Espacio

Explicamos la imagen más bella del universo

La sobrecogedora imagen condensa a la perfección la inmensa complejidad que habita en el centro de nuestra galaxia

La nueva imagen del MeerKAT de la región del centro galáctico. Los colores indican la emisión de radio brillante, mientras que la emisión más débil se muestra en escala de grises.
La nueva imagen del MeerKAT de la región del centro galáctico. Los colores indican la emisión de radio brillante, mientras que la emisión más débil se muestra en escala de grises.I. Heywood, SARAOCreative Commons

La belleza tiene un componente subjetivo, por lo que no parece muy correcto afirmar que esta es “la imagen más bella del universo”. Sin embargo, la frase tiene truco, porque con “universo” no estamos diciendo que sea la más bella de todas aquellas imágenes que existen en el universo, sino que esta es la imagen más bella del universo en sí mismo, como si le sacáramos una fotografía a él, directamente. Aunque la subjetividad sigue presente, su papel ya es mucho menor. En primer lugar, porque el número de imágenes que tenemos del universo es relativamente reducido. En segundo lugar, porque, gracias a los últimos avances en tecnología de radiotelescopios y procesado de imágenes, muy pocas alcanzan el nivel de detalle que tiene esta. Aunque, para ser precisos, según qué definición de “universo” tomemos, podría haber ciertas discrepancias, así que concretemos un poco más: estamos ante la imagen más bella del centro de nuestra galaxia.

Hasta ahora la belleza de la imagen radicaba en su forma, como si fuera una obra abstracta. Sin embargo, gracias a este simple dato (que estamos ante el centro de nuestra galaxia), ya comienza a vislumbrarse un contenido igual de bello. Y esa es la dirección que tomará nuestro artículo, un viaje descendente al corazón de la Vía Láctea para, paralelamente, hundirnos en los principales detalles de esta imagen. Solo así podremos apreciar lo que estamos viendo, lo que ha captado el radiotelescopio MeerKAT del observatorio SARAO, en Sudáfrica. Y ese es precisamente el primer paso, porque el prefijo “radio-” en “radiotelescopio” es fundamental para que entendamos lo que tenemos delante.

La radio que se “ve”

Todos sabemos (más o menos) cómo funciona un telescopio óptico de los de toda la vida: la luz que llega desde muy lejos es amplificada por una serie de lentes parecidas a lupas. Ese es el fundamento. Sin embargo, los radiotelescopios no detectan luz visible, como nuestros ojos o los telescopios ópticos. Están preparados para captar ondas de radio, que (simplificándolo mucho) podríamos decir que son una versión menos energética de la luz visible. Ambas son radiación electromagnética, solo que la frecuencia de la luz visible es mayor (recordemos que la frecuencia vendría a ser algo así como el número de veces que las ondas suben y bajan en un determinado tiempo).

Así que el fundamento es el mismo: un radiotelescopio, con su forma de antena, capta y amplifica las señales de radiación electromagnética que le llegan como ondas de radio. Gracias a ellas podemos explorar lugares del universo vetados para la luz visible, ya sea por su distancia o porque entre nosotros y ellos se levantan nubes de polvo que solo las ondas de radio pueden atravesar. Ese es el motivo por el que resulta tan interesante escudriñar el centro de la Vía Láctea en a las frecuencias de radio.

Ahora bien, estas imágenes de radio no se toman con un solo radiotelescopio, sino con campos enteros de ellos que, como si fueran girasoles, se enfocan todos en el mismo sentido, para captar tanta energía como puedan. Para este caso, dado que las ondas de radio son poco energéticas y querían “fotografiar· algo muy lejano y bastante grande, hicieron falta 200 horas repartidas en 20 observaciones diferentes. Como si las imágenes fueran las teselas de un mosaico, SARAO pudo recomponerlas para convertir esas 20 observaciones en una descomunal “fotografía” que, en la superficie de nuestro cielo nocturno, cubre el equivalente a 30 lunas llenas.

