Historia
La daga extraterrestre de Tutankamón
Los análisis químicos revelan que algunos objetos de hierro datados de la Edad de Bronce se fabricaron con metal que proviene del espacio
Es posible que a nadie le sorprenda que el faraón Tutankamón (1342 a.C. – 1325 a.C.) poseyera una daga hecha de hierro (que se puede ver en este enlace). Al fin y al cabo, se trata de un metal muy común que los seres humanos llevamos siglos utilizando para fabricar armas y herramientas. Ahora bien, cuando se considera que Tutankamón reinó en plena Edad de Bronce, la existencia de esta daga de hierro resulta un poco más enigmática.
Las primeras herramientas metálicas que fabricaron nuestros ancestros eran de cobre. Allí donde las condiciones geológicas permitieron la formación de cobre en forma metálica, la gente simplemente recogía esas masas de metal de entre las rocas y las golpeaba hasta darles la forma que necesitaban. Aun así, el cobre metálico es muy escaso en la corteza terrestre, por lo que este elemento no se empezó a utilizar a gran escala hasta que se descubrió que se podía extraer de minerales mucho más abundantes (como la malaquita) a base de triturarlos y calentarlos con carbón. Finalmente, cuando nuestros antepasados se dieron cuenta de que las propiedades mecánicas del cobre mejoraban aún más cuando se mezclaba con estaño, produciendo bronce, el uso de esta aleación marcó tanto la tecnología de la época que hoy en día nos referimos a ella como Edad de Bronce.
La llegada del hierro
El descubrimiento del hierro hizo que el bronce acabara cayendo poco a poco en desuso, pero el paso de la Edad de Bronce a la Edad de Hierro no se dio de la noche a la mañana por dos motivos. Por un lado, a diferencia del cobre, el hierro no ocurre en estado puro en nuestro entorno porque es un metal reactivo, que tiende a reaccionar con otros elementos, en especial el oxígeno. Por otro, aunque el hierro es uno de los elementos más abundantes de la corteza terrestre, suele estar encerrado en minerales compuestos por óxidos de hierro en los que los átomos de oxígeno y los de hierro están unidos con tanta fuerza que separarlos requiere temperaturas altísimas, muy superiores a las que se necesitan para liberar el cobre de sus correspondientes minerales. Por tanto, aunque la producción de cobre podía generar pequeñas cantidades de hierro de forma accidental en la Edad de Bronce, tanto la cantidad como la calidad de ese hierro eran tan bajas que su uso era principalmente ornamental.
Ahora bien, el hierro de la daga de Tutankamón no presentaba este problema porque no fue extraído de ninguna roca, sino que vino del espacio. Pero, antes de que alguien saque el gorro de papel de aluminio, conviene aclarar que el hierro de esta daga llegó a la Tierra como parte del material de un meteorito metálico.
El origen del hierro espacial
El sistema solar está lleno de trozos de material de tamaños dispares que dan vueltas alrededor del Sol, junto a los planetas. De vez en cuando, alguno pasa demasiado cerca de la Tierra y se precipita hacia nuestro planeta y, si no se desintegra durante su paso por la atmósfera, llegará a tocar el suelo convertido en un meteorito.
La composición de ese meteorito variará según cuál sea su origen. Por ejemplo, las llamadas condritas representan el 95% de los meteoritos que se recuperan y consisten en una matriz de roca incrustada con pequeñas virutas de metal, una estructura que refleja que se formaron hace unos 4.600 millones de años, cuando el sistema solar estaba repleto de diminutos trocitos de roca y metal que colisionaban y se unían, formando masas cada vez mayores que se acabaron convirtiendo en planetas, satélites y asteroides.
Entre el 5% restante de esos escombros espaciales hay fragmentos de cuerpos celestes variados, como la Luna, Marte o Vesta, pero los que nos interesan ahora son unos mazacotes de metal compuestos principalmente por hierro y níquel. La composición de estos objetos refleja que en algún momento debieron formar parte del núcleo metálico de un cuerpo celeste con un interior diferenciado, por lo que lo más probable es que fueran liberados al espacio después de que ese cuerpo celeste resultara completamente destruido por un impacto de proporciones cataclísmicas.
Estas masas de hierro y níquel se han estado precipitando de manera ocasional sobre la superficie terrestre a lo largo de la historia y, como es natural, los habitantes de la Edad de Bronce que tenían la suerte de encontrar alguno lo aprovechaban para fabricar herramientas o armas. Y uno de esos utensilios hechos con hierro meteórico es la hoja de la daga de Tutankamón.
Reconocer el hierro meteórico
El origen «cósmico» de esta daga se pudo establecer gracias a su composición: mientras que el hierro producido a partir de rocas terrestres antes del siglo XIX tiene una concentración máxima de níquel del 4%, la hoja de la daga contiene un 11%, una cifra que sí encaja en el rango del 5% al 35% que poseen los meteoritos metálicos. Además, la daga también contiene otros elementos químicos en proporciones que son propias de los meteoritos metálicos, pero no las rocas terrestres, como el cobalto.
En realidad, la daga de Tutankamón es sólo uno de los muchos objetos de hierro meteórico datados de épocas muy dispares que se han encontrado en diferentes yacimientos arqueológicos del planeta. Otros ejemplos son unas cuentas metálicas fabricadas en el 3.200 a.C. en Gerzeh, una daga de hierro del 2.500 a.C. de Alaca Höyük o un hacha del siglo XIV a.C. encontrada en Hopei.
Curiosamente, el hecho de que los textos egipcios se empiecen a referir al hierro de origen meteórico con la palabra «Bia-n-pt» (que se traduce literalmente como «hierro del cielo») a partir del año 1.295 a.C. sugiere que algunas caídas fueron presenciadas por seres humanos. Por tanto, no es de extrañar que muchas culturas veneraran esos objetos de hierro que vieron caer del cielo y los convirtieran en herramientas u objetos rituales… Sin ser conscientes de que lo que estaban moldeando eran los últimos fragmentos de un mundo que fue destruido hace miles de millones de años.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Aunque es frecuente encontrar titulares que anuncian que «un meteorito pasará rozando la Tierra» en una fecha determinada, lo cierto es que la inmensa mayoría de estos objetos pasan a cientos de miles de kilómetros (si no millones) de nuestro planeta.
BIBLIOGRAFÍA:
- Daniela Comelli et al. “The meteoritic origin of Tutankhamun’s iron dagger blade”. Meteoritics and Planetary Science. Volume 51, entrega 7, pp. 1301-1309 (Julio de 2016).
- Albert Jambon. “Bronze Age iron: Meteoritic or not? A chemical strategy”. Journal of Archaeological Science. Elsevier (2017).
- Diane Johnson. “Iron from the sky: Meteors, meteorites and ancient culture”. The Open University (6 de Agosto de 2015).
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