Lingüística
Los seis dialectos del catalán (¿y el valenciano?)
La lengua se divide, a grandes rasgos, en dos grupos dialectales y, a su vez, en varias subcategorías
Por mucho que cierta parte del independentismo agite de tanto en tanto la bandera del fantasma de la muerte del catalán, lo cierto es que esta lengua romance goza de más parlantes, unos 9 millones, que en toda su historia, amén de televisiones, radios, periódicos y un reguero de publicaciones literarias difícilmente justificable. Los problemas, como de costumbre, empiezan cuando se mezcla con la política y, en este caso, su nomenclatura. Quién sabe si sin las ansias pancatalanistas de ciertos sectores y un idioma que se llamase, por ejemplo, lengua de levante la mitad de sus batallas se terminarían. En cualquier caso, el catalán, a grandes rasgos, cuenta con dos amplios grupos dialectales que, a su vez, se dividen en subgrupos.
Así las cosas, lingüísticamente, hay dos grupos dialectales principales en el catalán moderno: los dialectos occidentales, incluidos el catalán occidental y el valenciano; y el grupo oriental, que incluye el catalán oriental, balear y roussillonés y el dialecto hablado en Alghero (Cerdeña), donde se introdujo el catalán en el siglo XIV. Desde la época de la Guerra Civil española, las disputas por motivos políticos sobre la relación del valenciano con el catalán han sido amargas. Debido a que los dos difieren solo en aspectos menores (detalles de pronunciación, vocabulario y conjugación de verbos) y son fácilmente inteligibles entre sí. De hecho, la Academia Valenciana de la Lengua puso fin a este debate hace casi una década al considerarque el valenciano y el catalán son nombres diferentes para el mismo idioma. Sus pequeñas diferencias no suelen reflejarse en el lenguaje escrito.
De hecho, el valenciano, en su diccionario, se define así: lengua románica hablada en la Comunidad Valenciana, así como en Cataluña, las Islas Baleares, el departamento francés de los Pirineos Orientales, el Principado de Andorra, la franja oriental de Aragón y la ciudad sarda de Alguer, lugares donde recibe el nombre de catalán.
El catalán está estrechamente relacionado con la lengua occitana del sur de Francia y con el español, pero es claramente distinto a ambos. Se diferencia del español en las siguientes características: falta de diptongos ascendentes (como ie y ue, como en comparación con el catalán bé y el español bien “bien”, el catalán bo y el español bueno “bien”) y una abundancia de diptongos descendentes (como como eu, au, ou, como en comparación con el catalán peu y el español pie “pie”, el catalán bou y el español buey “buey”). El catalán también conserva los sonidos j (pronunciado como j en francés o la z en inglés azure), z, tj (pronunciado como j en inglés), tz y x (pronunciado como sh en inglés); ninguna de esas consonantes aparece en el español moderno. El catalán enfatiza ciertos verbos en la raíz en lugar de la terminación de infinitivo, como en español (catalán VENdre, español venDER “vender”). El catalán difiere menos del occitano que del español, pero a menudo usa diferentes sonidos de vocales y diptongos y también tiene convenciones gramaticales algo diferentes.
Los materiales escritos en catalán más antiguos que se conservan (una carta y seis sermones) datan del siglo XII, y la poesía floreció a partir del siglo XIII; antes del siglo XIII, los poetas catalanes escribían en provenzal. El primer poeta catalán como tal fue Ramon Llull (1232/33–1315/16), un mallorquín, y el más importante fue Ausias March (1397–1459), un valenciano. Tras unos siglos en los que fue perdiendo vigor, comenzaron a aparecer las primeras gramaticales; pero la lengua debía esperar a su renacimiento (Renaixença) a finales del siglo XIX. En 1906 el primer Congreso de la Lengua Catalana atrajo a 3.000 participantes y en 1907 se fundó el Institut d’Estudis Catalans. Sin embargo, hasta 1944 no hubo un curso de filología catalana en la Universidad de Barcelona; allí se fundó una cátedra de lengua y literatura catalanas en 1961. A finales del siglo XX, cuando Cataluña logró una mayor autonomía, el catalán revivió como la lengua principal de la política y la educación, así como de la vida pública en general.
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