Sant Jordi
María Dueñas y Luis Landero, el arte de contar historias
Los dos reconocidos autores se dan cita en la Galería Guillermo de Osma para hablar de su mirada al día de Sant Jordi
Suele pasar en los días previos que el autor de estas líneas le da vueltas y más vueltas sobre el decorado en el que pueden estar los protagonistas de la portada del tradicional especial Sant Jordi. Parece que no hay nada más sensato en ver la literatura, la que que se puede considerar como buena literatura, como un arte. Así que lo más sensato es llevar a nuestros protagonistas a una galería repleta de los trabajos de algunos de los más destacados autores de nuestra vanguardia, como Juan Gris, Pablo Picasso, Salvador Dalí, Maruja Mallo, María Blanchard, Rafael Pérez Barradas, Victorina Durán o Rosario de Velasco. Es en este entorno al que acudieron este año a la cita propuesta por este diario, en esta ocasión, a María Dueñas y Luis Landero.
El primero en llegar a la cita es un Luis Landero sorprendido ante todo lo que ve, especialmente un pequeño bodegón de Picasso. Landero publicó el pasado año «La última función», en Tusquets, una estupenda obra coral en torno a un grupo de amigos jubilados. El autor de «El guitarrista» o «Juegos de la edad tardía» reconoce que no irá este año a la cita de Sant Jordi, aunque añade un matiz porque «para mí Sant Jordi es cada día».
La nueva obra de María Dueñas, «Por si un día volvemos», publicada por Planeta, es una de las más esperadas de este año, una historia que nos traslada al Orán de los años veinte del pasado siglo, con una mujer como protagonista y que responde al nombre falso de Cecilia Belmonte. La escritora llega a la galería y se queda mirando curiosa el titulado «Bodegón oval» de María Blanchard. Su firma será una de las más buscadas el 23 de abril. Para la autora de «El tiempo entre costuras» o «La Templanza» este día es «una locura porque tienes que ir de arriba a abajo, de un sitio para otro, pero está muy bien que se celebre y es maravilloso ver cómo se preparan los libreros, todo lo que hay entre bambalinas».
Ya sentados, y ante la atenta mirada de la niña protagonista del cuadro «La pequeña anarquista» de Horacio Ferrer, comenzamos un diálogo que gira alrededor de una celebración por la que sienten una evidente estima, pero que en ocasiones puede ser excesivamente bulliciosa. «Para mí ese día es impensable comprarse un libro. En todo caso, lo que puede pasar es que coincides con un compañero que te regala el suyo y tú haces lo propio con el tuyo. Pero ese día nosotros no podemos estar comprando porque tienes que ir a un montón de sitios», dice Landero. Por su parte, Dueñas recuerda «es que en Sant Jordi nos toca estar al otro lado. En ese día no somos lectores sino que somos cien por cien autores».
Ambos coinciden en lo rápido que va todo a lo largo de las horas de librería en librería. «No es como en la Feria del Libro de Madrid donde todo es un poco más tranquilo. Es que no da tiempo. Es un nombre, una firma, muchas gracias y una sonrisa», aclara Luis Landero. «¡Y un “selfie” , Luis! ¡No te olvides de que también está el “selfie”! Ahora no hay dedicatoria sin su correspondiente fotografía. Yo siempre accedo, pero ¡es que todo es tan rápido ese día! Estás firmando y tienes alguien que también firma a tu izquierda, con un montón de lectores esperando y otro montón de libreros y su personal detrás. Así que no hay un momento para tener una charla amable con quien te lee», dice Dueñas. A ello añade un matiz Landero y es que «siempre, cuando tengo que ir a firmar, voy de mal humor. Sin embargo, siempre me vengo muy contento porque los lectores me alegran el día, me alegran la mañana porque es muy estupendo. Un libro no existe hasta que no sabes lo que has escrito, hasta que un lector no te lo dice. El hecho ya de que te lean para mí es estupendo y yo lo agradezco mucho. Además, luego te dicen cosas muy interesantes y, sobre todo, está el cariño». «Pero es que no se puede dejar de lado que ese día somos cientos los que estamos firmando. La gente no compra cien, diez o cinco libros. Se limitan a uno o dos como máximo, por lo que es de muy agradecer que vengan a verte, que se molesten en hacer cola, que sea tu libro el elegido», puntualiza María Dueñas.
Pero dejamos por un momento la conversación para pasear por las salas de la galería y fijarnos por un instante en el rostro de Federico García Lorca retratado por su buen amigo y colaborador José Caballero o en las dos muchachas pintadas por Ángeles Santos, además del óleo de Joaquín Peinado con el evocador título de «El jarrón que tuvo flores». «Dan ganas de quedarse aquí», exclama Landero.
Volviendo al diálogo resulta tentador preguntar a nuestros protagonistas si piensan en el lector en el momento de enfrentarse a la hoja en blanco. Los dos coinciden en la respuesta. «No, yo no pienso en él. Además hay muchos tipos de lectores y no puedes convencerlos a todos. Es totalmente imposible. Pero sí que es verdad que uno, además de autor, también es lector. El escritor no puede decirle al lector que llevo dentro que se vaya fuera porque quiero quedarme solo con el que está escribiendo. El lector también está presente en el proceso de escritura», puntualiza el autor de «La última función».
A ello se le suma el debate sobre el papel que está teniendo en el mundo del libro la dichosa inteligencia artificial. De nuevo ambos están de acuerdo en su punto de vista. María Dueñas, a este respecto, responde que «la inteligencia artificial nunca tendrá ese sentimiento de humanidad de los escritores. No logrará jamás esa sensibilidad. Confiemos en que no nos roben eso, por favor. Además que nosotros, cuando vas teniendo un recorrido más o menos largo, tienes como una serie de lectores fidelizados que encuentran en ti unos elementos argumentales, estilísticos o lo que quiera que sea que les hacen seguirte libro a libro. A veces hasta se convierte en una vieja amistad. Son los mismos que te están esperando y te agradecen cuando sale un nuevo libro tuyo. Eso en una máquina es un poco difícil».
Porque estamos ante el arte de escribir, la reivindicación de un oficio en tiempos de locuras digitales. Sant Jordi también puede servir para eso. «Yo no concibo escribir sin trabajo. ¿Cómo te viene la inspiración? ¡Cómo si las cosas vinieran solas! Esto es algo de pico y pala. Esto es algo de semanas, meses y años», recalca María Dueñas.
–A veces con el pico y pala vienen las musas a visitarte, María. Te dan esas iluminaciones.
–Sí, Luis, pero a veces las musas me dejan tirada y te pasas media mañana cambiando comas.
Tras las risas por la atinada observación de la autora de «El tiempo entre costuras», Landero recoge el guante y habla de que «quien se contagia con la literatura, ya no puede dejarla. Es una condena y una salvación. El hombre es un animal narrativo».
El paseo entre cuadros sigue fijándonos en una composición de Francisco Bores en la que la sensación que los muchos protagonistas del cuadro nos contemplan mientras dialogamos. Algo parecido pasa con los rostros que contiene la pintura de Alfonso de Olivares titulada sencillamente como «Caras».
Llegados a este punto final, pensando en el día de Sant Jordi, una última pregunta. ¿A quién le pedirían este 23 de abril que les dedicara un libro? Pese a que ambos no son muy amigos de los ejemplares autografiados, no lo dudan. «Yo quiero que María me firme su último libro», dice Luis Landero. «Yo iría a ver a Luis para que me dedicara su libro», agrega con elegancia María Dueñas mientras la escena es contemplada por una estampa dibujada por Maruja Mallo y un bronce de Julio González.