Espacio
Así es como el oxígeno podría estar nutriendo a la vida bajo este satélite helado de Júpiter
El oxígeno es clave para entender a los organismos complejos tal y como los conocemos, por lo que este descubrimiento es especialmente relevante para la búsqueda de vida fuera de la Tierra
Hay titulares que se hacen cuesta arriba, porque toca resumir mucho en muy poco espacio. Si por la estética fuera, este artículo estaría encabezado por algo así: “Europa está oxigenada, ¿quién la perforará?”. Pero, si somos realistas, no es que deje muy claro sobre qué trata el asunto. Habría que aclarar que Europa no es el continente, sino el satélite de Júpiter. También habría que explicar que su importancia, en este caso, reside en el descomunal océano de agua líquida que parece haber bajo su corteza. Y por “descomunal” queremos decir el doble de agua líquida que nuestro querido planeta azul. Otro punto que subrayar sería que un nuevo estudio acaba de encontrar el mecanismo por el cual podría oxigenarse su océano, atravesando la corteza helada de 15 kilómetros. Si la investigación está en lo cierto podríamos estar ante uno de los lugares más fértiles para la vida de todos los que conocemos en nuestro sistema solar. Por lo tanto, la pregunta clave es “¿Quién (y cuándo) perforará el satélite en busca de esos extraños seres vivos?”.
Hace muchísimo tiempo que soñamos con encontrar iguales en el cosmos, otras civilizaciones como las que protagonizan nuestras historias de ciencia ficción. Sin embargo, esta noticia no va en por ese camino, no hablamos de una especie tecnológica ni de una civilización alienígena. Hablamos de algo más “modesto”, simplemente vida, inteligente o no, viviendo bajo el hielo de una luna. De hecho, por lo general, los expertos que se dedican a este tipo de investigaciones buscan vida unicelular, prácticamente bacterias, muy alejadas del típico extraterrestre de Hollywood. No obstante, si la oxigenación del océano de Europa se confirma, podría ser que las “bacterias” se quedaran algo cortas. La vida pluricelular (organismos formados por agrupaciones de células), como nosotros, una tortuga o los champiñones necesitan una cantidad espectacular de energía para sobrevivir y, sin el oxígeno, es difícil imaginar de dónde podrían haberla obtenido. Pero… ¿no estamos siendo acaso un poco chovinistas? Que la vida que conocemos necesite agua, carbono y oxígeno no quiere decir que sea la única alternativa, ¿no? Bueno, depende de los argumentos, así que, mejor, vayamos por partes.
El oxígeno de la Tierra
Como decíamos, es una cuestión más teórica de lo que parece. Por supuesto, el oxígeno es un elemento imprescindible para la vida en la Tierra tal y como la conocemos, pero más allá de eso, sabemos que la vida cuesta energía y que hay “decisiones” más costosas que otras. Agregarse formando conjuntos de células requiere energía extra y, asumiendo que la vida más compleja requerirá siempre organizaciones más enrevesadas y costosas, podemos asumir que, para que existan tales formas de vida, necesitarán una manera de obtener esa energía. El oxígeno, mediante las reacciones de oxidación y reducción (la opuesta a la oxidación, por decirlo así), permite ese intercambio de energía mejor que cualquier otro elemento que conozcamos. Así que, incluso si pudiera existir otra manera de sostener vida compleja, parece bastante claro que la presencia del oxígeno es un buen respaldo.
Ahora bien, si ahora nos permitimos tomar a la Tierra como ejemplo, podremos entender hasta qué punto puede ser determinante el oxígeno. Al principio, la atmósfera terrestre no tenía oxígeno y la vida apareció y evolucionó sin él. La amplísima mayoría había reaccionado con el silicio para formar los silicatos que componen nuestras rocas y arenas. Y, si bien no sabemos exactamente cuándo surgieron los primeros organismos, se sospecha que debieron aparecer hace unos 4300 millones de años, solo 200 millones de años después de la formación del planeta. El oxígeno no comenzó a elevarse en la atmósfera hasta hace unos 2800 millones de años, cuando surgieron los primeros organismos fotosintéticos, capaces, por lo tanto, de separar el oxígeno que en la atmósfera se encontraba unido a carbono formando dióxido de carbono. El aire fue oxigenándose poco a poco y, en contra de lo que podríamos pensar, aquello supuso una catástrofe como pocas ha habido en la historia de la vida.
