Medicina
¿Por qué la sangre es roja?
La “sangre” de otros animales no es roja, ¿a qué debe su color?
El color de la sangre es tan llamativo que ha teñido nuestros simbolismos. No solo es roja la sangre, sino que ahora lo es el terror, lo visceral, lo que implique violencia. Por supuesto, la sangre no es lo único que ha podido condicionar esta asociación, pero sería absurdo negar que hubiera jugado un gran papel. Nadie habla sobre el color vinoso del hígado, ni sobre el amarillo pálido del tejido adiposo. Es la sangre la que ha captado nuestra atención, líquida, como si fuera pintura que derrama de nuestro cuerpo, espesa y brillante, fuente de energía. Ahora bien, ¿a qué se debe ese color rojizo? ¿No podía ser menos llamativa? Normalmente, los pigmentos son caros y no se producen si no son necesarios, por lo que aquello que no debería verse (el interior de nuestra anatomía), suele carecer de colores. ¿Qué ganamos teniendo la sangre roja?
La respuesta, en este caso, es bioquímica y casual. No es que la sangre haya adquirido su color como adaptación al medio, no fue seleccionada porque el color diera ventajas de ningún tipo, fue “casualidad”. De hecho, hemos de recordar que, en estos casos, la zoología comparada nos da pistas interesantes, ayudándonos a contextualizar lo que estamos viendo. Por ejemplo, sabemos que hay animales cuya sangre es casi transparente, otros que la tienen de un color azulado y otros de un verde vivo. No hay ventajas en estos colores, o al menos no las conocemos, pero tienen que ver con la bioquímica de estas sustancias y con su capacidad para captar oxígeno, que es una de las principales funciones de la sangre.
¿Qué es la sangre?
El primer paso para responder a esta pregunta consiste en aclarar qué es la sangre, porque es mucho más que un líquido rojo que transporta oxígeno al resto del cuerpo. Podemos empezar diciendo que la sangre tiene dos partes, la líquida que llamamos plasma y es transparente, y la sólida, formada por diferentes células entre las cuales están las que dotan a la sangre de su color. El plasma es una sustancia que también podemos encontrar en nuestro sistema linfático, transportando nutrientes y células, mayormente inmunitarias.
Las células, por su parte, muestran una gran variedad que podrías resumir, en realidad, en tres grandes grupos, por un lado, los glóbulos rojos o eritrocitos, los responsables del color rojo y encargados de oxigenar nuestros tejidos. Por otro lado, están las células inmunitarias, cuya función es proteger y mantener limpio nuestro cuerpo, eliminando amenazas y desperdicios. Finalmente, están las plaquetas y sus precursores, preparadas para detener hemorragias. Así pues, la función de la sangre es mucho más compleja que, simplemente, transportar oxígeno.
El hierro
De hecho, incluso si hablamos del transporte de gases, hay que aclarar un detalle más. Del mismo modo que los glóbulos rojos captan oxígeno en los capilares que llegan a los alveolos pulmonares y lo transportan hasta el resto del cuerpo, una vez allí, liberan el oxígeno y se adhiere a ellos el dióxido de carbono, que emprende un viaje de vuelta hasta los capilares de los alveolos, pasando al sistema respiratorio y siendo exhalado. La clave que permite al glóbulo rojo hacer todo esto está en su bioquímica, y es la misma que le confiere su color.
El glóbulo rojo contiene hemoglobina, que es la molécula que le da su color rojo y su capacidad de unirse al oxígeno. Esta molécula, a su vez, está formada por cuatro “moléculas” más pequeñas unidas entre sí y, en su composición, si separamos todos los átomos que las forman, encontraremos que hay cuatro de hierro. Eso es todo, por cada molécula de hemoglobina hay cuatro átomos de hierro. Simplificándolo mucho, podríamos decir que cada uno de esos átomos de hierro se encuentra en el centro de una estructura con forma de anillo y que ahí es donde se une el oxígeno. Eso es lo que ha seleccionado la evolución y, casualmente, ha resultado tener un color rojo intenso. De hecho, si otros animales tienen sangre de otros colores es porque en lugar de hierro, cuentan con otros elementos. La sangre azul, por ejemplo, se debe al cobre, y la verde, como el color de las plantas, suele relacionarse con la presencia de magnesio.
QUE NO TE LA CUELEN:
- El color de nuestras venas no es azul, en realidad. Se trata de un efecto óptico, pero los vasos sanguíneos son de un color rosado pálido. Lo que sí cambia entre el color de las venas y las arterias es la sangre que pasa por su interior que, en las arterias (por donde circula oxigenada a excepción de las arterias pulmonares), es de un rojo más brillante que en las venas (donde ya no tiene oxígeno a excepción de en las venas pulmonares)
REFERENCIAS (MLA):
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