El paisaje

Del mismo modo que un cuadro no es igual si se hace en óleo sobre lienzo que si es un fresco pintado con acrílico, no es lo mismo una imagen de radioastronomía que otra del espectro visible. Eso ya ha quedado claro, pero es hora de profundizar en el contenido. ¿Qué es lo que estamos viendo?

Los colores son relativamente sencillos de interpretar, cuanto más vivos los tonos de rojo/naranja, más intensa es la radiación en ondas de radio que nos llega de ese lugar del cielo. La disposición de las manchas también es fácil de explicar: es nuestra galaxia vista de canto, la misma Vía Láctea que en las noches más oscuras vemos como una calzada lechosa cruzando el cielo nocturno. Podemos imaginar la galaxia como un plato gigante y, ya que nosotros estamos en la superficie de ese plato, la perspectiva nos hará ver la galaxia como una franja en lugar de como el “disco” que es. En cualquier caso, estaremos de acuerdo en que, lo que más llama la atención, es esa mancha amarillenta e intensísima que hay en el centro de la imagen. Se trata, ni más ni menos, que del vecindario inmediato que rodea al agujero negro supermasivo del corazón de la Vía Láctea. La materia orbita a su alrededor, rozándose y calentándose hasta emitir esas grandes cantidades de radiación electromagnética que ha detectado MeerKAT.

Los detalles

Si vamos a los detalles, podremos ver que algunas de las manchas carmesíes tienen una forma extrañamente regular, como si fueran esferas. Lo que estamos viendo es el remanente de una supernova, una estrella ha explotado al llegar al final de su vida, dejando sus restos tras de sí. Otros puntos menos reconocibles para el profano han sido identificados como guarderías de estrellas, regiones compactas del firmamento en las que parece haber un gran número de estrellas nacientes, formándose debido a las condiciones de ese lugar del espacio. La claridad y profundidad de la imagen no tiene precedentes, y los objetos que puede identificar un astrónomo superan con creces los que hemos explicado aquí. Sin embargo, hay un último aspecto que merece la pena detallar: los hilos que atraviesan el centro de la “fotografía”.

Su nombre técnico es bastante intuitivo (estructuras filamentosas) y, aunque parezca difícil de creer, tienen una longitud de, aproximadamente, 100 años luz. Eso es algo más de 23 veces la distancia que nos separa de Alfa Centauri A, la estrella más cercana a nuestro Sol. Sus formas son tan variadas que los científicos han desarrollado una clasificación en función de su aspecto (el ratón, el pelícano, el arpa, la serpiente, el árbol de navidad…) Sin embargo, hay algo que tienen en común, y es que todas son producto del intensísimo campo magnético que hay en el centro de nuestra galaxia. Estos campos, concentran la materia en líneas, como si fuera carriles que van de un polo a otro trazando amplios arcos. Algo así es lo que ocurre cuando el campo magnético redirige las partículas cargadas que bombardean a la Tierra, concentrándolas allí donde convergen sus líneas de campo magnético: en los polos.

Soles que mueren, otros que nacen, lanzas de luz que cosen la Vía Láctea con generosos hilos, todo ello haciendo la corte a la oscuridad más insondable, a un agujero infinitamente profundo, a una bestia con el pelaje más negro que la noche contra la que se recorta. Será ciencia, pero si no es también belleza, yo no tengo claro qué será.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • A pesar de que nos hemos tomado la licencia de llamarle “fotografía”, si somos estrictos, no lo es. Las fotografías son imágenes que captan la luz visible, solo aquello que nuestro ojo puede observar. O, mejor dicho: solo aquello que un ojo humano ideal puede captar, porque nadie pone trabas a llamar fotografía a algo que supera con creces la capacidad de resolución de nuestro ojo, como una imagen de saturno con un telescopio óptico. Todo es luz visible, podemos llamarle fotografía, pero es evidente que no existe un ojo capaz de ver sus anillos con los aumentos que nos ofrece un telescopio. Es la misma “polémica” que surgió con la imagen del famoso agujero negro M87*, aquella que se popularizó en 2019.

REFERENCIAS (MLA):