Animales

Descubren por qué los gatos no tienen cabezas gigantes

Un nuevo estudio explica la eficiencia de la nariz de los mamíferos y encuentra similitudes con una tecnología de análisis químico

Fotografía de un gato
Fotografía de un gato Alexas/FotosAlexas/Fotos

Todas las narices son laboratorios químicos en miniatura. Obras de ingeniería de la evolución que permiten analizar la composición de incontables sustancias y, de regalo, proporcionar una experiencia intransferible. Así es el olfato, pero no es igual en todos los animales y hay laboratorios más sofisticados que otros. En cierto modo, nuestros tecnólogos se han encontrado con problemas análogos a los que ha encontrado la evolución y, para resolverlos, ambos han llegado a soluciones similares. Esto ha ocurrido numerosas veces a lo largo de la historia de la tecnología, pero hay casos más extremos que otros, y los gatos esconden un paralelismo especialmente inquietante. Una nariz de pliegues sobre pliegues que les permite oler lo imposible para un animal de su tamaño.

En concreto, un nuevo estudio ha determinado que la nariz de los gatos funciona de una forma similar a nuestros cromatógrafos de gas en espiral paralela. Para hacernos una idea de lo que significan estas palabras y antes de explicar sus similitudes, vayamos parte por parte. Un cromatógrafo es un aparato que permite separar los componentes de una mezcla y determinar en qué proporción se presentan. Un cromatógrafo de gas es aquel que volatiliza las muestras, en cualquier caso: un tipo de cromatografía. A fin de cuentas, eso es lo que precisa una nariz, un sistema para separar compuestos y determinar su proporción. Pero el detalle importante que nos permitirá entender su parecido con la nariz de nuestras mascotas felinas es que, para mejorar su funcionamiento, podemos añadir tubos que ramifiquen sus conductos para partir el flujo de gas de alta velocidad entre ellos.

Un universo corrugado

Todo nuestro universo está arrugado. La evolución no se anda con chiquitas y tiene que ser eficiente. No puede crear estructuras infinitamente grandes y, una buena forma de aprovechar el espacio es establecer una proporción extrema entre la superficie de un objeto y su volumen. O, dicho de otro modo, si, por ejemplo, queremos intercambiar sustancias con el medio, podemos hacer que un objeto tenga mucha superficie en relación con su volumen. Esto se consigue mediante estructuras planas, como un folio. Por eso, cuando no queremos perder calor nos hacemos una bola, para reducir la superficie de contacto de nuestro cuerpo con el medio. El problema es que este tipo de formas geométricas ocupan mucho, por lo que una forma de ajustarlas en poco espacio es arrugarlas sobre sí misma: crear pliegues que permitan que quepan en el cuerpo de un ser vivo.

Por ejemplo, el intestino está lleno de crestas y prolongaciones que maximizan su contacto con el material digestivo. Por otro lado, el cerebro también tiene una gran cantidad de circunvoluciones y cisuras, que así se llaman. Las mitocondrias, incluso, que son un pequeño orgánulo del interior de nuestras células encargado de producir energía a partir de la respiración celular, también tienen estructuras arrugadas. Pues bien, esa es la solución que han encontrado los gatos para tener las ventajas de una nariz descomunal sin tener que desarrollar cabezas desproporcionadamente grandes.

De anfibios a narigones

Las narices de los anfibios, de hecho, ya se habían comparado en su funcionamiento con el de las cromatografías, pero esto va un punto más allá. Las narices de los gatos, y en realidad las de los mamíferos en general, tienen una gran cantidad de convoluciones en su interior: arrugas que maximizan la superficie a la que pueden adherirse las moléculas que finalmente oleremos. Y eso es, más o menos, lo que ocurre con el cromatógrafo de gas en espiral paralela. En cualquier caso, nadie había estudiado la nariz de los gatos como el doctor Wu y su equipo. En el último artículo científico que han publicado en PLOS Computational Biology, estos investigadores han desarrollado simulaciones computacionales para ver cómo afectan estas convoluciones al funcionamiento de la nariz de un gato. Al parecer, se vuelve 100 veces más eficiente que un tubo recto gracias a estas curvas y ramificaciones.

Por supuesto, todo esto viene a confirmar lo que ya se suponía. No es información de máxima actualidad ni proporciona datos inauditos que hayan sacudido al mundo académico, pero no siempre es así la ciencia. En este caso, hemos visto una confirmación más que una revolución. La ratificación y explicación de un hecho trivial con el que todos estamos familiarizados: el olfato.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Aunque el estudio se ha realizado en gatos, no son los únicos animales con este tipo de narices. Los mamíferos, en general, poseemos estas convoluciones tan eficientes.

REFERENCIAS (MLA):

  • Domestic cat nose functions as a highly efficient coiled parallel gas chromatograph Computational simulation/modelling [[LINK:EXTERNO|||http://dx.doi.org/10.1371/journal.pcbi.1011119" target="_blank">]]