El oxígeno es tremendamente agresivo para las especies que se han acostumbrado a vivir sin él, y por ese motivo, cuando la concentración fue lo suficientemente alta, hace unos 2450 millones de años, lo que tuvo lugar un evento llamado a veces “Holocausto de Oxígeno”. A partir de ahí todo cambió. Los organismos que pudieron adaptarse al oxígeno prosperaron y los anaerobios, que así se llaman los que hacen su vida sin oxigenación ni nada, sobrevivieron en zonas poco ventiladas, donde pudieron mantener su dominio. A partir de entonces, la vida iría aumentando su complejidad y, finalmente, hace al menos 1560 millones de años, surgieron los primeros organismos pluricelulares.
El mecanismo
Ahora bien, mientras que los océanos de nuestro planeta están bien oxigenados porque intercambian oxígeno directamente con la atmósfera, no estaba claro si eso podía ocurrir en el caso de Europa, donde un muro de hielo aísla el océano del resto del universo. Sin embargo, este ultimo estudio ha propuesto un mecanismo que podría resolver el problema. Una cuarta parte de la superficie de Europa está cubierta por grietas y crestas de hielo producidas, en teoría, por distintas placas que chocan entre sí. Esta zona recibe el nombre de terrenos del caos, y según el modelo computacional que han diseñado estos investigadores, son la clave de la oxigenación. En estos lugares, el hielo se funde parcialmente y forma salmueras superficiales capaces de captar oxígeno antes de volver a hundirse a través del poroso hielo.
Si el modelo es correcto y si decidimos quedarnos con el mejor de los escenarios posibles, podríamos decir que estas tierras del caos permitirían introducir en el océano en una cantidad de oxígeno diaria equivalente a la que captan los nuestros. Por supuesto, estos modelos podrían estar equivocados o, incluso estando en lo cierto, que la realidad se sitúe en el “peor” de los escenarios que este plantea. En tal caso, la oxigenación no sería tan alta y podríamos rechazar casi con total seguridad que, bajo su hielo, existan formas de vida pluricelulares.
Con suerte, llegará el momento en que podamos enviar un dispositivo capaz de analizar en detalle la composición de esas tierras del caos y, lo que sería incluso más espectacular, perforar su corteza para empezar a buscar vecinos en este inmenso universo. Y, si tenemos incluso más suerte que la que ya hemos invocado, puede que esos esfuerzos sigan los principios bioéticos de la exploración espacial y extremen sus esfuerzos por no contaminar el medio y lo que allí pueda vivir, algo que dependerá enormemente de cuándo y quién emprenda esta aventura, cada vez más privatizada. Porque Europa está oxigenada, y la pregunta está clara: ¿quién la perforará?.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Estamos todavía lejísimos de confirmar la existencia de vida extraterrestre, peor eso no significa que sea improbable. Hay lugares de nuestro sistema solar, como Marte, Encélado o la misma Europa en los que encontramos condiciones compatibles con la vida que conocemos. Puede que estén despoblados, pero lo que nos impide confirmarlo no es tanto la teoría como la práctica. Hemos de llegar allí y explorarlos en suficiente detalle. Ese motivo hace que, por ejemplo, a pesar de que Europa parece más favorable a la vida que Marte (en el presente), la cercanía de nuestro hermano rojo y la complejidad técnica de perforar Europa, hacen que centremos nuestros esfuerzos en el primero. No obstante, se valora la posibilidad de buscar señales de vida en los lugares donde el agua líquida de Europa emerge a la superficie, como las posibles plumas (parecidas a geiseres) que sabemos que tienen otras lunas heladas. El próximo gran paso se dará en 2024, cuando lancemos la misión Clipper de la NASA, que busca explorar las condiciones de habitabilidad de Europa.
REFERENCIAS (MLA):
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