Psicología

Este es el gesto que, según la ciencia, te hará ganar discusiones

“Cuando usamos los gestos correctos, damos a los oyentes un atajo visual. Eso hace que las ideas abstractas se vuelvan más concretas”, señalan los autores de un estudio.

Las dos palabras que pueden detener una discusión antes de que comience
Los gestos pueden tener tanto peso como las palabrasFreepik

Decir algo con palabras ya no basta. Un nuevo estudio revela que quienes acompañan su discurso con gestos ilustrativos, aquellos que “dibujan” lo que se dice, resultan percibidos como más claros, competentes y persuasivos.

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En un estudio reciente, Cascio Rizzo analizó más de 2.000 charlas de TED Talks usando una inteligencia artificial capaz de detectar y clasificar los movimientos de manos fotograma a fotograma. Además, realizó experimentos con público real en los que ponía a prueba presentaciones idénticas que solo variaban en la presencia o ausencia de gestos. El resultado fue claro: los oradores que usaban gestos “ilustrativos”, es decir, manos que visualizan la idea que se está expresando, fueron valorados por los espectadores como más convincentes y competentes.

“Cuando la gente usa los gestos correctos, da a los oyentes un atajo visual hacia lo que están diciendo. Eso hace que las ideas abstractas se vuelvan más concretas, y facilita que el mensaje sea más fácil de procesar - explica Cascio Rizzo en un ensayo. Y él sabe de esto -. Soy italiano y allí los gestos son un segundo idioma, pero ahora podemos medir con precisión qué gestos ayudan y cuáles no”.

Pero no cualquier movimiento sirve. El estudio distingue entre varios tipos de gestos. Están los ilustradores: gestos que representan visualmente lo que se dice, por ejemplo, abrir las manos para indicar tamaño, cruzarlas para mostrar unión, describir curvas al hablar de variaciones. Estos son los que mejor funcionan.

También hay otros gestos con los que hay que tener cierto cuidado a la hora de dialogar. Entre ellos Rizzo destaca el de señalar sin contexto, agitar manos sin relación con el discurso o moverse nerviosamente. Estos no ayudan; al contrario, aumentan la carga cognitiva del oyente y dificultan que el mensaje se procese con claridad.

Uno de los hallazgos más reveladores del estudio es que los gestos no solo influyen en la percepción del orador como “agradable” o “carismático”, también tienen peso en la claridad del mensaje. Es decir, el público entiende mejor cuando las palabras van acompañadas de movimiento coherente.

Según Rizzo, cuando escuchamos, nuestro cerebro no solo procesa sonidos y significado, sino que también busca apoyos visuales para dar sentido a las ideas. Si hay una imagen, aunque sea mental, que se construye al mismo tiempo que las palabras, resulta más fácil comprender. A este fenómeno le llaman processing fluency (fluidez de procesamiento): cuanto más sencillo parece algo de entender, más confiable, claro y convincente nos parece quien lo explica.

La pregunta clave: ¿es algo que se pueda aprender? Respuesta corta, sí. De acuerdo con Rizzo, la gestualidad no es un talento innato (aunque en algunas culturas sí esté más extendida). Para ello, ha creado programas de entrenamiento: sesiones cortas, bastan para que una persona mejore su uso de “vocabulario gestual”, y con ello su capacidad de comunicar con claridad.

Esto abre una puerta interesante: la comunicación no verbal podría enseñarse, afinarse, pulirse igual que aprendemos un idioma o una disciplina. No basta con lo que se dice, también importa cómo se dice. Pero el truco no es gesticular por gesticular, sino acompañar ideas con movimientos que refuercen visualmente el contenido verbal: mostrar tamaño, distancia, relación, dirección, fluidez… lo que nuestras palabras ya describen.

El estudio de Cascio Rizzo y su equipo no solo confirma algo que muchos intuyen (que los gestos importan), sino que demuestra lo poderosa que puede ser la comunicación cuando integra palabra y movimiento. Las manos se transforman en un “pincel invisible” que ayuda a construir significado.