si no cuentas eso. También es un personaje que tiene muchos enemigos, algunos de ellos con un odio visceral. Así que no puedes dejarte llevar a ese territorio que es igual de emocional que el otro. La verdad está en un sitio más complicado.

¿Nunca tuvo la tentación de convertir este material en ficción?

Pues no tuve la tentación, pero sí la oferta para hacer una teatraliazación de una parte. Ya me había implicado en esto y me parecía más pertinente hacer esto, lo que no quita que en el futuro se pueda hacer, ya sea por mi o por otra persona. Teatralizar es llevarlo a otro terreno porque ya añades cosas. Ves «The Crown» y entiendes que no es periodístico sino una reinterpretación dramática.

¿Qué imagen cree que quedará de Pujol?

Creo que en Cataluña será una visión global positiva, pero con un contorno turbio. La Historia creo que juzgará duramente a su entorno.