Antropología

Fuimos carroñeros por supervivencia

Un estudio realizado en Burgos demuestra que los homínidos podrían haber sobrevivido durante el Pleistoceno gracias a la carroña

Hiena “sonriendo”
Hiena “sonriendo” Dop Rushikesh DeshmukhWikimedia commons

Que “el hambre agudiza el ingenio” es una frase que entendían muy bien nuestros antepasados. No hay más que pensar en cuales eran las motivaciones que nos empujaron en los inicios de nuestra historia para idear las primeras herramientas. Cuchillos, lanzas y demás utensilios de caza formaban parte de la maleta de viaje de estos homínidos, que ya empezaban a organizarse en pequeños clanes.

Y es que, para nuestra desgracia, la genética no nos trató muy bien en lo que al físico se refiere. Si nos ponemos superficiales, somos un primate calvo, sin garras ni colmillos afilados. Tampoco es que corramos muy rápido ni somos lo suficientemente grandes como para asustar a nuestros depredadores. Y, sin embargo, aquí estamos.

Que el ser humano haya sobrevivido hasta la actualidad no es un milagro. Nuestra especie tiene una de las características más importantes para sobrevivir en un planeta lleno de adversidades: la adaptabilidad. Es por ello que, cubrirse con las pieles de otros animales y suplir la falta de garras con herramientas hizo que, a día de hoy, yo pueda estar escribiendo este artículo y tu leyéndolo.

Sin embargo, en nuestros inicios, dependíamos más de la recolecta de vegetales que del consumo de proteína animal. Entonces ¿Cómo sobrevivíamos a las épocas más frías?

Una de las hipótesis, por muy desagradable que nos parezca en la actualidad, era que, probablemente, compartíamos banquete con el resto de carroñeros.

Aquí no se tira nada

Durante la época del Pleistoceno, hace aproximadamente entre 1,2 a 0,8 millones de años, los homínidos del sur de Europa no nos caracterizábamos especialmente por nuestras habilidades en la caza. Éramos más bien, un animal recolector.

No obstante, las épocas de frío eran bastante duras por aquel entonces y los recursos vegetales escaseaban. ¿Cómo hicieron nuestros antepasados para sobrevivir?

Durante mucho tiempo, una de las hipótesis más aceptada fue la alimentación a base de restos. Es decir, los primeros seres humanos tuvieron que competir con los otros carroñeros por las presas que abandonaban depredadores como los gatos dientes de sable y los jaguares. Sin embargo, hasta ahora se planteaba la duda de si habría sido posible que tanto homínidos como otros carroñeras hubiesen podido sobrevivir solo a base de los restos de estos animales.

Un equipo del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), en Burgos, publica esta semana sus resultados en la revista Scientific Reports, intentando arrojar un poco más de luz a esta cuestión.

Los investigadores realizaron simulaciones para modelar cómo era la competencia por carroña entre homínidos y hienas gigantes en la Península Ibérica a finales del Pleistoceno temprano. Para ello, introdujeron como fuente de alimento, las presas dejadas por el gato dientes de sable y el jaguar europeo.

En las simulaciones pudieron observar que, cuando los homínidos buscaban en grupos lo suficientemente grandes como para ahuyentar a las hienas gigantes (cinco o más individuos), la supervivencia de éstos superaba a la de las hienas gigantes al final de las simulaciones.

Sin embargo, cuando los homínidos buscaban en grupos muy pequeños, solo sobrevivían hasta el final de la simulación cuando la densidad de depredadores y, en consecuencia, la disponibilidad de cadáveres era alta.

Por lo tanto, los resultados sugieren que los grupos de tamaño moderado de homínidos podrían haber sobrevivido en estas condiciones a base de carroña. Los autores especulan además que esta práctica podría haber sido una fuente importante de carne y grasa para los clanes, especialmente en invierno, cuando los recursos vegetales eran escasos.

Un cuerpo poco preparado

Si bien es cierto que el consumo de grasas animales nos permitió sobrevivir en muchos períodos de la historia, no pudo ser nuestra dieta principal.

Además de la falta de garras y caninos que hemos mencionado antes, nuestro aparato digestivo tampoco es el más propicio para asimilar la carne, y menos si se ingiere cruda o en proceso de putrefacción.

A diferencia del aparato digestivo de los carnívoros, nuestro intestino es mucho más largo. Este rasgo también se encuentra en los herbívoros, ya que el proceso de digestión de los vegetales requiere de mucho más tiempo, debido a que es más complejo obtener la energía de estos alimentos. Por otra parte, nuestro sistema no cuenta con cámaras de digestión, como en el caso de otros herbívoros rumiantes.

Parece que, con el paso del tiempo, nuestro cuerpo se adaptó a recibir los nutrientes de cualquier fuente, permitiéndonos sobrevivir en los momentos en los que las frutas y los vegetales escaseaban.

Por lo tanto, una vez más podemos decir que el ser humano es uno de los animales con más capacidad para adaptarse a cualquier tipo de adversidad.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Las simulaciones sugirieron un tamaño de grupo óptimo de unos 10 individuos. Sin embargo, hay que señalar que el programa no pudo especificar cual era el tamaño óptimo, ya que el número de homínidos necesarios para ahuyentar al resto de animales fue predeterminado arbitrariamente. Así que este dato se ha de tomar como referencia y no como valor exacto.

REFERENCIAS (MLA):

  • Ana Mateos, et al. Computer simulation of scavenging by hominins and giant hyenas in the late Early Pleistocene. Scientific Reports 10.1038/s41598-023-39776-1 scieS