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Opinión

El legado de las Conxitas

Su pasión por la tecnología la llevó a la FAG en 1965, donde aprendió a manejar las máquinas perforadoras y verificadoras de NCR

IBM 1130 CC

Conxita Comerma nació en 1947 en Madrid, pero siendo muy pequeña su familia se trasladó a Barcelona, donde creció en un hogar humilde. Desde niña sintió una profunda curiosidad por la tecnología y el conocimiento, pero en una época en la que las oportunidades para las mujeres eran limitadas, su camino no fue fácil. Sus propios padres se negaron a pagarle los estudios universitarios por el simple hecho de ser chica.

Lejos de rendirse, Conxita encontró apoyo en su amiga Paquita, quien, en un gesto de sororidad cuando ni siquiera existía el término, le adelantó el dinero para que pudiera estudiar Peritaje Mercantil en la Universidad. Su pasión por la tecnología la llevó a la FAG en 1965, donde aprendió a manejar las máquinas perforadoras y verificadoras de NCR, los proto ordenadores

de la época. Sin embargo, cuando quiso acceder a los estudios de informática que ofrecía la empresa, se encontró con una negativa rotunda: solo los hombres podían optar a ellos.

Conxita no aceptó ese «no» como respuesta y buscó su propia oportunidad. Se incorporó al Centre Ordinador Municipal del Ayuntamiento de Barcelona en 1971, donde participó en la elaboración del primer censo informatizado de la ciudad hasta 1972. Consciente de que necesitaba seguir formándose, solicitó una beca para estudiar en IBM. Fue entonces cuando empezó a trabajar con el ordenador IBM 1130, adentrándose de lleno en el mundo de la programación. Tiempo después descubriría que este periodo en el Ayuntamiento jamás cotizó en la Seguridad Social.

Su trayectoria la llevó al Colegio de Arquitectos en 1972, donde trabajó como programadora durante nueve años, mientras compartía su conocimiento como profesora, otra de sus grandes pasiones. Pero la infame historia de tantas mujeres brillantes se repitió: un superior con intereses más allá de lo profesional la apartó injustamente de la informática tras rechazar sus proposiciones. Con la dignidad que a él le faltaba, Conxita eligió seguir su camino y dedicó el resto de su vida a la enseñanza, formando a nuevas generaciones con la misma pasión con la que siempre había defendido la tecnología.

Su legado es un recordatorio de que la igualdad no debe ser una lucha solitaria. Sigamos construyendo un futuro donde el talento no tenga género. ¡Feliz 8M a todas y todos!