Arte

De Van Gogh a Picasso: El secreto detrás de una gran pintura

Un libro recoge las claves de las técnicas pictóricas de algunos de los grandes maestros de todos los tiempos a través de sus paletas

La paleta de Van Gogh
La paleta de Van GoghFolioscopio

Si tuviéramos que hablar de un libro de referencia para acercarnos a la historia del arte es evidente que el título de referencia es el de Ernst H. Gombrich. Si queremos acercarnos a las técnicas de los grandes maestros, desde ahora tendremos que acudir a la obra que firma Alexandra Loske y que Folioscopio acaba de publicar de manera exquisita bajo el título de «Los colores de la pintura». Para poder descubrirnos los secretos de maestros como Van Gogh, Monet, Seurat, Constable, Matisse o Picasso, por citar unos pocos de un listado de cincuenta nombres, se recurre a una de las fundamentales herramientas de trabajo: sus paletas.

Hablamos de un objeto aparentemente sencillo: el soporte en el que el pintor coloca la pintura que necesitará para su obra, el objeto de atención de su pincel y su talento. Pero gracias a este ensayo podemos saber que es más, mucho más. Porque, como apunta Lokse, «pueden ser un indicador de sus preferencias [las del artista], prácticas y elecciones de pigmentos, aglutinantes y disolventes, algunas de las cuales pueden verificarse mediante análisis científicos». El libro que nos ocupe indaga y reúne medio centenar de estas piezas que tienen un significado literal y figurativo. Por un lado está el objeto propiamente dicho y, por otra parte, la disposición de los colores en la paleta que lleva a cabo el pintor.

Se sabe que las paletas empezaron su andadura en la época clásica, una etapa de la que no tenemos muchas muestras pictóricas que hayan sobrevivido al paso del tiempo. Hay referencias a la pintura en tiempos anteriores a Cristo en textos sobre recetas de pigmentos y técnicas pictóricas firmados por Teofrasto o Pedanio Dioscórides. Fue en el siglo XIX cuando se vivió el gran auge de las obras dedicadas a las prácticas sobre pintura, ya fueran acuarela u óleo, publicándose libros con paletas en los que se exponía las variedades cromáticas de los creadores de aquel momento, una puerta abierta para el lector que quiere conocer lo que se cocina en esa laboratorio privado de alquimista que es el taller.

Entremos en las paletas que forman parte de este libro y que están ordenadas cronológicamente, una aventura que comienza con la que fue usada por Caterina van Hermessen, una creadora del siglo XVI. Es con la que aparece en un óleo sobre tabla de 1548 y que está considerado como el primer el primer autorretrato conocido del arte occidental. Gracias a esta composición podemos saber que la autora empleaba una pequeña gama de colores, apenas, nueve gotas de pintura.

Otra pintora a la que no le importó retratarse con sus utensilios de trabajo fue Artemisa Gentileschi quien trabajó en un tiempo en el que era fundamental conocer a fondo los pigmentos y la preparación de la pintura. Ella mismo había aprendido de su padre Orazio cómo obtener, moler, mezclar y almacenar los pigmentos en el estudio. En sus manos encontramos, en el cuadro «Autorretrato como alegoría de la pintura», una paleta típica del siglo XVII en la que encontramos blanco de plomo, negro de marfil, negro de carbón. laca roja, amarillo de plomo y estaño, además de ocres y tierras de sombra.

Resulta emocionante en este ensayo poder contemplar las que usaron las firmas más importantes del impresionismo, casi una obra de arte en sí mismo. La de Vincent Van Gogh ha llegado hasta nosotros. La autora analiza la disposición de los colores en la paleta, exprimiendo los goterones de pintura antes de ponerse a trabajar. Pero no siempre usaba la paleta porque podía aplicar los tubos de pintura directamente en la tela mezclando los colores en el lienzo. La que vemos en el libro es la que usó para el retrato de la hija de su médico, Marguerite Gachet, a quien representó tocando el piano.

Este objeto, este material de trabajo, contrasta con uno de los tres que usó Pablo Picasso al final de su larga trayectoria vital y plástica. Esta no era de madera, como suele ser habitual, sino de cartón, recortada a la manera de la paleta tradicional con un agujero para el dedo pulgar. En el reverso, el mismo Picasso anotó una fecha: el 17 de junio de 1961. De esta manera podemos saber que es la que el genio malagueño la usó para una de sus variaciones de «El almuerzo sobre la hierba», su particular homenaje a Édouard Manet.

«El único terreno firme del pintor son la paleta y los colores». Con estas palabras, Pierre Bonnard en una carta a su admirado compañero de armas pictóricas Henri Matisse, establecía lo que él entendía como los límites de un artista. Él también forma parte de «Los colores de la pintura» con una pieza que es en realidad una caja de pinturas. Sus superficies interiores se han empleado como paletas.

Se ha citado a Matisse. Cuando el gran pintor falleció, sus herederos tuvieron la generosa iniciativa de donar sus utensilios al museo que lleva su nombre en Niza. Es allí donde están sus paletas y que no pueden fecharse con precisión. Sí podemos saber que estaban hechas con madera de nogal y que contienen colores brillantes. Otras apenas contienen unas pequeñas manchas , como si Matisse las hubiera usado como prueba.

Una paleta que puede resultar una locura es la de Francis Bacon. No tiene nada que ver con las paletas tradicionales: es una suerte de plato repleto de pigmentos. Se desconoce para qué obras concretas pude haber sido empleada, pero parece que Bacon la tuvo a su lado para pintar algunos pequeños retratos. Lo que sí es seguro es que el pintor utilizaba una amplia gama de colores, aunque era el blanco de plomo su tono favorito, visible en esta esfera en abundantes cantidades.

La de Lucian Freud en el libro es de 1993. Es rectangular de madera, fabricada por Daler-Rowney y empleada para llevar a cabo un doble retrato del artista de «performance» Leigh Bowery y su esposa Nicola titulado «Y el novio». El propio Freud dijo lo que puede servir como definición a su paleta: «La pintura es la persona. Quiero que funcione para mí, igual que lo hace la carne».